El se mostró encantado de decirles que la había sacado de la Biblia, que ellos habían considerado con desprecio y burla y en la que pensaban que no había nada bueno.
Es libro de Rut es, sin duda, una obra maestra literaria. Es una preciosa historia de un romance y me pregunto de qué modo aparecería en algunas de nuestras revistas romanticas. Casi puedo ver los titulares, que dirían algo así como COMO ENCONTRO UNA MUJER LA FELICIDAD en los brazos de un segundo marido. Es un libro que despierta la imaginación, porque a través de todo él se encuentra entrelazado el cautivador tema del amor y del romance.
Aunque la historia misma es preciosa, es la historia que se oculta tras el relato, es decir, su significado e importancia, lo que es simplemente fascinante. El libro de Rut es una de esas preciosas imágenes del Antiguo Testamento, que ha sido diseñada por Dios mismo para servir de ejemplo sobre las verdades dramáticas de la fe cristiana, expuestas en el Nuevo Testamento. Es una historia puesta en palabras, de la manera que el Antiguo Testamento ilustra la verdad que encontramos luego en el Nuevo, como nos dice en Iª de Corintios:
«Estas cosas les acontecieron como ejemplos [o advertencias, literalmente como símbolo] y están escritas para nuestra instrucción, para nosotros sobre quienes ha llegado el fin de las edades. » (Iª de Cor. 10:11)
Es la historia del romance de la redención.
Las cuatro partes en que se divide el libro, siguen la pista de cuatro pasos de gran importancia en la obra de la redención y el libro empieza con la introducción de los personajes:
«Aconteció en los días en que gobernaban los jueces, que hubo hambre en el país. Entonces un hombre de Belén de Judá fue a vivir en los campos de Moab, con su mujer y sus dos hijos. El nombre de aquel hombre era Elimelec y los nombres de sus dos hijos Majlón y Quelión. Ellos eran efrateos de Belén de Judá. Llegaron a los campos de Moab y se quedaron allí. Pero Elimelec, marido de Noemí, murió; y ella quedó con sus dos hijos, los cuales tomaron para sí mujeres moabitas. El nombre de la una era Orfa y el de la otra Rut. Habitaron allí unos diez años. Y murieron también los dos, Majlón y Quelión, quedando la mujer sin sus dos hijos y sin su marido.» (Rut 1:1-5)
En estos cinco cortos versículos nos presentan a una serie de personalidades que son la clave de este libro.
Una de las claves para hacer que el Antiguo Testamento se convierta en un libro vivo es aprender el significado de los nombres de los protagonistas, porque Dios ha ocultado tras ellos grandes verdades. La historia de Rut empieza con un hombre que se llamaba Elimelec, que significa «mi Dios es rey. Ese nombre abarca, de por sí, toda la doctrina del hombre, «Mi Dios es rey. «En el principio creó Dios los cielos y la tierra. (Gén. 1:1) La Biblia nunca discute la existencia de Dios porque el Dios de la Biblia es el Dios que es, el que existe. De principio a fin no encontrará usted nunca una disertación apologética sobre si Dios existe o no. La Biblia comienza con Dios como un hecho. La existencia de Dios es un tema que depende por entero de la revelación innata dada al corazón humano. Por lo tanto, el hombre admite que Dios existe o niega su existencia, una de dos. El hombre ha sido creado para reconocer su existencia y no hay esperanza para él si no lo hace. Como nos dice en Hebreos 11: «Porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe. (Heb. 11:6) Dios es y no resulta difícil creer que es porque a todo nuestro alrededor brilla su luz y resulta mucho más difícil creer que Dios no es. Solamente aquellos que han sido educados más allá de su inteligencia acaban por convencerse a sí mismos de que no hay Dios. Toda la historia del hombre empieza con ese importante hecho de que Dios es.
