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LA INTERCESIÓN POR LOS ESCOGIDOS

En ninguna otra parte vemos tanta demostración de cuidado, protección y mejores deseos de Jesús para ellos, como en esta oración. Hay unas frases que tiene un sentido de exclusividad. Allí vemos a un Jesús haciendo las veces de un padre que está pronto a morir, y que después de haber reunido a sus hijos, les habla de una manera especial, con estas palabras: “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos” v. 9, 10. La oración de Jesús por sus escogidos nos revela la inversión que él hace en aquellos que toma por sus discípulos. Nos muestra por qué Dios no escogió a los ángeles, sino a los mismos seres humanos para completar la tarea iniciada por Jesús, en lo que se ha conocido como su Plan Supremo para salvar a la humanidad. Jesús intercede por sus discípulos delante del “Padre santo”, como si se tratara del asunto más importante de su ministerio. Levanta su clamor delante de su Él para que ellos fueran preservados del mal. Pide que ellos puedan ser guardados en santidad por la palabra dada. Anhela para ellos poder vivir con él en su estado de gloria. Para ello, los presenta en una íntima relación con él Padre. Esta oración tiene muy altas dimensiones divinas, pero a la vez tiene un gran toque de sensibilidad humana. En ella vemos al Jesús divino, reclamando su lugar en aquel estado eterno al que perteneció desde el principio, pero a su vez el Jesús humano quien siendo un conocer de las necesidades de sus discípulos, se levanta como el mediador, pidiendo todos los recursos del cielo para aquellos que seguirían con el trabajo en la tierra. Un estudio detenido de este texto nos revela que esta intercesión de Jesús por sus primeros discípulos, se aplica para todas las épocas. Veamos la naturaleza de esta oración intercesora.

I. ES UNA INTERCESIÓN PARA QUE SEAN GUARDADOS v. 11
La primera cosa que Jesús pide al Padre es una protección para sus discípulos. Muy pronto quedarían sin su presencia física. En su caminar con ellos los guardó de las trampas de Satanás, su más férreo enemigo. Los guardó de la hipocresía de aquellos que sustentaban las enseñanzas de la ley bajo un legalismo, que les llevó a pasar por alto la misericordia. Los guardó de aquellas ambiciones que entre ellos mismos se levantaron, pensando que Cristo instauraría un gobierno al estilo de los reyes terrenales. El trabajo que Jesús hizo con ellos de guardarlos fue admirable. Por un lado, él dice que “los guardaba en tu nombre”. Ninguna protección pudo ser mayor. En una ocasión dijo: “Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Jn. 10:29) Fue tal el trabajo de guardarlos en ese nombre que “que ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se *****pliera” v. 12. Ninguna cosa es más importante para un seguidor de Cristo que sentir que somos guardados por el Señor. En un tiempo donde el extraviarse, siguiendo la corriente del mundo, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, es tan fácil, el ser guardado por el Padre celestial se constituye en la seguridad más importante. Hay mucha maldad en el mundo de la que debiéramos ser guardados. Fue por eso que Jesús oró de esta manera: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal” v. 14. En la intercesión que Jesús sigue haciendo delante del Padre, no dudamos que ésta sigue presente.

II. ES UNA ORACIÓN PARA SER SANTIFICADOS v. 17
Si bien es cierto que los discípulos contaron con su protección divina, también es muy cierto que el camino para ser guardados de todo mal es que el que tiene que ver con la santidad de vida. Jesús pide al Padre que ellos sean santificados; pero, ¿de qué manera? ¿Cómo podían ellos llegar a ese estado? Para Jesús no había otra forma de lograrlo sino a través del instrumento de la palabra, de allí que dijo: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” v. 17. La verdad de Dios es su palabra. En ella tenemos toda la revelación que necesitamos conocer para vivir y para ser salvos. Y los discípulos habían conocido esa revelación. Jesús le comunicó al Padre que esta fue una de las importantes cosas que hizo con ellos, de allí que dijo: “Porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste” v. 8. Después dijo también: “Yo les he dado tu palabra…” v. 14ª. Jesús le dio a ellos las palabras recibidas del Padre con el propósito que ellos fueran santificados. Cuando Jesús pidió que sus discípulos fueran santificados en la verdad, reconoció que esto llega a ser el más grande imperativo en la vida cristiana. La santidad se está convirtiendo en una palabra rara en este tiempo. Está perdiendo su uso en algunos púlpitos cristianos. Esto es así, porque la santidad implica disciplina, renuncia, consagración y fidelidad. Note que cuando la Biblia quiso enseñarnos la manera para llegar a intimar con Dios, no dijo que lo haríamos a través de la oración, aun cuando esto es fundamental; no dijo que lo haríamos cuando usamos nuestros dones espirituales; no dijo que lo haríamos cuando leyéramos su palabra; no dijo que lo haríamos cuando entregáramos nuestros diezmos y ofrendas. Tampoco dijo que lo haríamos cuando estuviéramos evangelizando a otros. La Biblia dice que «sin santidad nadie verá el Señor» (He. 12:14) La santidad pudiera verse como algo frustrante e inalcanzable en nuestro caminar diario, sin embargo, Jesús nos dio la clave para lograrlo. Nos dijo que podemos santificarnos en la palabra, si la hacemos de ella el alimento diario. Si la aplicamos para cada circunstancia en la vida, ella se convertirá en el más grande instrumento para nuestra santificación. De esto se deduce que la falta de su lectura y aplicación de la misma, se constituye en nuestra falta de santidad, ¿está de acuerdo con eso? Note como Jesús refuerza este concepto cuando dice: «Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad» v.19.



