La cruz vista desde el punto de vista humano es el más triste y horrible de los espectáculos. Vemos en ella revelada la maldad del hombre, y por su puesto la mía y nuestra también.
Pero desde el punto de vista de Dios nos muestra lo profundo e incondicional que es el amor de Dios. La otra cara de la cruz.
Vamos a meditar acerca de las palabras de Jesús en la cruz y también acerca de las palabras que le dirigen a Jesús en la cruz.
Palabras que le dirigen a Jesús en la cruz.
Cita. Personajes. Dichos.
Mt 27: 40. los que pasaban. Tu, el que derribas el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo. Si eres Hijo de Dios desciende de la cruz.
Mc 15: 29-30. Los que pasaban. Bah! Tú que derribas el templo de Dios y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo y desciende de la cruz.
Mt 27: 42-43. Principales sacerdotes, escribas, fariseos y ancianos. A otros salvó pero a sí mismo no puede salvarse. Si es el Rey de Israel que descienda ahora de l cruz y creeremos en Él. Confió en Dios; libérelo ahora si le quiere, porque ha dicho: «Soy Hijo de Dios».
Lc 23: 39 Uno de los malhechores. Si tu eres el Cristo, sálvate a ti mismo, y a nosotros.
Lc 23: 42 Uno de los malhechores. Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino.
Mt 27: 49 Otros. Deja, veamos si viene Elías a librarlo.
Mt 27: 54 El centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús. Verdaderamente este era Hijo de Dios.
A lo largo de los evangelios vemos cómo son el pueblo, los soldados, los principales sacerdotes, ancianos, escribas, uno de los que estaba crucificado con Él los que se burlan y lo rechazan en este momento.
Es más o menos como cuando esperamos que alguien que está haciendo algo bueno se equivoque para poder criticarlo. Y estamos seguros que se equivocará ya que tarde o temprano todos lo hacemos, sólo es cuestión de esperar. Y esperamos, hasta que por fin se equivoca. Y allí salimos nosotros a aprovechar.
Jesús es rechazado por las personas que están allí, por las autoridades y por los principales religiosos de su época.
Lo curioso es que de quienes poco se podría esperar vienen las palabras de alegría y reconocimiento: del centurión, jefe de cien soldados y del malhechor crucificado.
«Acuérdate de mi cuando vengas en tu Reino»
«Verdaderamente este era Hijo de Dios».
La otra cara se ve en las palabras que Jesús dirige desde la cruz.
«Dios mío, Dios mío, porqué me has desamparado».
«Padre perdónalos porque no saben lo que hacen».
«Tengo sed».
«De cierto te digo: hoy estarás conmigo en el paraiso»
Lc 23: 43.
Estas son palabras de Jesús estando clavado en la cruz, dirigidas al ladrón arrepentido que estaba colgado a su lado.
¿Cómo puede ser que este ladrón consiguiera en un minuto lo que millones de feligreses intentan lograr toda su vida mediante ritos, rituales y ceremonias? ¿cómo puede ser que una persona que jamás se planteó el obrar conforme a la voluntad de Dios, en el último minuto de su vida consiga, casi por casualidad, estar junto al Señor en el paraíso ese mismo día?
Esto no es lógico. Visto desde la lógica de nuestro tiempo y de la de todos los tiempos, esto no es justo, no tiene explicación…
Desde nuestra perspectiva de varios años de banco en la iglesia no podemos dejar de ver al pecador arrepentido como el que cayó, o como el que puede caer nuevamente, y ahora hay que ver como se porta.
Y eso que Jesús nos dijo que no juzgáramos para no ser juzgados!
Aunque nosotros hayamos condenado a alguien a ser pecador perpetuo, el amor gratuito de Dios nos dice que existe para él la clara y genuina posibilidad de ser salvo.
El ladrón se arrepiente y le pide un lugar junto a Jesús. ¿Es que Jesús necesitaba algo más para concedérselo? ¿Qué alegraría más a Jesús que el pedido de un hijo perdido por estar otra vez junto a él en su casa?
Debemos reconocerlo: no está en nuestras manos la salvación ni la condenación.
Pero en las manos de Dios sí hay salvación, y ese es un ofrecimiento también para vos. Jesús te ama y te llama.
«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu», Lc 23: 46.
Estas son palabras de Jesús cuando estaba clavado en la cruz, dirigidas en oración a su Padre.
Muchas veces vemos a Jesús como un superhombre, que no sufrió, sino que paso por todas sus pruebas sin hacerle mella.
Y a veces le pedimos que esa también sea nuestra situación.
Sin embargo Jesús se hizo tan ser humano, que sintió como su vida se desgarraba frente a las decisiones y cosas que tenía que enfrentar.
Frente a la muerte tuvo ganas de decir que no. Pero finalmente dijo: «en tus manos encomiendo mi espíritu».