Los titulares de la prensa debieran decir cada mañana: «¡EL QUE NO NACIERE DE NUEVO, NO PUEDE VER EL REINO DE DIOS!». El tema del nuevo nacimiento es el corazón del evangelio. Si no hay un nuevo nacimiento no habrá vidas transformadas. Si no hay nuevo nacimiento habrá una continua vida dominada por la esclavitud del pecado. Si no hay un nuevo nacimiento, del corazón del hombre seguirá saliendo todo aquello que lo contamina y lo destruye (Mt. 5:19) Si no hay un nuevo nacimiento todo lo que podamos llegar a ser en la vida, hablo de aquellos aportes que producen los estudios, lo que produce la investigación o lo que produce nuestro trabajo, quedará como registro para la historia pero no contará para la vida eterna. Tenemos que decir también que el nuevo nacimiento no es algo que nos haya sucedido por haber *****plido con ciertas demandas religiosas. Ningún otro hombre pudo ser más religioso que el que envuelve el pasaje de hoy. Nicodemo había transitado todo el mundo de la palabra revelada hasta ese momento. Sin embargo, fue a ese hombre a quien Jesús le dijo: “os es necesario nacer de nuevo”. El asunto es que el nuevo nacimiento no ocurre por lo que nosotros hacemos sino que se produce por lo que el Espíritu Santo hace. Se dice que Whitefield, aquel renombrado evangelista, predicó tantas veces sobre este texto: “Os es necesario nacer otra vez”, que una persona de su auditorio le preguntó: “¿Por qué predica usted tanto sobre el mismo texto?” La respuesta fue la siguiente: “Porque os es necesario nacer otra vez”. Hoy traemos esta predicación porque “os es necesario nacer de nuevo”
ORACIÓN DE TRANSICIÓN: Conozcamos la naturaleza de esta gran necesidad
I. EL NUEVO NACIMIENTO NO SE LOGRA POR LO QUE SOMOS v.1
El hombre que vino de noche buscando a Jesús era religioso y rico. Lo de rico se infiere porque lo que el mismo Juan nos dice de él, después que Jesús murió: “También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como de cien libras” (Jn. 19:39-40) Solo una persona rica podía haber traído semejante cantidad de compuesto para preparar el cuerpo de Jesús. Pero además, se nos dice que era un fariseo, y no cualquier fariseo, sino “un principal entre los judíos”. Llegó a ser parte del Sanedrín, la más alta autoridad religiosa y hasta con poderes políticos para ese entonces. Un fariseo era un hombre de extremados estudios sobre la ley, considerándoseles doctores en ese campo. Ellos juntos con los escribas formaban una clase especial que se dieron al trabajo de la interpretación de ley, que posteriormente se conoció como la “la tradición oral” o “tradición de los ancianos”. Lo cierto es que este hombre tenía todas las credenciales para optar por algún puesto en el “reino de Dios”, de acuerdo a la concepción humana. Pero Jesús fue directamente a su necesidad. El no entró en alguna discusión teológica con un hombre que tendría mucho que decir sobre la ley; sencillamente fue a su necesidad: “el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Jesús descubrió que aquel hombre lo que necesitaba no era más religión ni más dinero; lo que él necesitaba era salvación. Este hombre representa la misma condición en la que se debate la humanidad en nuestros tiempos. Hay en el corazón humano un vacío que no puede ser llenado solo por la religión o los bienes materiales. Lo que el hombre necesita no son más placeres, no es más diversión, no son más filosofías para vivir. Lo que el hombre necesita es venir a Jesús como lo hizo Nicodemo. Lo que usted es religiosamente, o lo que usted es filosóficamente no lo prepara para una vida victoriosa y de esperanza. Usted y yo necesitamos nacer de nuevo para lograr esto. El nuevo nacimiento es el asunto más e importante en la vida.
