El cambio prodigioso que ocurrió entre los primeros cristianos los cuales, primero escaparon para salvar sus vidas y después estuvieron dispuestos a morir por el Evangelio, dan fe de que ellos tenían la evidencia de la Resurrección del Señor y esa evidencia les daba el poder para enfrentar la muerte y para encarar la vida.
Así nació la Iglesia, se extendió por todo el mundo y ha llegado hasta nosotros. Esto quiere decir que, más allá del hecho histórico ocurrido hace casi dos mil años, la resurrección de Jesucristo es, y para siempre será, un acto de evangelización a través del testimonio de los cristianos, los de ayer y los de hoy.
A lo largo de los 28 capítulos del libro de los Hechos de los Apóstoles aparece 28 veces, en diversas maneras, la expresión del testimonio de los cristianos. En algunos casos se reafirma: Jesucristo resucitó y de eso nosotros somos testigos.
La conversión de San Pablo es el evento más importante que el mundo ha conocido, después de la resurrección de Jesucristo. Justamente el Cristo resucitado le concede una revelación especial de Sí mismo a un fiero perseguidor de Su Iglesia. Y lo hace al modo de su existencia en el mundo invisible. Saulo de Tarso se queda perplejo, no entiende lo que está aconteciendo, entonces pregunta: ¿Quién eres, Señor? Y recibe por respuesta: «Yo soy Jesús a quien tu persigues; dura cosa te es dar coces contra los aguijones».
La importancia del testimonio de San Pablo
El final del capítulo 7 de Hechos nos muestra como era la multitud que conducía Saulo de Tarso en el juicio contra Esteban, el primer mártir cristiano. Recuerden que en griego mártir quiere decir testigo. Luego, Esteban es testigo de la resurrección de Cristo hasta las últimas consecuencias, hasta la muerte.
Saulo y sus seguidores consideraban que los cristianos eran enemigos de Dios porque confundían al pueblo, afirmando que un difunto había regresado de la muerte. Como defensores de las instituciones religiosas creían que era su deber extirpar del mundo tal superstición que apartaba al pueblo de la religión establecida.
Justamente cuando Esteban da testimonio de que Jesús de Nazaret estaba vivo, y aún más, que estaba sentado a la diestra de Dios, no pudieron contener su ira y agresividad. Arremetieron contra el testigo de la resurrección dando grandes voces y tapándose los oídos. No querían, no podían escuchar más lo que consideraban el estúpido testimonio de quienes afirmaban haber visto con vida a un difunto.
Hechos 7:58 nos dice: «Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo». Leemos, además, en Hechos 8:1 «Y Saulo consentía en su muerte. En aquel dia hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén».
El odio que sentía Saulo por los cristianos se expresa muy bien en las palabras escritas en Hechos 9:1-2: «Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén”.
Saulo emprendió el largo camino de 225 kilómetros que separan a Jerusalén de la que hoy es capital de Siria. El recorrido podría durar una semana en aquellos tiempos. Una semana de alimentación del odio y del desprecio para los fanáticos seguidores de Jesús de Nazaret quien, testarudamente, insistían en proclamar que éste estaba con vida, después de haber sido muerto por crucifixión
El propósito de Saulo de Tarso fue dramáticamente interrumpido por la intervención divina. Este hombre es completamente transformado de perseguidor de la fe cristiana, cuyo mensaje central es la resurrección de Jesucristo, en un predicador de lo que antes perseguía. Así es como Saulo de Tarso se convierte en San Pablo.
San Pablo como testigo de la resurrección
El primer testimonio de su conversión, por la certeza de la resurrección de Cristo, aparece en Hechos 22. Se trata de un discurso ante el pueblo en Jerusalén. No me voy a detener en este relato, sería bueno que cada uno de ustedes lo haga en sus hogares como parte de sus meditaciones diarias.
El segundo testimonio aparece en Hechos 26. En esta ocasión en el contexto de su defensa ante el rey Agripa. Este capítulo bien merece ser leído cuidadosamente durante la semana.
Ambos testimonios, además de la crónica de la conversión de San Pablo en Hechos 9, se deben a la pluma de San Lucas. Creo que es más importante resaltar lo que el propio Pablo dice acerca de la resurrección del Señor en sus epístolas y cómo la certeza de que verdaderamente Jesús de Nazaret había resucitado de entre los muertos, le convirtió en un apóstol, testigo y mártir de la Iglesia Cristiana.
El primer testimonio aparece en Gálatas 1:15 donde dice: «Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, REVELAR A SU HIJO EN MI, para que yo le predicare entre los gentiles».
En la ciudad de Corinto algunos creyentes cuestionaban si Pablo tenía el derecho a llamarse apóstol por cuanto no había estado con el Señor. Este les presenta una pregunta cuya respuesta él sabía que era conocida por los corintios, les dice: «¿No he visto a Jesús Señor nuestro?». Es evidente que la visión a la que se hace referencia es la del Cristo resucitado.
