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LA NATURALEZA DEL LLAMADO DIVINO

Para lograr eso, Dios necesita de un instrumento. Él requiere de una persona dispuesta, de una persona llamada para la tarea. Aquí seguimos viendo la manera cómo ha trabajado, y trabaja nuestro Dios. Cada vez que Él emprende la tarea de liberación, busca a alguien que a pesar de sus dudas, limitaciones y complejos, puedan decir «¡sí!». Ningún otro tema cautiva más en la Biblia que el que tiene que ver con el llamado divino. Cuando uno ve a Dios llamando a Israel, un pueblo esclavo e insignificante, se pregunta, ¿por qué Dios no llamó a otra nación de mayor abolengo y demás renombre como Egipto o Babilonia, cunas de la civilización antigua? Parece, pues, extraño que Dios eligiese a una nación de esclavos para ser su pueblo. Pero lo mismo ha pasado con los hombres y mujeres que Él llama. La Biblia nos dice que «lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es» (1 Cor. 1:28) En el llamado divino, el asunto no es qué tan importante es la persona llamada, sino cuán importante es el Dios que llama. Seguro que fue esto lo que llevó a Jesús a decir: «No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros» (Jn. 15:16) En el pasaje de hoy, de donde se desprende nuestro tema, tenemos una historia maravillosa; hablamos del espectacular llamado a Moisés. Las verdades de este llamado son aplicadas para cada vida. Por un lado tenemos al incomparable Dios que llama. Hay todo un asunto intrigante en la manera soberana de su llamado. Él no ha hace una escogencia como lo haría un gerente para su compañía. Él no siempre llama a los mejores porque de ellos Él sacará lo mejor. Veamos la naturaleza en ese llamado.

I. EN EL LLAMADO DIVINO HAY UN CONOCIMIENTO PERSONAL v.2

Uno de nuestros muy conocidos himnos dice: «Señor, tú me llamas por mi nombre desde lejos, por mi nombre cada día tú me llamas». El llamado de Dios no se dispersa en medio de la multitud. No hay tal cosa como un llamado colectivo, de modo que quien primero lo escuche, lo agarre. Dios llamó a Moisés por su nombre. Por el nombre que le concedió la hija del Faraón cuando lo sacó del agua. El nombre «Moisés» significa «sacado de las aguas». Con ese nombre fue conocido en el palacio real, de donde algunos historiadores han dicho que llegó a ser un príncipe y guerrero del imperio. Pero ahora ese mismo Moisés está en el desierto, pastoreando las ovejas de su suegro Jetro. Allí llegó después de haber dado muerte al egipcio que peleaba con el israelita. Por seguro, en ese lugar desierto Moisés tuvo tiempo para la profunda meditación. Debe recordarse que la vida de un pastor llega a ser una vida solitaria. De este modo, a la mente de Moisés vendría una y otra vez la imagen de su amado pueblo esclavizado, su anhelo de libertarlos, pero también los recuerdo de su fracaso con la muerte que dio al egipcio. En la vida de Moisés, como en la de muchos, hay una historia combinada de fracasos y de buenos anhelos. Y aquí es donde entra en acción el Dios que salva y llama de una manera personal. Debe haber una «zarza ardiente» en la vida de cada persona donde sentimos, no solo el llamado, sino también nuestra indignidad al saber que estamos pisando tierra santa v. 5. Pueden haber muchas personas en el mundo, pero el Señor te conoce y te llama por lo que tú eres. ¿No es esto maravilloso?

