El capítulo 12 del libro de Apocalipsis comienza también con el símbolo de una mujer. De hecho, tenemos tres símbolos aquí: la mujer, su hijo y un gran dragón rojo. Es asunto nuestro, en esta mañana, interpretarlos y entender lo que Juan vio en aquella visión.
«Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol y con la luna debajo de sus pies y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, gritaba con dolores de parto y sufría angustia por dar a luz. Y apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón rojo que tenía siete cabezas y en sus cabezas tenía siete diademas. Su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. El dragón se puso de pie delante de la mujer que estaba por dar a luz, a fin de devorar a su hijo en cuanto le hubiera dado a luz. Ella dio a luz un hijo varón que ha de guiar todas las naciones con cetro de hierro. Y su hijo fue arrebatado ante Dios y su trono. Y la mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar que Dios había preparado, para ser alimentada allí durante 1.260 días.
La pregunta que nos viene de inmediato a la mente al leer estos versículos es, ¿qué significan estas grandes señales? ¿Qué o a quién simbolizan? Dos de ellas son relativamente fáciles de reconocer y una vez que hayamos averiguado quiénes son esas dos, la tercera será inconfundible. El dragón es el más sencillo de reconocer porque más adelante, en el versículo 9, se nos dice exactamente quién es. El versículo dice: «Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engañó a todo el mundo. Fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados junto con él. Aquí tenemos, pues, al demonio, que aparece como un gran dragón rojo con siete cabezas y diez cuernos y siete coronas sobre sus cabezas. También se nos dice que es la antigua serpiente, aquel que se le apareció en el Huerto del Edén a Eva, la engañó e introdujo el pecado en la raza humana. Aquí aparece con la forma de un dragón, que no es otra cosa que una serpiente enorme y un símbolo de la adoración satánica todavía en muchos países de la tierra. Su labor también la describe el versículo 9. Toda la carrera del demonio está relacionada con engañar a toda la tierra habitada, es decir, mentir a la raza humana y veremos mucho al respecto según avancemos en el libro.
El más fácil de reconocer, a continuación, es el hijo que nace a la mujer porque se nos dice en el versículo 5 que «ha de guiar a todas las naciones con cetro de hierro o «vara de hierro. Muchos de ustedes reconocerán que esta última frase ha sido tomada del Salmo 2, que se cita o se hace referencia a él en cuatro ocasiones diferentes en Apocalipsis. En cierto modo, el Salmo 2 es el pasaje básico a partir del cual se amplia y se desarrolla todo el libro. Este salmo habla acerca del hecho de que Dios establece su reino en su santo monte de Sion: «¡Yo he instalado a mi rey en Sion, mi monte santo! (desde donde gobernará a las naciones con vara de hierro. Está claro que esa es un a referencia a nuestro Señor Jesús.
La referencia a la vara de hierro siempre indica una escena correspondiente al milenio, al reinado de Cristo, que durará mil años. El gobierna con vara de hierro (con una justicia estricta) porque, aunque es un tiempo de bendición para todo el mundo y la maldición habrá sido al menos parcialmente retirada de la naturaleza, también es un tiempo en el que el pecado sigue manifestándose hasta cierto punto. La justicia reina en la tierra, pero tiene que ser impuesta, cosa que también veremos más adelante, al seguir con este libro. Cuando lleguemos a los nuevos cielos y la nueva tierra, que Juan contempla en los dos últimos capítulos de este libro, veremos en ellos que Cristo no reina ya con una vara de hierro porque el pecado se ha resuelto totalmente y ya nada malvado formará parte de la escena. Jesús aparece en estos dos capítulos como un pastor lleno de ternura y de amor, que atiende personalmente a su pueblo y les muestra una gran amabilidad.
Con esto llegamos a la identidad de la mujer. ¿Quién es esta extraña mujer, que aparece vestida del sol y de la luna bajo sus pies, con 12 estrellas en una corona alrededor de su cabeza? ¡Los católico romanos dicen que es María, puesto que fue la madre de Jesús, ya que este relato muestra a la mujer simbólica que habrá de ser, pero el problema de esa teoría es que no encaja de ninguna manera con el versículo 6! En el nos enteramos de que «la mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar que Dios había preparado, para ser alimentada allí durante 1.260 días. Eso no le sucedió nunca a María y nunca le pasará. Esta no es una imagen de una persona, sino más bien de un grupo de personas.
