“…Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; 19porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. 20Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. 21Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. 22Profesando ser sabios, se hicieron necios, 23y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles…” Romanos 1-18,23.
a) …La ira de Dios…( v. 18). Dios no se revela contra el hombre, porque es superior y así lo desea, sino se revela contra las impiedades e injusticias que el hombre comete contra Dios. Es el hombre mismo que comienza por alterar la perfecta armonía que Dios propone al Hombre.
b) Dios mismo se encarga de manifestarse al hombre (v. 19), siempre así lo hizo y lo seguirá haciendo:
En el Antiguo Testamento: Cara a cara, El cordero pascual, los diez mandamientos, los profetas.
En el Nuevo Testamento: A través de Jesucristo y luego El Espíritu Santo.
c) …Las cosas invisibles…( v. 20) Antes de la creación del mundo, NO HABÍA NADA. Todo lo que se ve ahora son las cosas visibles que Dios creó por su poder.
d) ….No tienen excusa…( v. 20) La manera más clara de entender a Dios es ver la creación misma.
¿Puede un hombre dentro de sus cabales, crear vida?
¿Puede el Hombre, crear un árbol desde la nada?
¿Generar una lluvia?
¿Detener la muerte?
Todos estos aspectos y muchos más son los que únicamente Dios tiene el derecho y la potestad de poder manejar, a su voluntad.
“…Como está escrito: No hay justo, ni aun uno;11No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios.12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno…” Romanos 3-10,12.
e)Cuando Dios mira la tierra, ve amargamente la realidad de que no hay un justo sobre la faz de la misma. Nadie puede llegar a decir delante de Dios que es justo, repito “nadie”. Parece un imposible, no poder hallar tan solo un justo en toda la humanidad, pero la palabra de Dios así lo confirma y no porque Dios exija más de lo que se puede llegar a hacer o dar, sino porque el hombre mismo:
“No entiende”, (v. 11) el plan de Dios para su vida.
“No busca a Dios”, (v. 11) le es más fácil seguir sus propios instintos.
“Todos se desviaron”, (v. 12) los placeres pasajeros de la vida fueron más fuertes y agradables que el camino que Dios le marco.
La causa principal de la desobediencia del hombre hacia Dios, se debe a que el Hombre no puede concebir en el fondo de su corazón que otra persona, Dios o lo que sea, pueda manejar su vida y trace un camino a seguir, una senda por donde guiar sus pasos. Siempre el hombre anhela seguir sus propios deseos, sus más bajos instintos y por sobre todas las circunstancias, regir su propia vida, cuando es un don que Dios en su infinita misericordia le confió a él y por lo cual deberá rendir cuentas al final de su existencia.
La puerta para escapar del muro de la culpabilidad.
De la misma manera que existe un muro imposible de superar para el hombre, Dios en su infinita misericordia pone una puerta para poder atravesar el mismo.
Justificados por la fe.
Estamos frente al muro de la culpabilidad, y no podemos escapar del mismo por las fuerzas humanas, entonces Dios pone a su Hijo Jesucristo, el mismo se autodenomina como “La Puerta” (Yo soy la puerta; él que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos). Juan 10. 9. A través de esta puerta tenemos la posibilidad de poder superar el muro solamente por la fe en su hijo Jesucristo. El se abre al hombre para que podamos acceder al reino de los Cielos tan solo por creer en su nombre, la fe depositada en Él nos es el salvoconducto para Dios.
“…Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; 2por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. 3Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; 4y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; 5y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado..”. Romanos 5- 1,5.
a) “…Justificados, pues, por la fe”…Romanos 5: 1.
Justificación: Acto soberano de Dios por el que, por pura gracia y a base de su pacto, declara aceptos ante Él a quienes creen en su Hijo.
La justificación es pues un acto soberano que compete únicamente a la Soberanía de Dios Todopoderoso, ya que ÉL recibe a todo aquel que crea y deposite su vida en las manos de su Hijo, cediéndole el derecho de ser, el que rescata nuestras vidas y no el mismo Dios en persona.
b) “… tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo..”(v. 1)
Cuando no teníamos paz, nos dio paz en nuestra vida por medio de aquel que es LA PAZ.
c) “… tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes…” (v. 2)
Pablo hace una declaración de rotunda: No solamente se puede salir de la culpabilidad sino que dará a nuestra vida firmeza, en nuestras creencias, también firmeza en nuestras decisiones. En Cristo Jesús se puede estar firme.
2- El muro de las tendencias pecaminosas.(concupiscencias de la carne.).