III. LA INTERCESIÓN ES PARA QUE OTROS CREAN v.20
Jesús no solo oró por sus discípulos tomando en cuenta el momento que les tocaría pasar, sino que oró por todos aquellos (nosotros también) que llegarían a ser sus discípulos. Su visión para salvar al mundo trascendió todos los tiempos. La gran comisión que registra Mateo 28, nos muestra la visión global; y lo expresado en Hechos 1:8, sería el punto de partida para desarrollar esa visión. Al principio este grupo creyó la palabra de Jesús. Ahora «desde Jerusalén… y hasta lo último de la tierra», escucharían la palabra a través de ellos. La oración de Jesús en este sentido es única y poderosa. Él sabía del costo de la salvación de un alma. Para ello se necesita del poder del Espíritu Santo, de una vida llena de Él, y sobre todo, de una evangelización valiente y audaz. Fue tan poderoso la predicación de la palabra, después de su partida, que los primeros capítulos del libro de los Hechos nos muestra tal explosión de crecimiento, dejando a los principales sacerdotes preocupados, hasta el punto de decir: «Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina… » (Hch. 5:28) Esta petición hecha al Padre era tan necesaria como las demás. Había en aquel tiempo como lo hay ahora, almas cautivas por el poder del pecado y de Satanás. Para esta tarea sus discípulos tenían que ser sostenidos con un poder especial. Él sabía que por causa de su testimonio la mayoría de todos ellos serían perseguidos y hasta martirizados. Según la tradición solo Juan murió de vejez, el resto de ellos murieron martirizados. Para que las almas se salvaren por el testimonio de los discípulos fue necesario que ellos permanecieran en unidad. El tema de la unidad es presentado en este capítulo como algo fundamental para que se logre la salvación del perdido. En ambos casos él pone la unidad junto con la de su Padre con este mismo propósito: «Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tu me enviaste» v. 21. Esta misma oración la hace en el versículo 23. Los demás creerán cuando vean a una iglesia unida. Hay poder en la unidad. Jesús reconoció que ella fue vital para la extensión de su reino.

IV. LA INTERCESIÓN ES PARA SUS DISCÍPULOS VUELVAN A ESTAR CON ÉL v.24
La oración de Jesús tocó un asunto de mucha sensibilidad emocional. En ella él se traslada de lo temporal a lo eterno. Del tiempo del sufrimiento al tiempo de gloria. Cuando él pide al Padre que le conceda un lugar especial para aquellos que había tomado como sus discípulos, es como si llegara a la cúspide de su pedido. Él vivió con ellos y les enseño toda su palabra. Ellos vieron al Jesús lleno de poder, de gracia, de misericordia y de amor. Le vieron llegar hasta el final de su ministerio encarando la cruz. Pero ahora Jesús quiere tenerles en un estado de gloria. Y la petición es para que ellos justamente pudieran ver su gloria. Juan dice que ellos vieron su gloria (Jn 1:14), pero fue una gloria limitada por la condición de ellos y por el ministerio temporal de Jesús. Sin embargo, la gloria que Jesús quiere que ellos vean es la que él tuvo con el Padre «antes que el mundo fuese» v.5. Esa es la misma gloria que nos aguarda a todos los que nos llamamos sus discípulos. Jesús no se conformó en escogerlos como a tales, no se conformó en instruirlos, no se conformó en entregar su vida con ellos. Su deseo final fue que ellos también compartieran la gloria que el Padre le había dado. Jesús el más sublima ejemplo de dar. Les dio a sus discípulos su doctrina, les dio su ejemplo, les dio amor; y cuando hayan finalizado sus vidas y ministerios, les daría un lugar al lado de su Padre en la gloria. Seguir a Cristo involucra tres actos, tres tiempos y tres regalos que deben ser tomados como el asunto más importante en la vida de cada discípulo. El primero ha sido la regeneración; este acto tuvo lugar el pasado. La santificación; este acto tiene lugar en el presente. Y la glorificación; este acto tendrá lugar en el futuro. Esto es lo que Jesús anhela para todos sus seguidores. Ningún placer será mayor que vivir cerca del Señor para contemplar su rostro en todo sus resplandor. Vivamos para *****plir con ese deseo de nuestro único y adorado salvador. Vivamos *****pliendo con esta intercesión. Amén.