Algunos comentadores afirman que simboliza a la iglesia, cuya imagen aparece al final de Apocalipsis como la esposa de Cristo, es decir, como una mujer, pero es imposible que esta mujer represente a la iglesia porque la iglesia no produjo a Jesús, sino que sucedió todo lo contrario. Fue el Señor quien dio origen a la iglesia y ésta surge del costado herido de Jesús. Por lo tanto, este simbolismo no encaja con la imagen que nos encontramos aquí.
Por lo tanto, es preciso que examinemos las claves que se nos ofrecen a fin de identificar a esta mujer, que esta vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de 12 estrellas alrededor de su cabeza. El único otro lugar donde se usan estos tres símbolos juntos es en Génesis 37, en donde aparece el relato de José, cuando era un joven, que había tenido un sueño. Una noche soñó que el sol, la luna y 11 estrellas descendían y se inclinaban ante él. Cometió la equivocación de contarle el sueño a sus padres y a sus hermanos, que se sintieron muy molestos por ello. Su padre interpretó correctamente el significado del sueño como que José sería exaltado de algún modo y toda la familia vendrían y se tendrían que inclinar ante él. Sabemos por la historia que sucedió después que esto pasó, efectivamente, de ese modo. José se convirtió en el segundo gobernador de Egipto y sus padres y sus 11 hermanos tuvieron todos ellos que acudir ante su presencia e inclinarse ante él.
Está claro, por lo tanto, que es una descripción de la nación de Israel. (José sería, pues, la estrella duodécima.) En Romanos 9:5 el apóstol Pablo dice acerca de los judíos: «de ellos son los patriarcas y de ellos según la carne proviene el Cristo… que llega a los gentiles por esa vía. Por lo tanto, en este caso la mujer es Israel, que ocupa nuevamente un lugar destacado. Como describe acertadamente un comentador: «por eso aparece ataviada con el esplendor del sol, que es Cristo mismo, que no tardará en aparecer en su poder supremo como el Hijo de Justicia (Mal. 4:2) porque el sol es el gobernante de ese día y, como consecuencia, su antigua gloria antes de que amanezca, la luz reflejada de su típico sistema, viene a ser como la luna a sus pies. La corona de 12 estrella que lleva sobre su cabeza se refiere, como es natural, a las doce tribus, que son ahora planetas alrededor del sol.
A fin de entender este capítulo debemos recordar que las escenas terrenales que nos enseña lo hace desde un punto de vista celestial. En el capítulo 4 Juan fue llevado al cielo y le fueron mostradas todas las cosas que se mencionan entre los capítulos 4 al 19. Cuando se contemplan los acontecimientos terrenales desde la panorámica celestial, el tiempo no es nunca un factor y no se trata de una cuestión de secuencia o de cronología, sino simplemente de acontecimientos. En este capítulo tenemos una observación telescópica del conjunto de los acontecimientos que estaban muy distanciados por el tiempo. Desde el punto de vista celestial, se nos muestra lo que sucede y no cuándo sucede. Si puede usted acordarse de eso, el capítulo tendrá sentido.
Juntamente con la mujer y su hijo está el gran dragón rojo, está fantástica serpiente, que exhala humo y que tiene siete cabezas, diez cuernos y siete coronas y que nos parece un monstruos de película ¿verdad? No voy a interpretar las siete cabezas, los diez cuernos y las siete coronas al llegar a este punto porque en el próximo capítulo el dragón volverá a aparecer, representando un papel ligeramente diferente que tendrá una gran importancia para nosotros, por lo que dejo la interpretación para ese capítulo. Baste, al llegar a este punto, contemplar a este gran dragón agazapado, contemplando fijamente a Israel, a punto de devorar a su Hijo, que le ha sido prometido durante tantísimo tiempo, al hacer su aparición en la tierra.
