El 50% de las familias sufren de hambre teniendo apenas una comida por día. Muchos niños ya están afectados física y mentalmente para alcanzar algún tipo de estudio. De modo que el hambre hace su trabajo cotidiano. Oramos pidiendo, “el pan nuestro de cada día” porque nuestro cuerpo necesita alimentarse. Pero es una comida que sacia el hambre temporalmente. El contexto del presente pasaje nos habla de una multitud que fue alimentada por Jesucristo. Por el número de los varones, sin contar a las mujeres y los niños, se estima que pudo haber llegado a más de 10 mil personas. Como en cualquier otra situación, esta gente llegó a pensar que habían encontrado al Profeta que les iba suplir del pan material todos los días. El milagro de la multiplicación de los panes y los peces despertó en la multitud el deseo de hacer a Jesús su propio rey. Ellos estaban enterados de lo que Dios hizo a través de Moisés en el desierto. Por cuarenta años recibieron alimentación sin sembrar ni cosechar. La tendencia humana es la misma. Son tantos los que no quisieran trabajar para comer. Pero Jesús corrigió ese estilo de vida. Su exhortación es especialmente a trabajar, y sobre toda por aquella comida imperecedera v.27. La comida “que no perece” tiene que ver con Jesucristo mismo. Él es el “pan que descendió del cielo” v.41 El vino para suplir el pan que más necesitamos, “pues no solo de pan vivirá el hombre..” (Lc.4:4) No hay necesidad de otro alimento espiritual fuera de Jesús. Con él estamos completos. Veamos por qué.
I. EL ORIGEN DE SU PROCEDENCIA (PAN DIVINO) v.41b
Jesús sin preocuparle la reacción de sus oyentes menciona este primer “yo soy” v.35, de los que Juan va a mencionar unos cuantos, para poner en claro cuál era su verdadera misión y propósito. El estaba allí, no solo para suplir el hambre temporal. Su origen era divino, su procedencia venía del seno del mismo Padre. Cuando Jesús mencionó su origen v. 33, era obvia la reacción de aquellos que conocían a su familia y el lugar donde se había criado. Sabían que su padre era José, el carpintero de Nazaret. Esta declaración de Jesús por seguro sonaría como una pretensión que podía calificarlo como un lunático o un mentiroso. Pero Jesús no se amilanó cuando oía cualquier descalificativo en su contra. Más bien menciona una y otra vez aquella declaración que lo vinculaba con su Dios (v.27, 33,35, 48, 51) El tema de su procedencia lo aborda en muchos de sus discursos. Jamás temió al decir que él y el Padre eran uno mismo (Jn. 17:21) Esta fue la nota de escándalo para todos sus enemigos. Jesús dice que él es, “el pan vivo que descendió del cielo” v. 51 La figura de Jesús como “pan”, nos habla del plan eterno para salvar a los hombres. Jesús es el autor y dador de la vida. Dios sabía que la única manera de salvar a la humanidad hambrienta para que disfrutaran de todas sus bendiciones en gloria, era enviando a su propio Hijo como el Pan de la Propiciación. Jesús vino del seno del Padre. Vino trayendo el alimento eterno que el Padre había dispuesto para los que creyeran. Es verdad que desde el punto de vista geográfico e histórico Cristo nació en Belén, pero desde el punto de vista divino, su procedencia es de arriba, del cielo. Él es el Pan que vino a dar vida. Muchos han venido para dar conocimiento a la mente. Para dar filosofía a la razón. Para traer una religión a la búsqueda espiritual. Pero Cristo vino para alimentar el alma. Cuando se toma este alimento lo demás se llena y se suple. El Padre le ha asignado al Hijo la tarea de ser el Pan de vida. Todos los que a él se acercan conocerán “el pan que descendió del cielo”
II. LA NATURALEZA DE SU PROPOSITO (PAN DE VIDA) v. 48