Pero hay más: «Mi Dios es rey y hablamos del «Dios que es, es decir, el que es mi Dios y eso significa que el «Dios que es está a mi alcance como hombre. El Dios que existe y que ha creado el universo se ha puesto totalmente al alcance del hombre. Hebreos 11:6 continua diciendo: «el que se acerca a Dios crea que él existe y que es galardonador de los que le buscan. Jesús dijo: «Buscad y hallaréis. (Mat. 7:7) Si un hombre no ha encontrado a Dios es sencillamente porque no se ha molestado en buscar porque cualquier hombre que quiera venir a él descubrirá las realidades de Dios, captará el hecho de Dios, y experimentará la persona de Dios, y lo que necesita es sencillamente empezar a buscarle porque Dios está a cada paso al alcance del hombre que empieza a buscarle. Entonces se convierte en «mi Dios y esa era la relación que tenía el hombre con Dios, en su inocencia. En el Salmo 8 leemos una de las declaraciones más asombrosas que hizo David:
«Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has formado, digo ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes; y el hijo del hombre para que lo visites?» (Salmos 8:3, 4)
A continuación el salmista responde a su propia pregunta:
«Tú…le has coronado de gloria y de honra. Le has hecho señorear sobre las obras de tus manos…» (Salmos 8:5, 6)
He aquí una tercera faceta de ese nombre «mi Dios es rey. Al hombre le ha sido dado dominio sobre todo el universo que Dios ha creado, pero solamente cuando él mismo se somete al dominio del Dios que le ha creado. Al someterse al dominio de «mi Dios (todo cuanto soy está a mi disposición), comenzó a ejercer dominio sobre todo lo que había en el resto del mundo. Cuando se sometió al dominio le fue dado dominio. Después de citar el versículo del Salmo 8, el escritor de Hebreos dijo:
«…pero ahora no vemos todavía todas las cosas sometidas a él. Sin embargo, vemos a Jesús, quien por poco tiempo fue hecho poco menor que los ángeles…para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.» (Heb. 2:8-9)
Vemos a Jesús. Cuando vino Jesucristo vino, no lo hizo para actuar como Dios, sino como hombre, sujeto al dominio de Dios y todo el dominio le había sido dado. Como él dijo:
«Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.» (Mat. 28:18)
¿Por qué? «Porque dijo, «me he sometido totalmente al dominio de mi Padre. Esa es la verdadera relación del hombre con Dios. Por lo tanto, cuando Adán mantuvo esa clase de relación, todo el universo se sometió a su dominio porque su «Dios es rey. Estamos hablando del hombre en su inocencia.
Elimelec se había casado con una mujer que se llamaba Noemi, que significa «placer. En la unión de estos dos nombres tenemos toda la doctrina acerca de la caída del hombre. Cuando Satanás se acercó a Eva en el jardín del Edén le dijo: «–¿De veras Dios os ha dicho: No comáis de ningún árbol del jardín,? (Gén. 3:1) Mediante esta pregunta tan astuta, estaba sugiriendo que Dios les estaba negando lo que le produciría placer. Entonces le puso la fruta delante y le dijo: «Tiene buen aspecto ¿a que sí? Y te voy a decir una cosa: sabe mejor de lo que parece. Y si la pruebas, descubrirás que te volverá más sabia.
El demonio, en su astucia, no colocó ante Eva una tentación que ella reconocería como tal, sino que le hizo una proposición de lo más encantadora. Le sugirió que si cogía aquella fruta, que Dios en su soberanía les había prohibido para poner a prueba su obediencia, se le concedería la habilidad de volverse como Dios. Se introduciría en un nuevo dominio, dejando a un lado su propia actividad independiente y se convertiría en «dios sin Dios. El hombre le ofreció al hombre el placer.
Cuando «mi Dios es rey se casó con «placer transgredió los límites que Dios le había puesto, buscó su propio placer antes que buscar a su propio Dios. En el Nuevo Testamento leemos que así son aquellos que aman el placer en lugar de amar a Dios. Ese es el espíritu de la época y lo ha venido siendo a lo largo de todos los siglos. En el matrimonio de Elimelec y Noemi tenemos una imagen del hombre caído.