En lo que al tiempo se refiere, esto hace que volvamos al nacimiento de Jesús, en los días del Imperio Romano, bajo el cual estuvo subyugado Israel, y a los tiempos del Rey Herodes el Grande y su enemistad en contra del nacimiento que había sido anunciado. Es fácil darse cuenta de los acontecimientos de esa época, que aparecen aquí de modo simbólico para nosotros. Se nos dice ya que el dragón arrasó con su cola a la tercera parte de las estrellas del cielo. Ya hemos visto en Apocalipsis que las estrellas, usadas de modo simbólico, son imágenes de los dirigentes destacados entre los hombres, concretamente en este caso en relación con Israel. «Los profetas que enseñan mentiras son la cola es decir, el medio por el cual Satanás lleva a cabo su engaño y su obra destructiva, de modo que en esta acción simbólica las estrellas son arrastradas por la cola de la serpiente (por los profetas mentirosos) y arrojadas sobre la tierra. Esto es un símbolo de los dirigentes de Israel, que se dejan engañar por sus propios maestros y profetas, que caen ante Dios de su posición moral. El dragón con poder mundial de aquellos tiempos, los del Imperio Romano, espera para destruir al Hijo a través del rey Herodes el Grande, que es como un títere, al nacer el niño. Sabemos cómo evitó Dios que sucediese eso. Desde el punto de vista histórico, José y María se llevaron al niño Jesús, huyendo en secreto a Egipto y evitaron de ese modo la enemistad de Herodes. Aquí se nos dice que «su hijo fue arrebatado ante Dios y su trono. El símbolo salta del nacimiento de Jesús a su ascensión unos 30 años después, pasando por alto su vida y su ministerio, su muerte y su resurrección. A Juan le muestran el nacimiento de nuestro Señor y su ascensión a los cielos, el comienzo y el fin de su ministerio terrenal.
Pero esto suscita un problema en cuanto a entenderlo porque la ascensión de Jesús, tal y como lo describen los evangelios y el comienzo de los Hechos, no se produjo con el propósito de escapar del mal que querían hacerle sus enemigos en la tierra. El Señor resucitado estaba fuera del alcance de sus enemigos por el tiempo y ellos no podían hacerle ningún daño. De modo que Jesús no tiene necesidad de ascender al cielo con el fin de escapar de la ira del dragón.
Pero, y aquí es donde se vuelve un poco intrincado, hay un sentido en el que nuestro Señor fue liberado del peligro siendo llevado al cielo. ¿Cuántos de ustedes han averiguado cuál es? Es la iglesia, como es natural. A través de todo el Nuevo Testamento la iglesia y el Señor se consideran como una sola cosa. ¿Recuerda usted cuando Saulo se convirtió en el camino a Damasco y Jesús se le apareció y le dijo: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? De hecho a quien perseguía Saulo era a la iglesia, pero Jesús le dijo: «¡esa soy yo! En su primera epístola a los Corintios, Pablo escribe: «porque de la manera que el cuerpo es uno solo y tiene muchos miembros, y que todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, son un solo cuerpo…. Y luego añadió esta frase tan significativa: «….así también es Cristo. La iglesia y el Señor forman juntamente el cuerpo de Cristo, de manera que toda la historia de la iglesia está representada en estas palabras, incluyendo el rapto. Resulta interesante que el término usado aquí, refiriéndose al niño, diga que fue arrebatado ante Dios y su trono, que es el mismo término que se usa en relación con el rapto de la iglesia. ¡Es el Gran Arrebato! Así es como lo llamaban los jóvenes durante los tiempos de la Vida del Cuerpo en la década de los 60, el Gran Arrebato, el rapto de la iglesia, que habrá de tener lugar antes de que el dragón comience su obra de persecución. El versículo 6 nos traslada hacia adelante, a aquellos tiempos. Aquí desaparecen siglos enteros, que abarcan toda la era de la iglesia. Se nos dice que la mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar que Dios había preparado para ser alimentada allí durante 1.260 días, hecho que se sitúa al comienzo de la gran tribulación.
La escena, sin embargo, cambia de repente y tenemos que dejar de fijar nuestra vista en la tierra para fijarla en el cielo, a fin de ver una escena de conflicto, invisible para la tierra, pero que está teniendo lugar en el cielo.
«Estalló entonces una guerra en el cielo. Miguel y sus ángeles pelearon contra el dragón. Y el dragón y sus ángeles pelearon, pero no prevalecieron, ni fue hallado más el lugar de ellos en el cielo. Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua que se llama diablo (el acusador) y Satanás (el adversario), el cual engaña a todo el mundo.