En este lenguaje figurado él nos hace ver que hay un “pan muerto” que satisface el estómago y la carne por un periodo, pero que hay uno “vivo” que tiene satisfacción eterna. El mundo es un escenario donde el “pan muerto” se ofrece de una manera constante para traer satisfacción a todo lo que es pasajero, banal y transitorio. ¿Sabe usted cuánto dinero se consume todos los días en el mundo para alimentar al cuerpo con la “comida que perece?». Altas sumas de dinero se consumen en la llamada Fisioterapia, con el fin de presentar un cuerpo de delicada figura; no es malo hacer esto, pero se le está dando más importancia al alimento del cuerpo que el alimento del alma. Altas sumas de dinero se consumen en material que despierta todo tipo de sensualidad con el fin de satisfacer las apetencias sexuales. Eso es un “pan muerto” que sólo satisface los deseos, muchas veces ilícitos, de una sociedad que busca más la gratificación del sexo que la gratificación del alma. Altas sumas de dinero se consumen en diversiones innecesarias, en ropas innecesarias, en comidas innecesarias, en viajes innecesarios; todos pueden ser justificados, pero llegan a ser “pan muerto” que satisface un apetito del momento. Jesús se nos presenta como el “pan de vida”. Nada en el mundo puede satisfacer la sed del alma y del espíritu como lo hará él. Sólo Cristo puede traer la vida auténtica y abundante. Como “pan de vida” satisface todo nuestro ser, dándole al individuo seguridad y vida eterna. La palabra que más se resalta en este texto es “vida”. Jesús dice que se trabaje por la “comida que a vida eterna permanece” (v.27). El pan que dio el Padre, “da vida al mundo” (v.33b). La voluntad del Padre es, “que todo aquel que vea al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna…” (V. 40b). Jesús como el Pan de vida dice, “si alguno comiera de este pan, vivirá..” (v. 51b). Habla de él y de su Padre en una condición permanente de vida, dando vida a todos los que a él se acercan (v.57). Nadie queda con hambre cuando conoce este verdadero pan. ¿Ha comido usted de él? ¿Se ha convertido él en el «pan divino» que ha satisfecho su búsqueda
III. LA SATISFACCION PERMANENTE (PAN IMPERECEDERO) v. 49
El pueblo de Israel recibió el maná en el desierto por espacio de cuarenta años sin interrupción alguna. Los organismos internacionales no estarían preparados para alimentar a unos dos millones de personas por tan prolongado tiempo —es lo que se estima que sería el pueblo de Israel que salió de Egipto. Pero no hubo problemas en la producción ni hubo fallas en el transporte. La Biblia simple y llanamente dice que el maná nunca faltó hasta que entraron a la tierra de Canaan: “Y enviaste tu buen Espíritu para enseñarles, y no retiraste tu maná de su boca… los sustentaste cuarenta años en el desierto..” (Neh. 9:20,21) Sin embargo, Jesús dice que “vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron” v.49, indicando con esto lo temporal y transitorio de dicho alimento. Era tanto así que Dios les dio exactas instrucciones para que el maná fuera recogido para cada día, dada su condición perecedera. La generación del maná murió en el desierto. El consumo durante todo ese tiempo no les impidió morir. Ahora Jesús revela un nuevo un “maná” que quien lo come no morirá jamás. Cristo hace una aplicación extraordinaria del maná del desierto con su propia vida. Esto es lo que se conoce en las figuras literarias como el tipo y el antitipo, el símbolo y el significado, la figura y su representación. Detrás del maná que Dios les dio ,y no Moisés, v.32, había un gran asunto de contenido espiritual. Jesús es el Maná que liberta de la muerte espiritual y eterna. En la ocasión que Jesús tuvo con Nicodemo había dicho: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que cree en él tenga vida eterna” (Jn. 3:14, 15) Ahora, y usando otra figura, dice algo parecido de acuerdo al v. 49. El pueblo sólo había visto el pan en las manos de Jesús, pero habían dejado de ver a Jesús como el Pan del cielo. Habían visto cómo dio de comer a toda una multitud con cinco panes de cebada y dos pececillos, pero no habían visto a Jesús como alguien que podía satisfacer y sostener la vida espiritual. La humanidad no ha cambiado. Son muchos los que buscan a Jesús para que les resuelva sus necesidades y problemas temporales. Son muchos los que andan buscando señales para creer, pero no creer para ver señales. Jesús no sólo quiere darnos el “pan nuestro de cada día”, de acuerdo a sus “riquezas en gloria” (Fil. 4:19), si no que desea darnos el Pan que da vida eterna y satisface por siempre v.51