II. EL NUEVO NACIMIENTO ES LA MÁS GRANDE ADVERTENCIA v.3
Nicodemono no fue como otros fariseos que llegaron hasta la blasfemia de decir que Jesús lo que hacía era por Belcebú, ‘príncipe de los demonios’. Su evaluación y juicio respecto a Jesús y sus obras, le condujo a decir que él había “venido de Dios como maestro”, pues todas las señales hechas así lo comprobaban. Dio también una evaluación justa al reconocer a Jesús como Rabí, un maestro en medio de ellos. El pronto descubrió por qué Jesús era un auténtico Maestro. Notó que él usó un lenguaje sin ambigüedades para dejar mejor grabadas sus enseñanzas. Pero Jesús no solo quería una buena calificación con Maestro. La expresión “el que no naciere de nuevo”, la cual nos emplaza a todos, revela el verdadero propósito de la venida de Jesús al mundo. Hay en ella la más solemne de las advertencias que jamás el hombre haya escuchado. Nos muestra que la salvación y la vida eterna es una responsabilidad individual. No hay tal cosa como una salvación transferida. Eso significa que todo hombre y mujer, joven y adolescente, necesita nacer de nuevo. No hay lugar en esta declaración para una salvación diseñada y acomodada por los hombres. La otra parte dice “no puede ver el reino de Dios”. En el pasaporte para entrar al reino de los cielos no aparecerá la nación o lengua que hablamos, no aparecerá el lugar y la fecha de nuestro primer nacimiento, no aparecerán los rasgos característicos de nuestra personalidad, no aparecerá la edad o la profesión que tengamos; tampoco aparecerán las huellas digitales. En aquel pasaporte solo aparecerá una pregunta que dirá, “¿ha nacido de nuevo?” . Si la respuesta es positiva, entonces una comitiva celestial le introducirá hasta la presencia del Gran Rey celestial. Pero si la respuesta es negativa, aquel será el día más triste y sombrío de su vida, pues la sentencia será para el castigo eterno. No confiemos en la expresión que dice “para el cielo vamos todos”. La advertencia de Jesús es clara. Al cielo van los que han nacido de nuevo.
III. EL NUEVO NACIMIENTO ES PARA “EL HOMBRE VIEJO” v.4
La pregunta de Nicodemo del v.4, que es lógica frente a todo proceso natural, revela la persona que necesita el nuevo nacimiento. Nicodemo preguntó «¿Cómo un hombre puede nacer siendo viejo?». Semejante pregunta lleva implícita una sentencia: Que sólo el «hombre que es viejo» puede nacer de nuevo. De esto inferimos que no es el bebé, ni el niño, ni el joven, sino el “hombre viejo” el que ha de nacer de nuevo. Pero, ¿quién es ese «hombre viejo» al que se refiere la escritura? Tenemos que decir que este hombre viejo no está limitado por el tiempo. No es alguien en quien el proceso natural del envejecimiento haya dejado las “cicatrices” de los años. No es una referencia a alguien que ha pasado los sesenta, los treinta o incluso, los quince. El “hombre viejo” del que nos habla la Biblia tiene cualquier edad, y se busca con una sentencia de muerte. Cuando ella habla de ese hombre, la orden que siempre da es de «matarlo». No le da tregua ni deja ninguna esperanza para que vive con nosotros. La orden bíblica es: “haced morir, pues, lo terrenal en vosotros”; “vuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él”; “así también vosotros consideraos muertos al pecado…”; “porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida en Dios”; y también dice, “haced morir al hombre viejo”. Si estamos en lo correcto, esto significa que el nuevo nacimiento tiene la función de ayudarnos a sepultar al “hombre viejo”, pero a su vez de resucitar al “nuevo hombre”. Pablo habla de “despojarse” y de “vestirse”, cuando se refiere a las dos naturalezas que combaten en nuestro interior (Ef. 3:22-24) Es cierto que la vieja naturaleza todavía forma parte de nuestro cuerpo, pero un corazón regenerado buscará siempre poner su mirada “en las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios” (Col. 3:1) Esto debe ser así porque hemos muerto, “y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” v.4. Si no matamos al hombre viejo, nos acompañara todos los días para todo lo que pensamos y para todo lo que hagamos. El nuevo nacimiento es, entonces, una resurrección.