El muro de las tendencias pecaminosas, nace de la misma carne del hombre, es algo que afecta la vida del hombre y de lo cual no se puede culpar a otros ya que nosotros mismos somos los que tomamos las decisiones, según nuestras concupiscencias.
Concupiscencias: Palabra que describe las emociones del alma, la tendencia natural hacia lo malo. Tales concupiscencias no son necesariamente ruines e inmorales; pueden ser de carácter refinado, pero son malas si son incoherentes con la voluntad de Dios.
“…Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. 16Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. 17De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. 18Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. 20Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
21Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. 22Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. 24¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?…” Romanos 7- 15,24.
a)“…Porque lo que hago, no lo entiendo…” (v. 15) Pablo pone una duda en el hombre, la cual es difícil de razonar para el mismo, dice, lo que hago no lo entiendo y así sucede ya que muchas veces obramos de la manera que no quisiéramos, hacemos lo que aborrecemos, deseamos lo que sabemos no podemos tener.
b) “…De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí…” (v. 17) ¿Puede el pecado morar en el hombre? La respuesta es si. El alma puede ser limpia de pecado por la sangre de Jesucristo, pero la carne es débil, posee la tendencia a la trasgresión de las leyes de Dios.
c) “… Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien…”(v. 18) El apóstol Pablo nos rebela el hecho trascendental de que el personalmente SABE que en su cuerpo no mora el bien, por lo cual si no mora el bien, ¿Qué es lo que hay en el cuerpo del hombre?
d) La repuesta está en el Vers. 21: “…hallo esta ley: que el mal está en mí…” Esta es la esencia del hombre en si, es un portador del mal y constantemente está viendo sus propios intereses y negando al Dios que le dio la vida y la razón de vivir.
e) “…¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? (v. 24) Miserable de nosotros, ya que no podemos librarnos de este cuerpo físico. Al igual que el apóstol Pablo usted y yo nos encontramos atrapados en este cuerpo que tiene muchísimas limitaciones, necesitamos del descanso, de la alimentación, protegerlo de la temperatura del día, de las inclemencias del tiempo. Todo eso sin tener en cuenta que con el correr del tiempo se va desgastando y cada día que pasa el hombre se encuentra más limitado en lo que puede llegar a hacer, incluso limitado en su memoria y razonamiento, hasta que un día superado por las carencias deja de funcionar, lo cual nos pone cara a cara con la muerte y la condenación.
La puerta para escapar del muro de las tendencias pecaminosas, La Regeneración.
Jesucristo dice: “…Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos…” Juan 10. 9. Él es la puerta, que nos hace superar “el muro de la culpabilidad universal”, a través de la Fe depositada en su nombre, al hallarnos con el siguiente muro, Jesucristo vuelve a ser la puerta que nos conduce a los pastos (v. 9) que saciarán nuestra alma y nos transformarán en nuevas criaturas. Para ello, será necesario “nacer de nuevo”. No es fácil de entender esto de un nuevo nacimiento, Nicodemo era maestro de la ley y no lo entendió (Juan 3: 1-11), aunque nos cueste entenderlo, nos es necesario ser regenerados por el Espíritu Santo de Dios.
Regeneración: Cambio radical que el Espíritu Santo realiza en el hombre cuando este, habiendo oído y creído la palabra de Dios, recibe a Jesucristo como Salvador. La persona pasa del dominio del pecado al dominio del Espíritu, e inicia el crecimiento y el progreso espirituales cuya meta es la perfección, el llegar a ser semejante a Cristo.
La regeneración se diferencia de la ® Justificación en que esta es un cambio en nuestra relación con Dios, mientras que aquella es un cambio en nuestra naturaleza moral. Ambas, sin embargo, son experiencias simultáneas provenientes de la gracia divina. La justificación es necesaria por la causa sé la culpabilidad del hombre, la regeneración es necesaria, a causa de la corrupción del hombre.
“…Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 2Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. 3Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; 4para que la justicia de la ley se *****pliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu…” Romanos 8-1,4.
a) “…Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús…” ( v. 1)Esta es una declaración de inocencia para los cristianos nacidos de nuevo, nosotros estábamos en una larga fila de los condenados a muerte a causa de las concupiscencias de nuestra carne, pero a causa de Jesús y de la llenura del Espíritu Santo, ya no hay más condenación y podemos pasar y gozarnos de las maravillas de Dios.
b) “…la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús…” (v. 2) Este Espíritu estuvo en la creación del universo, es el que transforma nuestra manera de pensar y ver todas las cosas.
c) “…por cuanto era débil por la carne…” (v. 3) Ciertamente éramos muy débiles en la carne, cuando morábamos en valles de sombra de muerte, pero el poder de Dios se perfecciona en la debilidad y nos da la fortaleza para superar la tentación de la carne.
d) “…condenó al pecado en la carne…” (v. 3) El pecado fue condenado en la cruz del calvario, el veredicto fue: permanecer en la carne. Por eso, a los que andan en el Espíritu de Dios no están condenados, si los que andan conforme a los deseos de la carne.