Esta es la primera referencia que se hace en este libro a Miguel. ¿Quién es Miguel? Lo sabemos por lo que está haciendo. No está remando su barca para llevarla a tierra, sino que está luchando en contra del gran dragón rojo. Al profeta Daniel le fue dicho: «…Miguel el gran príncipe que está del lado de los hijos de su pueblo (Israel). Israel se encuentra, de modo inconfundible, en primera plana aquí, simbolizada por la mujer, que son el remanente de los creyentes de Israel.
Basándonos en esta escena, podemos llegar a la conclusión de que hasta estos últimos días de la historia, Satanás seguirá teniendo acceso al cielo. En el libro de Job aparece ante Dios y le pide permiso para atacar el cuerpo de Job. En el libro de Zacarías también se le encuentra acusando a los santos de Dios ante su presencia en el cielo y Pablo nos dice en Efesios 6 que nosotros los cristianos actuales no tenemos lucha contra carne y sangre es decir, las otras personas no son realmente problema nuestro y es lo que el demonio le está haciendo a las personas, consiguiendo que se pongan en contra nuestra; cosa que realiza mediante los espíritus del mal, a los que llama «espíritus de maldad en los lugares celestiales. Por lo tanto, a lo largo de la presente edad Satanás sigue teniendo acceso al cielo.
Pero al llegar a este punto de la semana septuagésima de Daniel, Dios está harto de la presencia del demonio en el cielo. Entonces envía a Miguel, el gran arcángel con sus ángeles y juntos arrojan al demonio y a sus ángeles a la tierra. Hemos visto ya una descripción, de manera simbólica, en el capítulo 9:1, donde vimos como cayó una gran estrella del cielo a la tierra y de ella surgió el que procedía del pozo del abismo. Encontramos otros relatos sobre esta caída de Satanás en Ezequiel 28 y en Isaías 14.
En los próximos versículos, hallamos un relato de la reacción del cielo al ser arrojado el demonio a la tierra.
«Oí una gran voz en el cielo que decía: ¡Ahora ha llegado la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo! Porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios. Y ellos lo han vencido por causa de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, porque no amaron sus vidas hasta la muerte. Por esto, alegraos, oh cielos, y los que habitáis en ellos. ¡Ay de la tierra y del mar! Porque el diablo ha descendido a vosotros y tiene grande ira, sabiendo que le queda poco tiempo.
Esa gran voz que oye el apóstol parece ser la de los mártires del capítulo 6, a los que les han sido dadas vestiduras blancas, y que parece que se encuentran bajo el altar clamando a Dios «¿Hasta cuándo, oh soberano Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre sobre los que moran en la tierra? Los «hermanos serían, en este caso, los judíos creyentes, el remanente de Israel, que durante esos días se encontrarán todavía en la tierra. Los santos vestidos con las vestiduras blancas en el cielo anuncian que ha llegado el momento de que el Señor reine sobre todo el reino que durante tantísimo tiempo le había sido anunciado a Israel.
El versículo 11 es muy importante porque nos muestra de qué manera pueden los santos de cualquier época vencer las artimañas del demonio, ya que también nosotros nos vemos constantemente atacados por el demonio. Las mentiras y la propaganda engañosa llega a nuestros oídos hoy por todas partes y se cree por doquier las filosofías equivocadas y perjudiciales. Estamos siendo acusados ante la presencia de Dios y escuchamos en nuestros propios corazones estas acusaciones hechas por el demonio, por lo que es preciso que sepamos cómo responder.