Este matrimonio tenía dos hijos, que se llamaban Majlón y Queilón. Majlón quiere decir «enfermo y Queilón «añoranza. ¡Imaginese poner a sus hijos esos nombres! ¿Qué le parecería ir a una casa y tener que preguntar por estos dos niños, Majlón y Queilón? Ahí está el pequeño Majlón en un rincón, enfermo, pálido y con fiebre, debatiéndose entre la vida y la muerte y el pequeño Queilón no es mas que piel y huesos, consumiéndose. Cuando estos niños se hicieron mayores se fueron al país de Moab. Mientras se encontraban allí (leemos) se casaron con muchachas que eran moabitas, que se llamaban Rut y Orfa. Orfa significa «cervato, un cervatillo de corta edad, y en inglés la palabra también tiene otro significado, el de un amor superficial, quiere decir estar prendado de alguien, una especie de amor o atención superficial. Rut quiere decir «belleza.
La próxima cosa que leemos es que Elimelec se murió. Luego murieron Majlón y Queilón, los tres, y esto encaja perfectamente con la imagen que nos ofrecen las Escrituras sobre la caída. Después de que Adán y Eva se vieron excluidos del Jardín del Edén leemos que tuvieron un hijo, Abel, que fue asesinado por su hermano Caín. A continuación leemos acerca de las generaciones de Adán, que tuvo otro hijo al que llamó Set y también Set murió, pero Set tuvo un hijo que se llamó Enos y este hijo murió, y murió, y murió y murió. A lo largo de todo ese largo capítulo suena la campana de la muerte una y otra vez. Cuando «mi Dios es rey se casa con «placer el resultado es la muerte. Aquí en la tierra de Moab mueren estos tres hombres y dejan atrás a tres pobre viudas, con el corazón destrozado.
La parte principal de la historia comienza con estas tres viudas en la tierra de Moab. Leemos que Noemi decidió regresar a su tierra en Belén de Judá. Las dos mujeres habían prometido acompañarla a su tierra y cuando se pusieron en camino y llegaron más allá de Moab, Orfa no hacía más que quedarse atrás. Por fin Noemi se dio cuenta de que el viaje no le hacía feliz a Orfa, que lo que deseaba era volver a Moab. De modo que Noemi despidió a Orfa con un beso y la envió de vuelta. Noemi le preguntó a Rut: «¿quieres volverte tú también? Entonces fue cuando Rut dijo aquellas maravillosas palabras que con frecuencia escuchamos decir a la novia al novio cuando contraen matrimonio, estando ambos ante el altar:
«–No me ruegues que te deje y que me aparte de ti; porque a dondequiera que tú vayas, yo iré; y dondequiera que tú vivas, yo viviré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios…» (Rut 1:16)
En estas dos muchachas encontramos una preciosa imagen de las dos clases de entrega que se hacen a Jesucristo. Muchas, muchas veces se encontrará usted con que dos personas, que en el mismo momento y bajo las mismas circunstancias se hallan ante la misma verdad, se entregarán a Jesucristo, pero una de ellas es una entrega más emotiva y esta clase de personas se sienten, en ese momento, emocionalmente motivadas y atraidas por alguna visión supñerficial de la persona de nuestro Señor o de su gloria o por algo que esperan obtener mediante su entrega. No se encuentran realmente con el Señor en el santuario de su espíritu. En ese momento no podemos ver la diferencia entre esa clase de entrega y la verdadera entrega porque las dos son muy parecidas, pero al seguir las dos la vida cristiana, una de ellas comienza a quedarse atrás y por fin, como Orfa, llega a un punto en que dice: «no puedo seguir adelante. Leemos que Orfa se dio la vuelta y regresó junto a su pueblo y sus propios dioses. Lo que había sucedido había sido solo un cambio superficial, porque habían sido siempre su propio pueblo y sus propios dioses.
