Entonces, ¿qué podemos hacer para quitar el estrés? La verdad es que depende de la causa de nuestro estrés. Y hablamos de una de esas causas el domingo pasado, ¿se acuerdan? La culpa: el estrés que proviene de dentro de nosotros. Pero Dios en su amor nos da un remedio para la culpa. Nos envió a su único hijo para morir en la cruz por nuestros pecados. Por causa del sacrificio que Cristo llevó a cabo en la cruz, Dios nos justifica, es decir, que nos declara inocentes de nuestros pecados y nos da el cielo gratuitamente como un regalo. Dios nos ha librado del estrés causado por la culpa.
Pero una gran parte del estrés que sentimos en nuestra vida no proviene de dentro de nosotros, sino de nuestro derredor. De hecho, hace unos años la Universidad de California hizo un estudio sobre las cosas que más causan estrés en la vida. En primer lugar es la muerte de su pareja, y luego el divorcio, la menopausia, separación de su pareja, el encarcelamiento, problemas económicos, cambios en el horario y las condiciones del trabajo, y cambio de residencia. Para ese tipo de estrés, los doctores ofrecen varios remedios, muchos de los cuales son buenos y ayudan hasta cierto punto: El hacer ejercicio. El mejorar su dieta. El comer menos cafeína y grasa. El tomar vacaciones en el ClubMed. El apartar tiempo cada día para escapar y olvidarse de sus problemas.
Y aunque una buena dieta y más ejercicio pueden ayudarte a relajar, no pueden quitar completamente el estrés. Una vacación o un buen escape pueden ayudarte a olvidar el estrés por un tiempo, pero siempre tienes que volver al mundo real. No te puedes quedar escondido en la playa para siempre. Eventualmente tienes que regresar al mundo real, a los niños llorando y a tu jefe que siempre te regaña.
Bueno, hoy vamos a hablar del estrés causado por cosas en nuestro derredor y vamos a ver que Dios nos ofrece un remedio duradero para el estrés que sentimos. Pero realmente, este estrés se divide en dos categorías: el estrés causado por cosas que podemos cambiar y el estrés causado por cosas que no se puede cambiar.
I. Las cosas que podemos cambiar
Dios nos dice en el primer salmo: Bendito el que no anduvo en consejo de malos, es decir, que si llevamos nuestra vida como Dios nos dirige en su Palabra, nos promete bendecir y tendremos una vida más feliz y pacífica.
Y, ¿cómo se aplica eso al estrés? Bueno, si un hombre está engañando a su esposa y siente estrés por encubrir su engaño, ¿qué puede hacer? Obviamente, dejar de engañar a su esposa, ¿verdad? Bueno, ¿qué tal un ejemplo no tan obvio? ¿Cómo solucionar el estrés que sentimos por las muchas deudas y horas largas que pasamos en la oficina intentando alcanzar el “sueño americano”? Pues, en su Palabra, Dios nos enseña prioridades. Al organizar nuestras prioridades, vemos lo que es realmente más importante en nuestra vida y sabemos organizar mejor nuestras finanzas, nuestros horarios y nuestra vida. Cuando estudiamos la Palabra de Dios, entendemos aún mejor su voluntad para nuestra vida, porque Dios sí, quiere bendecirnos y quiere que tengamos vidas felices y pacíficas.
II. Las cosas que no se pueden cambiar
Pero hay muchas cosas que nos causan estrés las cuales no se pueden cambiar. Por ejemplo, la muerte de un ser querido, tu hija que está enferma, tu jefe que te trata injustamente. Pero como quiera, Dios te puede dar una paz duradera aún en medio de los problemas.
Hace varios años, dos pintores famosos se apostaron sobre quién era el mejor pintor. Y entonces, decidieron tener una competencia: los dos tenían que pintar lo que es “la paz.” El primer artista pintó una escena de la naturaleza bien bonita de un lago en medio de unas montañas. No había brisa ni movimiento en su obra. Y para él, esa escena de la naturaleza representaba lo que es la paz.
El segundo artista pintó una escena muy distinta. Pintó una cascada violenta en un día nublado y oscuro como que iba a llover. Al lado de la cascada había un árbol y una de las ramas del árbol se extendió delante de la cascada. Y fíjense que en esa ramita débil delante de la cascada violenta en medio de la tormenta estaba sentado un pájaro, bien contento y tranquilo… en medio de la tormenta.
La paz que Dios nos da es más como la obra del segundo pintor, como la paz que tuvo ese pájaro. Porque Dios no nos promete que al llegar a creer en él, se van a desaparecer todos nuestros problemas, o sea, que el trabajo ahora va a ser fácil, que tendremos más dinero o que no habrá más discusiones con tu pareja. Al contrario, Pablo nos dice en Romanos ocho que, somos muertos todo el tiempo, somos contados como ovejas del matadero. Es decir que el sufrir es parte de la vida de un cristiano. Toma por ejemplo a Pablo: fue apedreado y dejado por muerto, se naufragó, fue encarcelado en varias ocasiones, muchos se burlaron de él y lo persiguieron. Pero de todas formas, Pablo tenía una paz en su corazón que muchos hasta hoy en día no entienden, porque él muy bien entendió que todos los problemas en nuestra vida son bendiciones de Dios. Nos dice aquí en Romanos capítulo ocho:
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.” ¿Y quiénes son los que aman a Dios? Pues, somos nosotros, ¿verdad? Cuando vemos el amor de Dios al enviar a su único Hijo para morir por nuestros pecados, cuando vemos el amor que nos muestra al perdonarnos y darnos el cielo, respondemos amándolo a él, ¿verdad? Y para nosotros que amamos a Dios, que creemos en él, “todas las cosas nos ayudan a bien.” Todas.