Hay tres medidas que podemos adoptar. En primer lugar «le vencieron por causa de la sangre del Cordero. ¿Ha escuchado usted alguna vez al demonio acusarle? ¿Ha oído en alguna ocasión como si una voz interna le dijese: ¿Qué clase de cristiano eres? ¡Mira cómo te has comportado! ¡Dios no podría nunca amarte! ¿qué te hace pensar que eres aceptable a sus ojos? ¡Eres un verdadero desastre! ¿De qué modo puede usted enfrentarse con esa situación? Según este versículo debería usted de admitirlo, es verdad, cometemos equivocaciones todo el tiempo. Nos creemos las mentiras, somos egoístas, en ocasiones somos maliciosos y satisfacemos nuestros propios deseos y perjudicamos a otras personas con nuestra falta de sensibilidad. Todo ello es cierto. ¡Admítalo! Pero a continuación, recuerde usted al demonio acerca de la sangre del Cordero y la cruz de Cristo, donde Jesús llevó nuestros pecados, para que nosotros ya no tuviésemos que ser juzgados y ni siquiera acusados ante Dios. Por eso es por lo que Pablo puede decir en Romanos 8: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús. Hace años me encontré con una poesía maravillosa, que había sido escrita por una cariñosa y santa mujer a la que conocí y ella describe su propia experiencia en estos términos:
Pequé y de inmediato, Satanás huyó a toda prisa. Acudió a la presencia del Dios Altísimo, donde hizo una acusación burlona contra mi. Le dijo: «esta alma, esta cosa de barro y tierra, ha pecado. Es cierto que ha mencionado tu Nombre, pero exijo su muerte, porque Tu has dicho: El alma que pecare morirá., ¿Acaso no habrá de *****plirse tu condena? ¿Está la justicia muerta? Envía a esta desdichada pecadora a su destrucción. ¿Qué otra cosa puede hacer un gobernante justo? Y de este modo día y noche me acusó. ¡Y cada una de sus palabra, oh Señor, son ciertas! Entonces apareció en seguida Uno de la diestra de Dios Ante cuya gloria los ángeles se cubren los ojos. Y dijo: «ante la Ley habrá de *****plirse cada jota y cada tilde. ¡Muere el pecador culpable! ¡Pero espera! Supongamos que toda su culpa pasa a Mi, y que yo pago el precio. ¡Mira mis manos, mi costado y mis pies! Un día fui hecho pecado por él y tuve que morir para que apareciese sin culpa ante mi trono. Y Satanás salió huyendo, sabiendo muy bien que no podía vencer contra un amor así, ¡Porque cada palabra pronunciada por mi Señor era verdad! Ese es el significado de la sangre del Cordero. ¡No hay manera de enfrentarse con Satanás y evitar la culpa y la vergüenza de la que nos acusa, sin descansar en la obra de la Cruz y la sangre del Cordero! Cuando Jesús hace de nosotros nuevas criaturas, Satanás solo puede acusarnos de algo que pertenece al pasado.
La sangre de Cristo es suficiente para resolver sus problemas de culpabilidad, pero ¿cómo podemos ayudar a otros? En la actualidad hay millones de personas que llevan vidas solitarias, vacías y dominadas por el temor. A todo nuestro alrededor hay personas que están intentando vencer algún sentimiento interior de culpabilidad o de vergüenza y para ello intentan sumergirse en el placer, en las drogas, en el alcohol, en el sexo o en lo que sea. ¿Cómo puede usted ayudarles? La respuesta es: «mediante la palabra de su testimonio. Los cristianos necesitan compartir con otros la libertad que les ha dado Cristo. ¡Cuántos de nosotros aquí hemos venido a Cristo gracias a que alguna persona había estado observando y nos ha dicho que en la cruz se podía encontrar el perdón de los pecados y que también usted podía obtenerlo? Dieron testimonio acerca del gozo y la paz que el Señor había traído a sus vidas, y fue por «la palabra de su testimonio que vino usted a Cristo.
¡En tercer lugar, Satanás fue derrotado porque «no amaron sus vidas hasta la muerte, sino que fueron capaces de renunciar a todo, menos a Cristo, importándoles más el honor y la verdad de Cristo que todas sus posesiones, que el puesto que ocupaban ante los hombres, incluso que sus propias vidas! Es evidente, a juzgar por sus acciones, que nada valía más para estas personas que la presencia de Cristo en sus vidas, prefiriendo morir antes que deliberadamente traer vergüenza a su nombre. Así es como se vence a Satanás. Eso quiere decir que no solo ha depositado usted su fe en la sangre de la cruz y amado a otros que están atados por las mentiras de Satanás, sino también que se aferra usted a la esperanza del cristiano, al hecho de que la muerte pierde su significado porque le ha sido prometida una herencia mas allá. ¡la fe, la esperanza y el amor! ¿Ha escuchado usted antes esas palabras? ¡Esa es la manera de derrotar al gran enemigo!
¡Eso es motivo de gran regocijo en el cielo, como ponen de manifiesto estas palabras, pero causa una mayor presión para los que quedan en la tierra! Satanás es consciente de que le queda poco tiempo, que en 3 años y medio va a ser atado y arrojado al abismo sin fondo. De modo que se mueve con rapidez y los acontecimientos finales se producen de inmediato.