Pero en Rut vemos la maravillosa entrega al decir: «dondequiera que vayas iré yo. Seré totalmente tuya, en cuerpo, alma y espíritu. «Dondequiera que te alojes, lo haré yo, tu pueblo se convertirá en mi pueblo y tu Dios será mi Dios. Moriré donde tú mueras y no regresaré jamás. Leemos en el versículo 19: ´ «Caminaron ellas dos hasta que llegaron a Belén. Y aconteció que cuando entraron en Belén, toda la ciudad se conmovió a causa de ellas y decían: –¿No es esta Noemí? Y ella les respondía: –No me llaméis Noemí, llamadme Mara… Noemí significa «placer, pero Mara quiere decir «amargura. Continua diciendo:
«porque el Todopoderoso me ha hecho muy amarga mi vida.» (1:19-20)
Elimelec se casó con «placer pero el resultado fue «amargura. Cuando «mi Dios es rey se casa con «placer éste se convierte en «amargura. ¿Por qué habían ido aquellas mujeres a Belén? Leemos que «oyó allí que Jehová había visitado a su pueblo para darle pan. (Rut 1:6). El Señor Jesús nació en Belén y dijo: «Yo soy el pan de vida (Juan 6:35) De modo que habían ido al lugar donde Dios había visitado a su pueblo y les había dado pan. De la amargura del primer capítulo, nos encontramos con la obra de la gracia en el capítulo dos, versículo uno:
«Noemí tenía un pariente de su marido, un hombre de buena posición en la familia de Elimelec, el cual se llamaba Boaz.»
El nombre Boaz significa «fortaleza, un hombre fuerte y rico.
«Y Rut la moabita dijo a Noemí: –Permiteme ir al campo para recoger espigas tras aquel ante cuyos ojos yo halle gracia. Y ella le respondió: –Ve, hija mía.» (2:2)
Llegaron a Belén, sumidas en la amargura de su viudedad, sin ayuda, ni hogar ni esperanza alguna. La única opción que les quedaba era la de la destitución y la bancarrota, pero de algún modo Rut se las ingenia para saber qué hacer cuando llegan allí, porque le dice a su suegra: «Dejame ir al campo a recoger espigas entre las mazorcas para que pueda hallar gracia. Está buscando la gracia o el favor. Seguramente en el largo y agotador trayecto de regreso estas dos mujeres debieron de hablar acerca de lo que harían cuando llegasen a Belén. Rut debió decirle: «Noemí, las dos somos viudas y no tenemos maridos que se hagan cargo de nosotras. ¿Cómo vamos a sustentarnos cuando lleguemos? No tenemos dinero, no tenemos propiedades que podamos convertir en dinero. ¿Qué es lo que vamos a hacer cuando lleguemos allí? Noemí debió de recordar la provisión de Dios para el pueblo de Israel, para los destituidos y los que estaban en la bancarrota legal:
«Cuando seguéis la mies de vuestra tierra, no segarás hasta el último rincón de tu campo ni recogerás las espigas en tu campo segado. Tampoco rebuscarás tu viña ni recogerás las uvas caídas de tu viña. Las dejarás para el pobre y para el extranjero. Yo, Jehová vuestro Dios.» (Lev. 19:9, 10)
Dios habia provisto para los pobres. Cuando llegaron a Israel Rut y Noemí, se encontraron en una situación de pobreza y no se dijeron a sí mismas: «Hemos estado ausentes y las gentes se pensarán que nos hemos hecho ricas en Moab. Tal vez deberíamos abrir una cuenta en la tienda y vivir durante un tiempo del crédito. Si podemos actuar como si fuesemos ricas, todo el mundo dará por hecho que somos realmente ricas y tal vez podamos idear algún plan para ir arreglandonos. De haber hecho eso, se hubieran enfrentado con una catástrofe, pero en lugar de ello, Rut se colocó en su situación de pobreza y fue en busca de gracia y debido a que la buscó, la encontró. Si busca usted gracia, la encontrará.
