Debemos observar varios consejos cuando buscamos al Señor, y deseamos escuchar su voz.
1. Evite las distracciones
La mente activa siempre será el obstáculo más grande para escuchar al Espíritu Santo. Por lo tanto, cuando necesite escuchar al Señor con respecto a cierto tema, lo mejor es alejarse de las distracciones que hacen que su mente divague, tales como los quehaceres de la casa, un teléfono que suena, o una revista demasiado cercana.
Nunca deja de asombrarme cuando estoy planeando buscar al Señor, cuán rápidamente mi mente se inunda de ideas de otras cosas que tengo que hacer, y la urgencia con la cual vienen esas ideas. Es obvio que el diablo hará cualquier cosa para distraerle a usted y a mí. Pensamientos de lavar el automóvil, limpiar un armario y otras cosas insignificantes son decisiones comunes que vendrán a nuestras mentes. Como el diablo conoce que usted está preocupado porque va a pasar tiempo con Dios, en realidad intentará distraerlo.
Debido a estas distracciones, he decidido hacer citas con Dios. Si no lo hago, el día se me va de las manos, y de repente es tarde en la noche y estoy demasiado cansado para orar.
En una ocasión, mientras mi esposa estaba buscando al Señor, Él le habló con respecto a esto. Le dijo: «La oración cancelada te cansará». ¡Cuánta verdad en esta declaración! Cuando posponemos la oración y nos lanzamos a comenzar el día, parece que nunca logramos hacer mucho, y sin embargo estamos cansados. Sin embargo, si ponemos a Dios primero y le damos tiempo en oración, Él redime nuestro tiempo por el resto del día. La mayoría de los cristianos han encontrado que esto es una verdad asombrosa.
Además de hacer una cita, o decidir un tiempo específico de oración, es bueno tener un lugar especifico para orar.
2. Respete al Espíritu Santo
Trate al Espíritu Santo como una persona. En realidad Él es una persona. Déle reverencia. A nadie le gusta que lo usen, ni siquiera a Dios. Acérquese a Él primero con acción de gracias y alabanza (Salmo 100). Debiéramos siempre tomar tiempo para darle gracias específicamente por las oraciones contestadas, y por su bondad. Dios no puede resistirse a un corazón verdaderamente agradecido.
3. Ore por el crecimiento del Reino
Ore primero por el crecimiento de su Reino. Pida al Espíritu Santo que le diga lo que está en su mente. Ore en el Espíritu. Espere en Él para hablar. Mientras ora por las necesidades del Reino, Él pondrá palabras en su boca. Usted se escuchará a sí mismo que ora proféticamente, y sus palabras expresarán específicamente la voluntad de Dios con respecto a lo que ora.
Antes de aprender a orar primero por el crecimiento del Reino, yo comenzaba presentándole a Dios mi lista de mis necesidades. Era como un niño pequeño que mira un catálogo, y le digo a mi padre: me gustaría tener esto, y esto y aquello.
Si usted desea bendecir a las personas, pregunte por sus necesidades. No hay nada más halagador para las personas que usted muestre interés por ellas. Si le pregunta a alguien por sus hijos o nietos, inmediatamente sacará fotografías de su cartera, muy absorto por la pregunta.
Dios se comporta de la misma manera. Pregúntele por sus hijos. Permítale sacar sus fotografías para mostrarle las necesidades de sus hijos.
Después de orar por las necesidades del Reino, entonces traiga sus propias necesidades y preguntas. Entonces no encontrará la sequía y luchas que estaban presentes cuando trataba de orar por sí mismo.
4. Cuando pregunte al Señor, ore por una cosa a la vez
Algunas personas al orar erróneamente piden a Dios dirección en varias áreas a la misma vez. El no ser específico lleva a la confusión, porque cuando el Espíritu Santo le habla a través de un cuadro, o por medio de palabras, o en alguna otra manera cuando usted ora, es difícil conocer a cuáles de las preguntas se refiere.
Muchos creyentes no se dan cuenta que es posible tener este tipo de conversación con el Espíritu Santo. Dios ama el orden, y no es incorrecto tener orden cuando nos acercamos a Él en busca de sabiduría en áreas particulares.
5. Ore con expectativa, esté convencido de que Dios desea hablarle
Debemos recordar que la oración es una conversación en dos sentidos. Para escuchar a Dios, usted debe estar convencido de que Dios va a hablarle en este momento y lugar mientras ora. Sin expectativa y la creencia que vamos a escuchar una respuesta, ¿para qué oramos?
Este tipo de noticia casi parece demasiado buena para creer. Pero un cristiano realmente puede sentarse y orar por una decisión y escuchar al Espíritu Santo dar una respuesta en los siguientes minutos.
6. No trate de persuadir a Dios para cambiar la mente de Dios
Esta es una de las lecciones más frustrantes para aprender. Ya sea consciente o inconscientemente, la voluntad humana es fuerte y determinada. La dificultad radica en que deseamos que el Señor confirme lo que deseamos, más que conocer lo que Él desea.
