Israel disfrutó del favor de aquel faraón mientras José vivió, pero una vez que éste murió se nos dice que se «levantó un rey que no conoció a José», y con este desconocimiento entró también un tiempo de mucho dolor para el llamado pueblo escogido. Con frecuencia Dios puede llevar a sus hijos de una posición cómoda y sin sufrimiento, donde no falta nada, a una donde se manifiestan profundos dolores e insoportables tribulaciones para *****plir con un mejor propósito. Éxodo es un libro tanto de historia como de fe. En él podemos ver como Dios irrumpió en la historia a través de grandes hechos salvadores, librando con poder a su pueblo de la esclavitud a la que fue sometida por unos cuatrocientos años, según la profecía dada a Abraham. Este libro nos muestra que Dios es el Señor de la historia. El hilo de su revelación se ve nítidamente trazado en sus capítulos. Nos muestra que Él es el Señor de la naturaleza. Como creador de todo lo que existe, la naturaleza llega a estar a la disposición de Él para lograr sus fines. Note la forma como la usó a través de todas las plagas que trabajo como preámbulo a la dramática liberación de su pueblo. Pero el libro también nos muestra que nuestro Dios es un Dios inmanente. Es aquí donde Él se nos revela como el gran «Yo soy el que soy» (3:14) El mismo título que se adjudicó Cristo cuando vino al mundo. Además de su nombre, el libro nos presenta la revelación de Su rostro, la revelación de Su gloria, y sobre todo, nos muestra la revelación de Su santidad, vista, en especial, cuan se dieron los diez mandamientos. El libro trata de la conquista de la tierra prometida, pero primero nos muestra los dolores de esa bendición. Ese será el tema de esta ocasión.
I. DIOS USA LAS AFLICCIONES PARA HACER REALES SUS PROMESAS v.8
Uno de los ejemplos donde el dolor se constituye en la antesala de una gran bendición, es el nacimiento de un bebé. Las madres conocen muy bien las horas previas en este proceso. Las contracciones le van llevando a dolores más intensos y agudos hasta que escucha el llanto de su ansiado hijo. Una vez que se contempla lo que se esperó por nueves meses, los dolores desaparecen. El pueblo de Dios tuvo esta experiencia. Con la llegada de una nueva dinastía en Egipto, Israel perdió su posición de privilegio. Pasó de ser una familia respetada, con una gran posición social y económica, a una nación de esclavos por más de cuatrocientos años. Como parte de la promesa, el pueblo de Israel «creció como la arena del mar». El texto dice que «los hijos de Israel fructificaron y se multiplicaron, y fueron aumentados y fortalecidos en extremo, y se llenó de ellos la tierra» v.7. Llegaron a ser una poderosa nación, aun muy prospera, en medio de su esclavitud. Sin embargo, este crecimiento se constituyó en una verdadera amenaza para la estabilidad de los mismos egipcios. Esto les llevó a tomar medidas muy duras para detenerles e impedir que llegaran a ser más poderosos. De esta manera Dios comenzaría a efectuar el trabajo para el que los había llamado. Gosén no era el lugar donde ellos permanecerían par siempre. En todo caso, ese lugar sería la escuela del sufrimiento para las venideras bendiciones. Canaán es la tierra que «fluye leche y miel», y allí tenían que llegar. Para sacarles de esa condición conformista y materialista, Dios preparó aun Faraón. Él sería un instrumento de aflicción, de dolor, de esclavitud. Pero era la forma como É traería su bendición. La promesa «en ti serán bendita todas las naciones de la tierra” convertía a Israel en instrumento divino para bendición del mundo. Pero tuvo que experimentar los dolores de la bendición. Esto nos hace ver que Dios pudiera concedernos sus promesas de una vez para que las disfrutemos sin tener que pasar por las manos de algún «Faraón»; pero si Él hiciera eso, no llegaríamos a ser la clase de creyentes que se forma en el fragor mismo de la prueba. F.B. Meyer lo describió así: «Hay ciertos frutos de la vida cristiana, como la mansedumbre, la docilidad, la bondad y la humildad, que no pueden ser perfeccionados si el sol de la prosperidad brilla de continuo sobre ellos». Ninguna prueba podrá sorprendernos si nos percatamos que ellas son los «mensajeros» que nos anuncian la llegada de las bendiciones. Las promesas divinas algunas veces nos llegan en paquetes dolorosos; con la diferencia que Él no nos dejará ser probados hasta donde no podamos. En todo caso, nos dará junto con la prueba la salida.