«Ella fue y espigó en el campo tras los segadores. Y dio la casualidad de que la parcela del campo pertenecía a Boaz, que era de la familia de Elimelec…» (2:3)
¿Ha descubierto usted alguna vez la «manifestación de la gloria de Dios en su propia vida? ¿Cuántas veces ha pensado usted que las cosas han pasado de manera accidental y luego ha descubierto que ha sucedido por voluntad divina que se hallase usted donde se hallaba? ¿Se acuerda del bajito Zaqueo subido en el sicómoro? (Lucas 19:2) Sucedió que «casualmente fue el árbol bajo el cual se colocó Jesús. Y el bajito, gordito y calvo Zaqueo, agarrado a la rama del sicómoro, miró hacia abajo y se felicitó a sí mismo porque no quería que nadie se diese cuenta de que tras aquella fachada de hombre de negocios se ocultaba un corazón que buscaba. Y sucedió «casualmente que el Señor Jesús miró hacia arriba, le vio allí, le llamó por su nombre y le dijo que bajase del árbol. ¿Sucedió por casualidad? Jesús sabía su nombre y Zaqueo estaba allí por voluntad divina.
Cuando la mujer de Samaria fue al pozo, sucedió que «por casualidad fue a la hora del mediodía y se encontró allí a Jesús sentado. (Juan 4:7) Sucedió casualmente, por voluntad divina. Cuando Nicodemo fue a Jesús de noche, casualmente se encontró con que Jesús estaba aún levantado (Juan 3:1). Posiblemente se sorprendería mucho al encontrarle, sin darse cuenta de que el Señor sabía que iba a ir y le estaba esperando por voluntad divina.
Y a continuación nos encontramos con el maravilloso relato del «muchacho que conoce a la muchacha y esa historia nunca pasa de moda, ¿no es cierto? Rut estaba cogiendo espigas en el campo y Boaz la vio y le preguntó a sus obreros: «¿Quién es esa joven? Ellos le dijeron quién era y Boaz fue a conocer a Rut. No nos dice exactamente cómo sucedió, pero si usa usted su imaginación santificada se dará usted cuenta de que al principio debió resultar un tanto difícil. Ella estaba allí trabajando (recogiendo el grano aquí y allí) cuando se le acerca un hombre atractivo, evidentemente un hombre rico a juzgar por su ropa, y ella baja la vista, no atreviéndose a mirarle directamente.
El se apoya primero sobre un pie y luego sobre el otro, se aclara la garganta un par de veces y finalmente le dice: «Shalom y ella levanta la vista y le contesta «shalom. A continuación él le dice: «Escuchame, hija mía, no recojas espigas en otro campo ni te marches de este, mantente cerca de las otras mujeres. Ella se siente animada por sus palabras y él continua diciendole: «Que tus ojos se fijen en el campo donde ellas recogen las espigas y ve tras ellas. He encargado a los hombres que no te molesten. Ella se pregunta lo que está pasando y finalmente le pregunta:
«¿Por qué he hallado gracia ante tus ojos, para que tú te hayas fijado en mí, siendo yo una extranjera?» (2:10)
«Boaz le respondió diciendo: –Ciertamente me han contado todo lo que has hecho por tu suegra después de la muerte de tu marido, y que has dejado a tu padre, a tu madre y la tierra donde has nacido, y has venido a un pueblo que no conociste previamente.»
«Puede que yo sea un extraño para ti, pero tú no lo eres para mi. Te preguntas cómo ha sucedido esto, pero he averiguado quién eres. Esta es la antigua historia del perdido y culpable pecador al encontrarse con Jesucristo. Puede que para nosotros sea un extraño, pero nosotros no lo somos para él.
Al seguir leyendo este maravilloso capítulo, se encontrará usted con que Boaz da instrucciones a sus hombres de que dejen caer un poco de grano aquí y allí a fin de aumentar la cantidad de espigas que ella está recogiendo en el campo. Ella descubre, ante su sorpresa, que los trabajadores son sin duda los más descuidados de todo el reino de Israel, porque se dejan enormes cantidades de grano en la tierra. Cuando regresa a casa esa noche, con el delantal lleno de mazorcas, golpea el trigo y le entrega a Noemí todo un efa, que viene a ser como una cesta entera de cebada. Noemí la saluda y le pregunta: «¿Dónde has estado trabajando hoy? A lo que Rut le responde: «Estuve recogiendo espigas en el campo de un hombre que se llama Boaz.