En Corinto algunos creyentes, a pesar de creer en la resurrección de Jesucristo, tenían dudas acerca de la resurrección de los seres humanos. Entonces San Pablo escribe un capítulo que también merece un exhaustivo estudio durante la semana, me refiero a I Corintios 15. De paso, el Apóstol le recuerda a los corintios que no existe diferencia alguna entre la aparición del Cristo resucitado a los otros apóstoles y su experiencia personal. Después de narrar una serie de apariciones del Resucitado a los apóstoles y a otras personas declara: «Y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mi. Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios». (I Cor. 15:8-9).
El cuarto testimonio de San Pablo también está dedicado a la Iglesia de Corinto, les dice: «Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo» (II Cor. 4:6) Reconoce que él estaba en tinieblas creyendo estar en la luz, reconoce su ceguera física de la que le libró Ananías por mandato divino, pero también se goza porque la luz resplandeció en nuestros corazones, dice. Llama la atención su enunciación final: PARA ILUMINACION DEL CONOCIMIENTO DE LA GLORIA DE DIOS EN LA FAZ DE JESUCRISTO. Esto parece indicar que en su experiencia del camino de Damasco pudo contemplar el rostro de Cristo. Lo cual produjo su iluminación interior.
¿Qué significado tiene para nosotros la resurrección?
Lamentablemente tenemos que reconocer que una buena parte de la Iglesia ha perdido el camino con relación a la resurrección de Jesucristo. Algunos pretenden convertir la Iglesia en una Institución filantrópica con fines exclusivamente sociales. ¿Por qué lo hacen? Por una razón muy sencilla: PORQUE SE HAN QUEDADO SIN MENSAJE. Todo lo social cabe dentro del Evangelio, pero todo el Evangelio no cabe dentro de lo social. La acción social de la Iglesia es una consecuencia de fe en Jesucristo que conlleva a amar al prójimo.
El mensaje central del Evangelio es la salvación personal a través del sacrificio de Jesucristo en la cruz. Como bien dice San Pablo: “Si Cristo no resucitó vana es vuestra fe, aún estáis en vuestros pecados”. (I Cor. 15:17). “CRISTO MURIO POR NUESTROS PECADOS CONFORME A LAS ESCRITURAS” (I Cor. 15:3). En todo esto esta implícito el arrepentimiento. Arrepentimiento que no serviría para nada si Cristo no hubiera resucitado, porque estaría vacío de contenido.
Pero lo más contundente para la predicación, tanto de ayer como de hoy, son las siguientes palabras de San Pablo: «SI CRISTO NO RESUCITO, VANA ES ENTONCES NUESTRA PREDICACION, VANA ES TAMBIEN NUESTRA FE» (I Cor. 15:14).
Recordemos que VANA quiere decir VACIA y debemos cuidar con esmero que tanto nuestra fe como nuestra predicación estén llenos de un gozoso contenido.
ES EL SENTIDO DE LA PRESENCIA DE DIOS EN LA VIDA DEL CRISTIANO LO QUE HACE DE UN SUJETO COMUN Y CORRIENTE UN LIDER ESPIRITUAL. Sólo la certeza de la resurrección de Jesucristo puede darnos el sentido de esa presencia, como lo hemos visto en el caso de Saulo de Tarso.
Debemos siempre recordar la experiencia wesleyana. Juan Wesley fue un fracasado como misionero en los Estados Unidos. El mismo no estaba seguro de su propia salvación personal, a pesar de ser pastor y misionero. Pero su experiencia personal en la capilla de la calle Aldersgate, en Londres, hizo su corazón arder de una manera extraña y se transformó en uno de los más grandes evangelistas que el mundo haya conocido. El milagro se realiza por la certeza de la presencia de Dios en su vida.
¿Qué significa para ti la resurrección de Jesucristo?
Conclusiones y llamado al discipulado
No podemos esperar que en cada uno de nosotros se repita el caso de San Pablo. Dios lo necesitaba en ese momento para llevar el Evangelio a los gentiles y lo llamó en su gracia y su misericordia. La aparición de Cristo resucitado se encuentra en el contexto del inicio de la Iglesia. Por otro lado, uno de los más grandes errores que se puede cometer es pretender convertir en universal, una experiencia personal. Pero podemos tomar modelos en cuanto a la forma de propiciar el encuentro con Dios.
Uno tiene derecho a hacerse la siguiente pregunta: ¿Es posible alcanzar una experiencia similar a la de Juan Wesley, el iniciador del movimiento metodista en Inglaterra durante el siglo XVIII, imitando su método de búsqueda?
Wesley no buscó su experiencia por vía de la razón. Aunque era un graduado de la Universidad de Oxford, conocía ocho idiomas, incluso el español. Era un erudito en su época. Pero busco a Dios por el camino de la fe. Y LO ENCONTRO.
Quiero hacer un llamado a ser evangélicos militantes en un mundo donde la Iglesia se esta expresando en forma BLANDENGUE en cuanto al llamado del Señor a salir a evangelizar.
El Señor nos necesita y nos llama hoy, no le respondamos con la TRAICION o con una ACTITUD BLANDENGUE. Firmes y adelante, huestes de la fe. Firmes testigos de Cristo y de Su Resurrección, enrolados en el discipulado cristiano para gloria de Dios y bendición de muchas personas. Hay un lugar de trabajo para todos los que quieran servir al Señor dentro y fuera de la Iglesia.