II. LAS AFLICCIONES CRECEN MIENTRAS SE ESPERA LA BENDICIÓN v.11-14
En estos próximos versículos uno puede ver algo así como el «programa» que siguen las aflicciones hasta el punto de decir, «¡ya no más Señor!». Bien puede pensarse que la condición de esclavitud es, por sí sola, un estado degradante. Sin embargo, el llamado pueblo de Dios fue sometido a una esclavitud casi brutal. Su libertad no llegó al comienzo de sus sufrimientos, sino cuando su dolor se hizo insoportable. De esta manera el mismo Dios describe su penosa condición: «Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo… he oído su clamor… he conocido su angustia» (Ex. 3:7) ¿Cómo crecen las aflicciones mientras se espera las promesas de las bendiciones?
1. Hay cargas que llegan a ser muy pesadas v.11. El Faraón que no conoció a José quiso detener el crecimiento de Israel sometiéndolo a través de la pesada carga de construir las llamadas ciudades de almacenamiento, «Pitón y Ramesés». El resplandor que mostraron aquellas ciudades entre los años 1600 a 1300 a.C, se debió al duro trabajo, al sudor y la sangre de inocentes de miles de esclavos israelitas. El extremo de esta carga llegó cuando ellos mismos fueron obligados a buscar su propia paja para hacer los bloques de la construcción (Ex.5:7, 8) Esta historia nos revela que hay cargas insoportables. Algunas tienen que ver con prolongadas enfermedades; con situaciones económicas donde no se ven salidas; con sentimientos que combaten entre la carne y el espíritu… Muchas cargas son llevadas en el silencio del alma, y algunos casos la desgarra sin encontrar respuesta a tan insoportable dolor. Pero muchas de nuestras cargas pudieran ser el preámbulo de bendiciones mayores. El Señor ha triunfado para llevar nuestras cargas.
2. Hay servicios que se dan con dureza v.12. De alguna manera los egipcios querían detener el crecimiento que Dios había predicho acerca de su pueblo. Para lograr eso se valieron de la opresión, sin embargo tuvo un resultado opuesto. Veamos por qué: «Pero cuanto más lo oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel» v. 12. Hay aquí una lección para todos los tiempos. Una aflicción espiritual jamás nos llevará a la derrota, en todo caso será la puerta para el más grande crecimiento. La historia del cristianismo ha tenido que ver con esto. Mientras más sangre cristiana se ha derramado, mejor abonado ha quedado el terreno para que crezca la semilla del evangelio. ¿Será que necesitamos de cuando en cuanto esto para crecer? En el v.13 se resalta el servicio con dureza al que el pueblo fue sometido. Una cosa es servir con amor y otra muy distinta es servir bajo la férrea mano de la opresión y la dureza. Las aflicciones tienen este tipo de misión. Pero aunque las aflicciones aumenten sin ver alguna salida, recordemos que Dios pudiera estar usando eso para revelarnos una bendición más grande.
3. Hay situaciones que conducen a la amargura del alma v.14. Al llamado pueblo escogido le amargaron su vida hasta extremos insoportables. Le obligaron a hacer lo que nunca habían hecho. Ellos eran un pueblo pastoril. Pero los forzaron a ser constructores. Les pusieron capataces que se encargaron de ponerles el castigo propio para los esclavos. Tuvieron que batir barro en medio de la inclemencia del sol egipcio, para hacer los ladrillos para las ciudades. Le obligaron a hacer todo aquello que les amargó su vida. ¿Podrá ser esta la misma experiencia de muchos creyentes? Hay condiciones en la vida cristiana para las que muchas veces no se está preparado. Hay pruebas que tienen la misión de amargar la vida, trayendo preguntas, dudas y algunas veces confusión del espíritu. A veces hay largos túneles donde no logramos ver salidas. Solo que el creyente no su*****be en su amargura. Él espera la bendición de la promesa.