II. EN EL LLAMADO DIVINO HAY UNA REVELACIÓN PERSONAL v.6

El Dios de la Biblia tiene personalidad. No es una entelequia ni una cosa abstracta. Su revelación aquí no es como la de otro Dios, sino como el «Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob» v.6. Eso habla de historia, de llamado y de propósito. Un estudio de cada uno de estos personajes nos indica la manera como Dios se manifestó a ellos, y la forma cómo les aseguró las promesas de lo que ahora va a *****plir a través de Moisés, en la gran liberación de su pueblo. Pero Moisés estaba preocupado por el nombre de Dios. Para él esto era muy importante porque él llegó a conocer los nombres de los «dioses» egipcios y la manera como se dirigían a ellos. De modo que Moisés temía ser rechazado por su pueblo por que ellos no conocían a la deidad que le hablaba. Dios le había dicho quién era, pero Moisés quería conocer su nombre. A él le preocupado si el pueblo le preguntara por el nombre del Dios que representaba v.13, y, ¿qué le respondería? Para Israel el conocer el nombre de una persona lo relacionaba con su naturaleza, carácter, atributos y su propio ser. Dios conocía a Moisés por su nombre, pero ¿cuál es el nombre del Dios que llama? De modo que para Moisés no era suficiente saber quién era Dios sino cuál era su nombre. Note la forma cómo Dios se revela. Él dijo primero «yo soy el Dios…», y luego, «Yo soy el que soy» v.14. Se ve que tal revelación no tuvo al principio toda la trascendencia en la vida de Moisés, pues va a presentar varias objeciones a su llamado, entre las que incluye el asunto del nombre del Dios que va representar. Moisés supo que Dios era una persona, pues se comunicaba. Supo que Él estaba preocupado por su pueblo oprimido, pues habla de oír su clamor y manifiesta venir a liberarlos; sin embargo, aparece como un Dios ausente. ¿Qué había pasado con Él durante cuatrocientos años? ¿Cómo iba el pueblo a reconocerlo? Pero lo cierto es que Dios no se revela con un nombre específico; es más, hacerlo así sería limitarlo. Dios se revela al hombre no tanto para que se le conozca por su nombre sino por lo que hace; en un sentido esto es el significado de la expresión «yo soy el que soy». Nos da mucho gozo el saber que hay un Dios que se nos ha revelado de una manera personal. Eso nos habla de un Dios cercano, amigo, compañero, protector y sustentador. Con este Dios dirigiendo nuestra vida, cualquier empresa es posible.

III. EN EL LLAMADO DIVINO HAY EXCUSAS HUMANAS v.11, 12; 4:2, 10, 13

Esta historia se ha repetido siempre. Son contados los «Isaías» que han dicho «Heme aquí», al primer llamado de Dios. La naturaleza humana asume un continuo rechazo frente al llamado divino. Moisés es la representación típica a las diferentes objeciones que ponemos cuando Dios nos exige trabajar en su obra. La verdad es que estamos más presto para trabajar en el mundo que trabajar en la Casa de Dios. Notemos la naturaleza de cada excusa en la vida de Moisés, todas aplicables a la vida contemporánea

1.¿Quién soy yo? V. 11. Esta fue la primera excusa que Moisés presenta al llamado divino. Moisés pronto descubrió que él no era el hombre adecuado para esta abrumadora tarea. Aún más, los recuerdos de su fracaso en Egipto, así como sus propios complejos, le llevó a negarse para ser usado en la manera como Dios estaba pensando. Esta es la objeción que casi todos presentamos a la hora de hacer algún trabajo para el Señor. Nos consideramos tan poca cosa, sin ningún mérito o capacidad, que nos preguntamos al igual que Moisés”¿Quién soy yo?” para hacer este trabajo en la obra del Señor. Pero a la primera excusa el Señor dice: “Ve, porque yo estaré contigo… “ v.12. Con esta respuesta Dios dice que lo más importan no es quién soy yo, sino quién es está conmigo para *****plir la tarea. Cambiaríamos de opinión si descubriéramos al Dios que nos comisiona ir. No somos tan débiles para acometer la tarea.

2.¿Qué les voy a decir? V.13. En la segunda objeción, Moisés plantea el asunto de lo que les va a decir a su gente. Él estaba preocupado acerca del Dios que le enviaba: ¿Quién era Él? ¿Cuál era su nombre? ¿Cuál era su mensaje? A él le preocupado la reacción de los israelitas cuando le preguntaran acerca del nombre Dios. Y es que el temor de hablar acerca del Dios que amamos nos enfrenta a la misma excusa de Moisés. ¿Qué voy a decirle a la gente? Si le hablo del Dios que me ha salvado, lo más probable es que seré rechazado. Si le hablo que pertenezco a determinada iglesia, lo más probable es que seré confrontado con la incredulidad y hasta las burlas de las personas. Pero a la excusa de Moisés, el Señor responde: “Así dirás a los hijos de Israel: Yo soy me envió a vosotros” v.14. El temor de lo que van a decir mientras hablo debe ser superado por la fe del Dios que nos envía.