Noemí le respondió:
«¡Sea él bendito de Jehová, pues no ha rehusado su bondad ni a los vivos ni a los que han muerto!…El es uno de los parientes que nos pueden redimir.» (2:20)
La palabra hebrea para pariente es literalmente «uno que tiene derecho a redimir. Y si mira usted lo que dice en Deuteronomio 25, verá usted a lo que se está refiriendo:
«Si unos hermanos viven juntos y muere uno de ellos sin dejar hijo, la mujer del difunto no se casará fuera de la familia con un hombre extraño. Su cuñado se unirá a ella y la tomará como su mujer, y consumará con ella el matrimonio levirático. El primer hijo que ella dé a luz llevará el nombre del hermano muerto, para que el nombre de éste no sea eliminado de Israel.» (Deut. 25:5, 6)
En otras palabras, el derecho a la redención es el derecho a producir vida de la muerte; restablecer la vida de lo que estaba muerto y aquí tenemos el caso de uno que tenía derecho a redimir.
En el versículo tres leemos acerca de la eliminación de las deudas. Al leerlo es posible que nos cause la impresión de que Rut se comporta de un modo un tanto presuntuoso y poco femenino, pero la verdad es que está actuando bastante estrictamente, de acuerdo a la ley de Israel. Cuando Boaz se tumba junto a su montón de grano, ella va y le destapa los pies y se tumba junto a él. El descubre que allí hay alguien y pregunta quién es. Ella se identifica y entonces él le dice a Rut:
«–Jehová te bendiga, hija mía. Esta última acción tuya es mejor que la primera, porque no has ido tras los jóvenes, sean pobres o ricos.» (3:10)
De este modo, ella había manifestado que estaba de acuerdo con que él ejerciese su derecho a redimirla, una acción que está perfectamente bien dentro del marco de la ley de Israel, de modo que Boaz le dice:
«Ahora, pues, no temas hija mía. Yo haré por ti, todo lo que tú digas, pues todos en la ciudad saben que eres una mujer virtuosa. Ahora bien, aunque es cierto que yo soy pariente redentor…»
Eso es lo que ella deja claro por su manera de actuar, pero Boaz sabía además otra cosa:
«…hay otro pariente redentor más cercano que yo. Pasa la noche; y cuando sea de día, si él te redime, está bien; que te redima. Pero si él no te quiere redimir, ¡vive Jehová, que yo te redimiré!… » (3:11-13)
Hay un obstáculo que es preciso salvar antes de que pueda actuar como redentor. Si pasamos a la primera parte del capítulo cuatro, veremos de qué modo demostró su interés y se libró del obstáculo:
«Boaz subió a la puerta de la ciudad y se sentó allí. Y he aquí que pasaba por allí aquel pariente redentor del cual había hablado Boaz, y éste le dijo: –¡Eh, Fulano! ¡Ven acá, y siéntate! El fue y se sentó. Entonces Boaz tomó a diez hombres de los ancianos de la ciudad y les dijo: –Sentaos aquí. Y ellos se sentaron [como testigos]. Entonces dijo al pariente redentor: Noemí, que ha vuelto de los campos de Moab, vende la parte del campo que tuvo nuestro hermano Elimelec. Yo pensé hacertelo saber, y decirte que la adquieras, en presencia de los que están sentados aquí y en presencia de los ancianos de mi pueblo.»
Se ha reunido el tribunal.