No solamente las cosas buenas, sino también las malas sirven para nuestro bien. Dios deja que nos pasen esas cosas para bendecirnos, porque él sabe mejor que nosotros cuál va a ser el resultado final. Pues, como dijo el Chapulín Colorado, “Todos mis movimientos están fríamente calculados.” Todo lo que hace Dios está fríamente calculado para nuestro bien. Déjenme darles un ejemplo:
A la Sra. Matilde conocimos Clariza y yo mientras estábamos en México, D.F. Cuando la conocimos, Matilde apenas había empezado de asistir a la iglesia. Nunca había asistido antes, pero en ese momento estaba desesperada. Su esposo antes había asistido a nuestra iglesia, pero unos meses antes había fallecido de repente de cáncer. Matilde no era creyente y como dije estaba desesperada. Hablé con ella y fui a su casa dos días cada semana por varias semanas. Estudiábamos la Palabra de Dios, y pronto ella invitó a sus dos sobrinas, las cuales también estaban batallando con la muerte de su tío. Pronto Clariza empezó de dar clases a sus hijos. Ahora son miembros de la iglesia en México y tienen la paz y el consuelo de que el esposo de Matilde está en el cielo, pero aún más, ellas creen y van a ir al cielo también. Si no hubiera fallecido su esposo, ¿hubiera creído Matilde? Y si no hubiera creído, ¿a dónde iría al morirse? Entonces, la muerte trágica de su esposo sirvió para que ella, sus sobrinas y sus hijos fueran al cielo.
Podemos ver claramente porque Dios dejó que se muriera su esposo.
No obstante, Dios no nos promete que siempre vamos a saber por qué pasan las cosas. Cuando Job sufrió sus grandes pruebas en el Antiguo Testamento, nunca se enteró del hecho de que el diablo había pedido a Dios permiso de probarlo. Dios nunca le dijo, “Estoy haciendo esto para fortalecer tu fe.” Durante su vida, Job nunca se enteró por qué sufrió, y así es a veces para nosotros. En cuanto a muchas de las pruebas, sufrimientos y problemas de este mundo, no sabremos hasta el cielo cómo nos sirvieron para bien. Pero podemos confiar que sí, porque si Dios nos amó tanto que dio su propio Hijo para morir en la cruz por nosotros, ¿cómo no nos dará con él todas las cosas?
Hasta que Pablo nos asegura que nada nos puede separar del amor de Dios. Dice:“ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos puede separar del amor de Dios.” ¡Nada! ¿Saben que aquí se puede imponer cualquier cosa? Ni las deudas, ni el cáncer, ni el divorcio, ni el desengaño nos puede separar del amor de Dios. Y ¿cómo puedo tener tanta seguridad? Porque ese amor es en Cristo Jesús, el cual nos amó tanto que dio su vida por nosotros. Nos dio el derecho de acercarnos a Dios con confianza como Hijos queridos. Aunque nosotros fallamos, aunque somos débiles, Dios nunca cambia y su amor por nosotros tampoco cambia. Por el sacrificio de Cristo, ahora somos hijos del Rey. Tenemos un hogar esperándonos en el cielo en donde no habrá más estrés, ni tristeza, ni muerte, ni lágrima.
Y, ¿saben que se puede notar esa paz en la vida de los que creen? Se puede ver en la calma de un hombre cristiano que está muriendo del cáncer. Para el mundo es locura. ¿Cómo puede tener tanta paz y tranquilidad en medio de la tormenta? Y si alguien algún día te pregunta algo parecido, enséñalo Romanos capítulo ocho. Y cuando tú otra vez sientas el estrés del trabajo, el matrimonio y los niños—y sí, siempre volverán esos problemas—lee de nuevo este capítulo y las otras lecturas para esta mañana. Fíjense que la mejor forma de siempre tener esta paz es estar constantemente en la Palabra de Dios. Pablo nos dice: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Y, ¿cómo nos fortalece Cristo? Sencillo, por medio de su Palabra, con sus promesas. La Palabra de Dios es nuestro alimento espiritual. Sin ella somos débiles y susceptibles a las enfermedades espirituales del estrés y la tentación. Pero con esa Palabra, tenemos fuerza y paz.
Entonces, ahora les pregunto, después de hablar de este tema por dos semanas, ¿ya saben el remedio sencillo que nos ofrece Dios para el estrés? El escuchar y creer sus promesas de perdón y protección que se encuentran en su Palabra. Es todo. Entonces, sigan asistiendo a la iglesia, y asistan también a los estudios bíblicos que pronto ofreceremos. Lean su Biblia en el hogar. Porque por medio de esa Palabra, Dios les dará la paz de mente y corazón que el mundo no puede entender. Y como escribió Pablo a los filipenses: Que esa paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento guarde sus corazones y mentes en Cristo Jesús. Amén.