3. No ve van a creer v. 4:1 Moisés fue un hombre duro de convencer. Al principio fue un pesimista y resistente a la encomienda divina. Su actitud testaruda se debió a que no quería regresar a Egipto. A lo mejor había en él el temor de ser castigado por la forma cómo huyó. Y en entre esos temores estaba el que tenía que ver con su pueblo mismo. Él estaba convencido que su gente no le iba a creer. Pensaba que ninguno de ellos iba a aceptar la idea que Dios le había enviado como profeta o líder en medio de ellos. Para esta objeción, el Señor le presenta tres señales que Dios haría en medio de ellos: convertir la vara en culebra, convertir la mano en lepra y convertir las aguas del río en sangre. Con todo y estas señales, él tenía dudas. Esta actitud de Moisés nos revela que hay creyentes incrédulos. Hay creyentes convencidos que Dios no podrá cambiar a determinadas personas. Por esa actitud no testifican ni esperan la salvación de otros.

4. No se hablar bien v. 4:10. Esta fue la cuarta excusa. No se sabe cuál era en verdad el problema de Moisés con relación a esta excusa. Algunos sugieren que tenía un problema de nacimiento; a lo mejor era un tartamudo. Otros creen que Moisés hizo referencia a su falta de elocuencia; a la facilidad de palabras para comunicarse con una multitud tan grande. Y aquí es donde la respuesta de Dios sigue dejando sin argumento al hombre que Él quiere usar. Note la manera cómo Dios responde a esta nueva excusa: “¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve o al ciego! ¿No soy yo Jehová?” v. 12. Esta excusa de Moisés nos hace ver que muchas veces es mejor quedarse con éxito fácil, que arriesgarse a un gran fracaso. Nuestra cómoda excusa por no saber hablar bien está conduciendo a la mucha gente a una eternidad sin Cristo. No importa que no sepamos hablar bien, Dios soltará la lengua al momento de testificar de su nombre. ¡Para Dios no hay excusa!

5. Búscate a otra persona v. 4:13. Cuando Moisés presentó esta última objeción colmó a Dios con su paciencia. Si pudiéramos usar una expresión común sería algo así como, ‘sacó a Dios de sus casillas’ (expresión popular). El v.14 es elocuente cuando habla del enojó de Dios con Moisés. Le había buscado la vuelta a todas sus negativas excusas. Le había mostrado por qué él era el hombre para la tarea. Le había mostrado con señales que él era un Dios poderoso. Y cuando Dios pensaba que ya el hombre no tenía más argumento, ahora le dice que se busque a otra persona para que haga el trabajo. Esta actitud es tan parecida a la que asumen tantos creyentes al momento de servir al Señor. Resulta más fácil que otros hagan el trabajo, que comprometerme a hacerlo yo mismo. Moisés como muchos de nosotros era tardo para decir “sí” pero era rápido para decir “no”. ¿Nos parecemos o no a Moisés?


CONCLUSIÓN: El servicio en la obra del Señor no es opcional. Este es el más grande problema que enfrenta la iglesia de hoy. Pero un cristiano de carácter maduro sabe que aun cuando su cuerpo se agote por la edad, no es el fin de todo pues puede seguir sirviendo y luchando a través de la oración. Por otra parte, si los creyentes emplearan la creatividad que tienen para inventar excusas para no *****plir con el Señor, y la usaran para servirlo, la obra sería más próspera. Dios nos llama porque nos conoce; revela su nombre para que se le conozca, y espera un “heme aquí», no una excusa para hacer su trabajo. ¿Cuál será la actitud que asumiremos hoy frente a la magnitud del llamado divino?