«Si quiere redimir, redime. Si no quieres redimir, decláramelo para que yo lo sepa; porque no hay otro que pueda redimir excepto tú, y yo, después de ti.» (4:1-4)
¿No se imagina usted a Rut y a Noemí escondidas detrás de un arbusto, escuchando lo que está sucediendo y preguntándose lo que diria aquel hombre? (No sé el aspecto que tendría, pero me lo imagino con una larga barba pelirroja y posiblemente alrededor de 75 años de edad. Y Rut no se atrevía ni a respirar, porque si aquel hombre redimía la tierra, también estaría comprando a Rut y sin duda su corazón le latiria con gran fuerza. Entonces Boaz habló, jugándose la carta que había guardado en reserva:
«El mismo día que adquieras el campo de manos de Noemí, deberás también adquirir a Rut la moabita, mujer del difunto, para restaurar el nombre del difunto a su heredad.» (4:5)
Cuando su pariente se enteró de aquello dijo:
«No puedo redimir para mí, no sea que perjudique mi propia heredad.» (4:6)
Y Rut sintió un tremendo alivio. ¿Qué representa esta imagen? Recordemos que se nos dice que la ley ha sido dada a los hombres como un redentor aparente. (Rom. 7:10) Moisés había dicho: «si guardas…mis mandamientos…entonces vivirás. (Deut. 30:16) De modo que la ley tiene el derecho más directo, en cuanto a redimir, porque es algo inherentemente relacionado con la humanidad, pero hay un problema con la ley, que solamente puede redimir exterior y nunca interiormente. Solamente puede controlar nuestros asuntos y actividades exteriores, pero nunca tiene nada que ver con los motivos del corazón. Cuando se encomienda a la ley la labor de cambiar la naturaleza interna del hombre, cambiando sus motivos, de modo que sienta deseos de hacer el bien, la ley tiene que confesar: «no puedo conseguirlo. En Romanos 8:3 y 4 leemos:
«Porque Dios hizo lo que era imposible para la ley, por cuanto ella era débil por la carne: habiendo enviado a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justa exigencia de la ley fuese *****plida en nosotros…en Jesucristo.»
Cuando el obstáculo fue eliminado, Boaz se ocupó de redimir a Rut:
«Entonces Boaz dijo a los ancianos y a todo el pueblo: Vosotros sois testigos hoy de que adquiero de mano de Noemí todas las cosas que pertenecieron a Elimelec y todo lo de Quelión y de Majlón.» (4:9)
«…y de que también adquiero, para que sea mi mujer, a Rut la moabita, que fuera mujer de Majlón, para restaurar el nombre del difunto a su heredad, a fin de que el nombre del difunto no se borre de entre sus hermanos ni de la puerta de la ciudad. Vosotros sois testigois hoy…» (4:10)
El Señor Jesús dejó su gloria en el cielo y vino a la tierra como nuestro redentor a morir en la cruz. Compró todo el estado caído de Adán a favor de cada uno de los habitantes de la tierra, sin excepción. Cada hombre, mujer y niño en este mundo ha sido redimido ya por la gracia de nuestro Señor Jesucristo. El había comprado todo el estado caído de los hijos de Adán, fuesen quienes fuesen, Majlón, Queilón y Elimelec. ¿Pero dónde se encontraba Orfa en esta imagen? Rut estaba dispuesta a aprovechar todo el valor de lo que Boaz había hecho a su favor y también Orfa pudo haberlo disfrutado, pero debido a que regresó a su propio pueblo y a sus propios dioses, no tuvo parte de la herencia. Aunque Boaz compró toda la herencia de su esposo además de comprar a Rut, Orfa se pierde en esta imagen porque se dio la vuelta y regresó de nuevo junto a su propio pueblo y sus propios dioses.
Pero acerca de Rut leemos:
«Boaz tomó a Rut, y ella fue su mujer. El se unió a ella, y Jehová le concedió que concebiera y diera a luz un hijo. Entonces las mujeres decían a Noemí: –¡Alabado sea Jehová, que hizo que no te faltase hoy un pariente redentor! ¡Que su nombre sea celebrado en Israel! El restaurará tu vida y sustentará tu vejez…» (4:13-15a)
El niño que habría de nacer de aquella unión, de la «fortaleza del redentor y de la «belleza de la humildad, será un restaurador de la vida. Este es el ministerio de Jesucristo, el que nos restaura la vida: él toma a los muertos y aquellas cosas relacionadas con la muerte en nuestras vidas, y las reemplaza por la vitalidad y la vida. Entonces leemos:
«Noemí tomó al niño, lo puso en su seno [como cualquier buena abuela] y fue a su ama. Y las vecinas le dieron nombre, diciendo: –¡Un hijo le ha nacido a Noemí! Y le pusieron por nombre Obed. El fue el padre de Isaí, padre de David.» (4:16-17)
¡Y del Señor Jesucristo! Porque está escrito que Cristo fue el hijo de David. Rut es una de las antepasadas del Señor Jesucristo y su nombre es grande en Belén, tal y como las gentes habían anunciado que sería.