“…Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí…” Salmo 55: 10.
El rey David, estaba seguro que debía tener un corazón limpio, el cual sería obra de Dios, un corazón nuevo, por eso decía “crea en mi”, no podía ni debía ser obra de él mismo, solamente Dios podía hacerlo, solo de esa manera tendría “ un espíritu recto”, renovado. El corazón debe ser regenerado, el espíritu debe ser renovado. 3- La elección soberana de Dios.
Este es el muro de la elección soberana de Dios, al cual no podemos superar por nosotros mismos.
Muchas veces nos preguntamos, porque
“…ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. 8Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes. 9Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo. 10Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre 11(pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), 12se le dijo: El mayor servirá al menor. 13Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí.
14¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. 15Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. 16Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. 17Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra…” Romanos 9-7,18.
Misericordia: Aspecto compasivo del Amor hacia el ser que está en desgracia o que por su condición espiritual no merece ningún favor. La misericordia y la gracia son actitudes y disposiciones muy semejantes en Dios; mientras que la primera trata al hombre como un ser miserable, la segunda lo toma como culpable.
a) “…Tendré misericordia del que yo tenga misericordia…” (v. 15) Es un concepto errado del hombre natural o mundano, que puede cambiar la voluntad de Dios o negociar una petición, o utilizar a Dios como un simple proveedor de cosas materiales. La escritura es clara en este aspecto: El hombre no puede manejar a Dios. Él tiene el control, la autoridad y el dominio absoluto de toda decisión, nadie por esfuerzo propio, puede llegar a cambiar la voluntad de Dios.
Compasión: Sentimiento íntimamente ligado con la demostración del amor, que en la Biblia se expresa con el término hebreo rakhamin y el griego splagjna. El primero designa en el Antiguo Testamento el sentimiento paternal de Dios (Dt 13.17; Sal 103.13; Is 49.15; Os 11.8), y el segundo denota la disposición y actitud de Jesús frente a las personas (Mt 9.36; 14.14; 15.32; Mc 6.34; Lc 7.13). Ambos, sin embargo, hablan del más profundo sentimiento. Literalmente, «sentir con las entrañas».
b) “…y me compadeceré del que yo me compadezca…” (v. 15) De la misma manera Dios tiene compasión de quien Él quiere, volvemos al concepto anterior, Nadie, por más que se esfuerce puede lograr compadecer a Dios de su vida. Dios siente compasión por la necesidad extrema de las personas (2 S 12.22; Is 54.7, 8). Cristo encarna esa compasión divina y la enseña con actos y palabras (Mt 18.27ss; Lc 10.30ss; 15.20). Es la compasión de Cristo la que se espera del cristiano.
c) “…Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia…” Romanos 9: 16. Por más esforzado que sea el hombre, por más que corra en su vida, el muro seguirá infranqueable delante de él, ya que es de Dios la elección soberana y toda determinación en nuestras vidas.
La puerta para escapar del muro de la elección soberana.
La oportunidad universal.
“…porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo…” Romanos 10-13.
En esta oportunidad, la puerta es potestad de Dios Padre, él toma la decisión soberana, que en el momento del juicio final, Todo aquel que haya invocado y confesado en Nombre del Señor Jesucristo, será salvo. La palabra «confesar» (griego homologeo) tiene la connotación de «una responsable declaración pública por la cual se establece una relación legal mediante un contrato». Por nuestra parte, con nuestras palabras «contratamos» la salvación que por su parte Dios ha proporcionado mediante la obra y el poder de Cristo, y esto es un principio en la vida.
El Padre, en una gesto hacia el hombre, da salvación a aquel que confiese no su nombre, sino el de su Hijo.
Conclusión:
Vemos en este estudio, como se revela la mano de Dios, extendida hacia el hombre, que no se merecía nada, sin embargo El Padre le dio la oportunidad universal de elegirlo para el Reino de los Cielos. Jesucristo, el autor y consumador de la fe, la posibilidad de entrar en el Reino por la fe en su nombre. Finalmente el Espíritu Santo que nos transforma para poder ser dignos hijos de Dios. Toda la Deidad de Dios extendiendo su mano de amor para favorecer a toda la humanidad.
También podemos decir que: ¡En Dios, todo se puede!!!