IV. EL NUEVO NACIMIENTO ES UNA OBRA DEL ESPIRITU SANTO A TRAVÉS DE LA FE EN JESUCRISTO v. 5, 6, 14, 15 Nicodemo pensó que el nuevo nacimiento tenía que ver con una vuelta al vientre materno. Esto fue la explicación lógica a semejante declaración divina. Pero Jesús, quien no dejó ninguna cosa en la abstracción mental, dijo: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” v.6. Jesús precisó que el nuevo nacimiento es una experiencia obrada por iniciativa divina; o sea, “nacer desde arriba”. Esta obra es de competencia espiritual. Es el Espíritu Santo quien debe producirla en el corazón tal acontecimiento. Los libros que leemos no producen el nuevo nacimiento. La meditación trascendente, que puede llenar de una “energía positiva”, no me produce el nuevo nacimiento. El asistir todos los domingos a la iglesia no produce el nuevo nacimiento. El llevar una vida respetable adornada por buenas obras no produce el nuevo nacimiento. Solo el Espíritu Santo puede producir en nuestros corazones el nuevo nacimiento. Y usted se preguntará, ¿cómo puede hacer esto, como lo hico Nicodemo v.9? Jesús respondió a la primera pregunta del inquieto Nicodemo usando una la ilustración del viento. A la segunda pregunta lo confrontó con su fe, pues “sin fe es imposible agradar a Dios”. Jesús observó que Nicodemo estaba maravillado cuando pensaba sobre cómo podía ocurrir el «nuevo nacimiento». Frente a esto Jesús dice que aun cuando uno puede oír el sonido del viento nunca sabrá cuál es su origen y cuál es su fin v.8. Nadie discute eso, sencillamente lo aceptamos con un milagro de la naturaleza. Así es el nuevo nacimiento. No se puede ver, pero si puede sentir. Usted no puede agarrar el viento y darle alguna forma, pero usted si puede ser movido y hasta sacudido por el viento. Así es la obra del Espíritu. Además de esta, Jesús dio otra respuesta a Nicodemo sobre cómo podía un hombre nacer de nuevo. Los versículos 13 al 16 podía decirse que son los más grandes de todo la Biblia. Para nacer de nuevo, Jesús nos dice que es necesario creer que el vino del cielo v.13. Eso significa que él no es un hombre como todos los han venido. Él es el Hijo eterno de Dios. Por lo tanto, para nacer de nuevo se necesita reconocer que se ha sido «mordido por la serpiente del pecado». Pero sobre todo, para nacer de nuevo se requiere mirar con fe al que ha sido levantado en la cruz para nuestra salvación. V. 14. Moisés levantó en el desierto una serpiente de bronce, de modo que aquel pueblo que estaba muriendo por las mordeduras de las serpientes enviadas por Dios como castigo, pudieran verla y de esa manera fueron sanados (Nm. 21:8, 9) En esto finalmente vemos que el «nuevo nacimiento» es la obra completa del gran amor de Dios por la humanidad v.16. ¿No es extraordinario pensar que toda la trinidad está envuelta en nuestra salvación? ¿No es algo sublime cuando pensamos que para que se diera el «nuevo nacimiento» se hizo presente el Espíritu Santo quien hace la regeneración, el Hijo quien entrega su vida en la cruz y el Padre presentando su amor universal?
CONCLUSIÓN: Para Jesús cada vida es importante. Es interesante que el versículo más conocido por mundo cristiano, y que encierra todo el mensaje del evangelio, salió de una conversación privada. Esta historia nos muestra la enorme necesidad del alma y el gran interés divino por cada ser humano. Jesús condenó la actitud hipócrita de los fariseos, pero no vaciló en decir que Dios ama a todos los hombres por el igual, si ellos acuden en busca de perdón y de significado. Nicodemo no había encontrado significado para su vida a través de la ley ni por su posición social. Su actitud nos revela la forma como cada hombre debiera venir a Cristo. No le importó el que él fuera un anciano de prestigio para ir a hablar con un joven rabino. No le importó su clase aristocrática para venir y hablar con alguien quien no «tenía donde recostar su cabeza». Pero Nicodemo creyó que aquel hombre podía cambiar lo que ni ley ni su fortuna había podido hacer. Apreciado amigo, Jesucristo tiene el mismo interés para cada hombre y mujer en el día de hoy. No importa en que condiciones andas; tienes que venir a Cristo para que obtengas el nuevo nacimiento. Nicodemo fue el hombre, junto con José de Arimatea, quienes se encargaron del entierro de Cristo. Solo Cristo hace la diferencia en nuestras vidas.