IV. LOS RESULTADOS DE COMER LO ETERNO (PAN QUE CAMBIA) v.40
Jesús ha llevado a sus oyentes al punto de reconocer la verdad espiritual que está detrás de este milagro. Algunos pidieron “este pan” y Jesús les dice que él es el Pan de vida. El no pretendía darles siempre el pan que partió y bendijo. Los hombres tenían que “comer” de Cristo para entender que esta es la única manera de obtener la salvación. Jesucristo como el “pan que descendió del cielo” v.41, trae salvación y vida eterna a los que de esta manera lo aceptan v.47. Jesús dice que quienes lo invitan a sus corazones como el Pan de Vida, tendrán la bendición de ser resucitados por él en el día final v.54. La Biblia nos dice que toda la humanidad tendrá la oportunidad para resucitar en el tiempo del fin. Los unos “resucitarán para verguenza y confusión perpetua”; mientras que otros resucitarán “para vida eterna” (Dn.12:2) Pero mientras los primeros resucitarán para juicio; los segundos, el mismo Cristo se encargará de resucitarlos como garantía de pertenencia eterna. De modo que el resultado de comer de ese pan es vivir para siempre v. 51. Hay una verdad que es sorprendente en todo este texto. Jesús ha enfatizado hasta la saciedad la transformación que produce en la vida el comer este alimento eterno. Con eso él ha querido advertir que mientras los hombres sigan buscando la “comida que perece”, jamás habrá transformación; por el contrario, seguirá habiendo un vacío que nada ni nadie podrá llenar fuera de Cristo. Jesús como el Pan de Vida llena totalmente al hombre cesando su búsqueda de todo lo transitorio. Él tiene más que “dos pececillos y cinco panes” para alimentarnos. Él quiere conducirnos hacia esa clase de pan.
CONCLUSION: Se cuenta de una mujer que fue a un lugar donde vendían pájaros a comprar un loro que hablara. El dueño del establecimiento le vendió uno que estaba garantizado que hablaría. La mujer se lo agradeció y se marchó a su casa con el loro, y allí lo metió en una linda jaula. Dos días después regresó a la pajarería alegando que el loro no había hablado todavía. -¿Le ha puesto usted al loro un espejo en la jaula?- le preguntó el vendedor-. A ellos a veces les gusta mirarse en el espejo y eso les ayudará a hablar. La mujer compró un espejo, se lo llevó a la casa y se lo puso al loro en la jaula. Al día siguiente regresó a la pajarería e informó que no dio resultado. El loro no había dicho ni una sola palabra. -Pruebe con una escalera- le dijo el hombre. A ellos a veces les gusta subirse por las escaleras y eso les estimula para que hablen. Así que la señora se hizo de una escalera y la instaló en la jaula, pero sin ningún éxito. El loro no abrió el pico. -Vea si la da resultado un pequeño columpio donde el loro se pueda balancear -le dijo el dueño del negocio. A todos los pájaros les gusta balancearse. Es muy seguro que con esto el loro hablará. A la mañana siguiente la mujer regresó a la pajarería. -Mi loro murió la noche pasada- dijo con tristeza. ¡Cuánto lo siento! -le respondió el hombre-. ¿Dijo el loro algo antes de morir? -Sí, contestó la mujer-. Antes de exhalar el último suspiro el loro me preguntó: “¿Es que no venden comida en esa pajarería?” (503 Ilustraciones, pág. 292). Con cuánta facilidad compramos espejos para cultivar nuestra vanidad, escaleras para subir más alto en la posición social y columpios para disfrutar del placer de la vida. Pero, ¿dónde está el alimento para nuestra alma?. Jesucristo es el Pan de Vida. Él es el alimento del alma. Vengamos a él y a su Palabra para satisfacer nuestra hambre espiritual.