El nombre del niño, Obed, quiere decir «alabanza, haciendo que nuestra historia sea completa…
Cuando Elimelec, «mi Dios es rey se casó con Noemí «placer cayó en la amargura de la muerte. De ahí sale Rut, la belleza de la humildad, ocupando su lugar como una extranjera destituida, dependiendo del favor de Boaz «el fuerte, rico y poderoso. El la redime y la une a sí mismo en matrimonio. Cuando «belleza se casa con «fortaleza la casa se llena de «alabanza. ¿No es esta una imagen maravillosa?
Ahora pasemos al segundo libro de Rut. Oh, se me olvidó, no está en la Biblia ¿verdad? Pero está escrito en muchas vidas. Rut fue una mujer redimida por la gracia, pero imaginese usted esta escena: una mañana Rut le dice a su marido Boaz: «querido, esta mañana voy a ir al campo. Ella recoge su atillo y se dirige a los campos. Boaz le dice: «Rut, ¿a dónde vas? Y ella le contesta: «Voy a buscar un poco de desayuno en los campos. Voy a recoger un poco de grano aquí y allí para que podamos tener algo que comer como refrigerio.
¿Cómo cree usted que se sentiría Boaz? Su mujer, a la que él había redimido de la esclavitud y de su situación como extranjera y a la que se había llevado a su casa le estaba diciendo: «voy a ir a recoger espigas en los campos como lo hice antes de que me redimieses. Eso es exactamente lo que le hacemos a Cristo en muchas ocasiones. Estamos casados con él, que nos ha dado todas las cosas. Cristo es el que resucitó de los muertos, el restaurador de la vida, el que posee la riqueza y la fortaleza, el que nos ha dado todo nuestro estado. ¿No cree usted que Boaz le diría: «Rut, ¿qué es lo que te pasa? ¿No te das cuenta de que eres mi esposa? Te he dado todo lo que tengo y no necesitas recoger espigas en el campo. Eres dueña de toda la propiedad juntamente conmigo porque todo lo que tengo te pertenece. ¿Por qué sales a espigar?
¿No cree usted que debe de haber ocasiones en las que el Señor Jesús debe de mirarnos asombrado y dice: «¿Qué estais haciendo? ¿Por qué acudis continuamente a mi pidiéndome lo que ya teneis? ¿Por qué pedis salud, fortaleza, gracia, gozo y paz? Os he dado todas esas cosas y todo lo que soy es lo único que necesitais. ¿Por qué seguir mendigando lo que ya tenéis?
Si comenzasemos a andar conforme a esta verdad poderosa y transformadora que Dios nos ha transmitido aquí en el libro de Rut, es decir, que estamos casados con él, que ha resucitado de los muertos; casados con un hombre de fortaleza y riqueza, que nos ha dado todo cuanto es y todo lo que tiene, seríamos conscientes de la increible insensatez de estar recogiendo sobras insignificantes. Si nos diesemos cuenta de lo que estamos haciendo al hacer algo así, nuestras vidas serían transformadas. Y aquellos con los que vivimos en casa serían los primeros que lo verían, luego los que trabajan con nosotros, y aquellos a los que nos encontramos en el curso de nuestras ocupaciones diarias. No pasaría mucho tiempo antes de que todo el mundo supiese que algo nos había sucedido y que hemos comenzado a vivir en la gloria y en la plenitud de una vida redimida. Eso es lo que quiero para mi mismo. ¿No quieren ustedes unirse a mi y participar de la «belleza de la que Rut es un retrato?