III. EL TEMOR A DIOS ALLANA EL CAMINO A SUS BENDICIONES v.15-22
Cualquiera que lee estos textos se podrá asombrar de la crueldad de un hombre para retener su poder, mandando a matar a bebés en el mismo acto de su nacimiento. Pero esto no es extraño. El corazón del hombre puede llegar a estar poseído de una maldad tal, que se pierden todos los valores y toda sensibilidad humana. Cuando Cristo nació, el rey Herodes hizo matar, por sentirse burlado de los magos, a todos lo niños de dos años para abajo. La verdad de todo esto es que mientras Dios quiera llevar adelante su plan de salvar al hombre, siempre se levantará o un “Faraón” o un “Herodes” para detener su avance. En esta historia hay un paralelismo interesante. Moisés iba a ser el libertador de Israel; a él se le preservó la vida cuando su madre le puso en una canasta y llegó hasta las manos de la hija del rey. Cuando Cristo nació el ángel advirtió a sus padres del peligro inminente y huyó, por cierto, a Egipto donde se le preservó su vida también. Y en ambos se pueden ver el temor de todas las personas que rodearon a estos bebés. En el presente pasaje unas valientes mujeres desafiaron la orden y, en consecuencia, la ira del rey al no matar a los niños varones que iban teniendo las madres judías. Se nos dice que ellas “temieron a Dios, y no hicieron como les mandó el rey Egipto, sino que preservaron la vida a los niños” v. 17. Por esa actitud valiente, Dios bendijo sus vidas, la vida de su familia y la vida del pueblo v. 20, 21. Su temor hizo posible el *****plimiento de la promesa, pues de alguna manera ellas ayudaron para que se preservara la vida de Moisés, el libertador de Israel. Nada seguirá siendo de mayor impacto para el logro de las bendiciones de Dios que el temor que tengamos por Él. La actitud complaciente del pecado en nuestras vidas se debe a una falta de temor a Dios. Pero si algo reclama la Biblia para su pueblo es que se le tema. Este fue el primer llamado que Dios le extendió al pueblo que iba a ser una bendición para otros, así dice el texto: “Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma” (Dt. 10:12) Y a la iglesia que Cristo compró por su sangre se le demanda también un temor reverenciar para servirle, así lo declaró Pedro: “Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” (1 P. 1:17) ¿Queremos ver las bendiciones de nuestro Dios en nuestras vidas, en la familia, en la iglesia y la vida de otros? ¡Temamos a Dios!
CONCLUSIÓN: Alguien, hablando de las bendiciones que presagian las aflicciones escribió: “¡De qué manera tan cariñosa trata el arpista anciano su arpa! Encuentra en ella una nota desafinada y desagradable como él se temía. Estira la cuerda con el tornillo torturador, y aunque parece que va a estallar a causa de la tensión, la sacude nuevamente y se inclina con suavidad para oírla como antes, hasta que, al final, es posible ver una sonrisa en su rostro, cuando concierta con la verdadera nota”. El pueblo de Israel antes de *****plir su propósito de ser bendecido y ser de bendición, vivió la implacable prueba de la esclavitud en Egipto. Allí fue llevado como parte de la voluntad permisiva de Dios. Allí fue sometido bajo la férrea mano del opresor, quienes pensaban estar triunfando sobre ellos, pero Dios tornó toda su amargura y dolor en bendición perpetua. Se destaca aquí la importancia del temor a Dios para que se den esas bendiciones. Amados hermanos, la verdad sigue siendo la misma. Dios puede conducirnos a través de las más inexplicables pruebas y adversidades, pero ellas no son sino sus “mensajeros” que nos anuncian el *****plimiento de sus bendiciones. ¡Animo, las pruebas en “Egipto” nos indican que se avecina un “Canaán para nuestras vidas!”