«Y cuando el dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. Pero le fueron dadas a la mujer dos alas de gran águila, para volar de la presencia de la serpiente, al desierto, a su lugar donde recibe alimento por un tiempo y tiempos y la mitad de un tiempo (un año, mas dos años y medio año, es decir, 3 años y medio). Tras la mujer, la serpiente echó de su boca agua como un río, para que ella fuese arrastrada por el torrente. Pero la tierra ayudó a la mujer. Y la tierra abrió su boca y tragó por completo el río que el dragón había echado de su boca. Entonces el dragón se enfureció contra la mujer, y se fue para hacer guerra contra los demás descendientes de ella, quienes guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.
Hemos de darnos cuenta de que esta mujer no representa a toda la nación de Israel ni a todos los judíos de la tierra, sino que es realmente una representación del remanente, de la parte de Israel que habrá creído en aquellos tiempos. Ya se han emitido juicios contra los judíos, tal y como prometieron los profetas. Este es el tiempo «de la aflicción de Jacob y han sido eliminados los apóstatas y aquí solo escapa el remanente. Muchos creen que huirán a la ciudad de Petra, al sur del Mar Muerto, a esa extraña ciudad construida sobre la roca, que algunos de ustedes han visitado. Tal vez sea ese el lugar, no estoy seguro, pero aquí lo que se pretende dar a entender claramente es el cuidado que tiene Dios del remanente de sus creyentes, que son «transportados en alas de águila. Esa es, precisamente, la misma frase que usa Dios cuando la nación, guiada por Moisés, sale de Egipto. Dios dice: «¿No os he levantado a vosotros sobre alas de águila y os he llevado por el desierto? De modo que es la imagen de la protección y cuidado amoroso del remanente de su pueblo en ese día.
Un «río de aguas es muy posiblemente el símbolo de un enorme ejército de soldados que fueron enviados por el anticristo tras Israel. Hemos visto este simbolismo con anterioridad, pero la tierra misma la protege. Esto es posiblemente una referencia a los desastres naturales que acontecen en esos días, es decir, los terremotos, las tormentas de granizo y cosas por el estilo, que hemos encontrado ya en varias ocasiones en el libro de Apocalipsis y que desvían la atención de Satanás de modo que no pueda perseguir a la mujer y destruirla y en lugar de ello vuelve su atención sobre lo que aquí se llama «los demás descendientes de ella.
Eso significaría que también son judíos y se les reconoce como aquellos que «guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo. Me da la impresión de que eso es una referencia al grupo especial de 144.000 judíos con los que nos encontramos por primera vez en el capítulo 7 y con los que nos volveremos a encontrar en el 14, a los que llamamos «los comandos de Cristo, que se mueven por toda la tierra, predicando el evangelio del Reino a todas las naciones. El demonio concentra toda su atención, por última vez, sobre este grupo por causa de su testimonio frente al mundo.
Con esto llegamos al final del capítulo 12. La semana que viene nos encontraremos cara a cara con los dos grandes poderes anticristianos, que usará el demonio en aquellos días. Estoy seguro de que usted se habrá sentido impresionado, como me ha sucedido a mi, por la velocidad a la que se desarrollan los acontecimientos mundiales hoy, que son casi como un río que fluyese y se acercase a una catarata y al acercarse a ella la corriente aumentase su velocidad. Es muy factible que nos estemos acercando a los días aquí descritos.
La importante pregunta que deja pendiente ante nosotros este capítulo es: ¿cómo le va a usted en su batalla personal con Satanás? ¿Ha aprendido usted a derrotarle, a vivir como un vencedor en medio de todo lo decadente y de las condiciones desesperadas de esta época? Esa es la gran pregunta a la que todos tenemos que contestar. Solamente podemos vencerle por medio de la sangre del Cordero, por la palabra de nuestro testimonio, y no amando nuestras vidas hasta la muerte. Nada debiera ser más importante para nosotros que el ministerio que el Señor nos ha encomendado para estos días, el vivir en el entorno de nuestras familias y ante el mundo tal y como El nos permite que vivamos.
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Nº de Catálogo 4204
Apocalipsis 12:1-17
Decimosexto Mensaje
4 de Marzo, 1990
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