Por supuesto, esto se vuelve un problema la mayoría de las veces cuando oramos por algo que realmente deseamos hacer. Las emociones son muy grandes, y francamente, muchas veces las emociones simplemente pasan por encima a la voluntad del Espíritu. Las emociones son parte del alma. El poder del alma puede ser tan convincente que nos engañamos a nosotros mismos al pensar que tenemos la mente del Espíritu. Pero Dios nos mostrará la diferencia.
“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (2 Corintios 13:14).
7. Sea neutral
Cuando usted y yo deseamos algo fervientemente, es difícil orar objetivamente y con mente abierta. De hecho, cuando en realidad hablamos, es fácil convencernos a nosotros mismos de que estamos escuchando al Señor diciendo «sí» a nuestra pregunta.
Mi esposa parece siempre tener la habilidad de poner sus emociones en punto neutral cuando le pregunta al Señor su voluntad y sabiduría. De alguna manera ella puede separar sus emociones de lo que desea, y entonces desea exactamente lo que Dios desea.
Cuando se trata de una decisión, en vez de escuchar a Dios, la mayoría de las personas compara lo bueno y lo malo, las ventajas y desventajas, y toman una decisión basados en el razonamiento humano y no en la obediencia al Señor.
8. Confíe en sus primeras impresiones
Cuando usted busca a Dios para conocer su dirección, a menudo es la primera impresión que tiene la más correcta. Pronto la mente comienza a analizar y sacar lo bueno y lo malo, y la confusión se asienta. Es bueno regresar y recordar la primera impresión que tuvo cuando comenzó a orar.
9. Dios no se confunde
Un famoso evangelista dijo a un amigo mío cuando este le preguntó cómo escuchaba a Dios: «Dios habla solamente una vez». Esta declaración es verdadera. Dios no se confunde. No tiene dos o tres voluntades. Él habla como Rey. No necesita comparar para tomar una decisión, ni necesita tiempo para pensarlo. Sin embargo, es misericordioso, y cuando sinceramente oramos por claridad, nos confirmará su voluntad. Las Escrituras claramente declaran que debemos pedir sabiduría. «Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada» (Santiago 1:5).
10. No se tome a sí mismo muy en serio
Dios está en control de nuestras vidas. Él está en el departamento de administración.
Cuando yo era joven como cristiano nunca me reía. Alejaba a las personas. Había poco gozo. Trataba de ser espiritual. Pero, al tratar, solamente lograba ser religioso.
Hay algo en tratar demasiado fuertemente que constriñe el fluir del Espíritu Santo. Mientras más fuerte usted trata de ser, menos lugar hay para que Dios se manifieste. Ríase de usted mismo. Usted escuchará a Dios más claramente.
Por lo tanto, no se tome a sí mismo tan seriamente, pero sí tome a Dios en serio. Búsquelo fervientemente. Ámelo fervientemente. Entonces… relájese. Él es responsable de guardar su alma.
11. El propósito principal de Dios para usted es que lo conozca más íntimamente
Nunca use a Dios como una fórmula a la que acude para lograr lo que desea. No separe su relación con Dios de las peticiones y sabiduría que busca de Él.
Toda la vida fluye de esa relación. Él desea que su relación y comunión con Él aumente diariamente. Dios puede fácilmente redimir errores. Pero lo que en realidad desea son las riendas de su corazón.
12. A veces no conoceremos el significado de lo que Dios dice, hasta que miramos atrás
Personalmente, he tenido un número de experiencias donde sabía que escuchaba al Señor, pero no podía interpretar lo que Él decía hasta meses más tarde cuando miré atrás a la situación. Aquí es donde la simple confianza entra en juego.
Antes de que el Señor nos mudara de Texas a Alabama, mi esposa y yo no teníamos idea a dónde íbamos a mudarnos. Él me había hablado dramáticamente para que renunciara al pastorado de ocho años, y a «dar un gran paso de fe y dejar el lugar en donde estaba ahora». Por algunos meses después de dejar el pastorado, viajamos como evangelistas, pero continuamente buscábamos al Señor para saber a dónde Él deseaba que nos mudáramos.
Mientras esperábamos en el Señor, le escuchamos decir diferentes cosas por un período de varios meses. Dos veces mi esposa escuchó al Señor decir: «Dixie». No fue sino más tarde, cuando nos estábamos mudando a Alabama cuando nos dimos cuenta que la licencia de automóviles del Estado de Alabama dice «Corazón de Dixie», También habíamos sentido la impresión, cada vez que orábamos, que el Señor nos enviaba al sureste de los Estados Unidos. Una noche, mi esposa se levantó en medio de la noche, para orar, y escuchó al Señor decir: «Apalaches». Terminamos viviendo en la base de las Montañas Apalaches.
Finalmente, cuando no teníamos más dirección, decidimos espiar la tierra y conducir nuestro automóvil por la parte sudeste de los Estados Unidos.
Nos detuvimos en Birmingham, Alabama, para comer, y teníamos toda intención de ir a Georgia. Mientras nos levantábamos de la mesa de la cafetería, el Espíritu Santo vino poderosamente sobre mí. Al instante recibí ciencia del Señor, y supe sin lugar a dudas que esta era la ciudad a la cual Dios deseaba que nos mudáramos.
Dios habla claramente cuando nos esforzamos por obedecerle.
Extraído de «Usted puede escuchar la voz de Dios», por Steve Sampson, editorial Unilit.