«¿Qué lo dirigió a convertirse en un predicador?»
Es una pregunta que hemos escuchado miles de veces. Nuestras respuestas sólo se diferencian unas de las otras por año, ubicación y nuestros mentores. Finalmente, nos encontramos en la misma causa y todavía nos asombra. «Dios ha escogido lo necio del mundo para confundir a los sabios, y lo débil del mundo para confundir a los fuertes…” Buscando un talento excepcional en el púlpito, no estaba en la lista de compras de Dios. Es irónico que el predicador a quien Dios dio por primera vez esas palabras sobre el «elegido» fue el apóstol Pablo, uno de los predicadores más brillantes de su época. Por cierto, si alguien merecía que su nombre fuera mencionado era esta estrella de Tarso con su testimonio dramático. Pero la humildad es el requisito básico para el hombre de Dios no la fama. Las Escrituras nos advierten que debemos «llenarnos de humildad» para «servir con ella», «caminar en ella» y «ser revestidos con ella». Y promete que «honor sólo viene después de la humildad.» La verdadera humildad es muy importante. Estoy convencido de que el nuevo Apóstol debe de haber sacudido su cabeza con asombro sobre el concepto. Esto es porque los días antes que Pablo se convertirá en un Cristiano él probablemente estaba lleno de todo, menos de humildad. En la fraternidad de los Rabinos, Pablo era un hombre que «no se podían perder» era un prospecto fariseo por nacimiento y creencia. Estudiando bajo su apellido de Saúl, él brillaba como el protegido del profesor Gamaliel. Incluso la Iglesia se puso de pie en temor, las rodillas temblando con la mención de su famoso nombre. Pablo pudo haber escrito su propio boleto para cualquier trabajo en el Judaísmo. Pero cuando conoció a Cristo en el camino de Damasco las reglas para el éxito cambiaron. No pudo contar más con puro talento y tenacidad para crecer en reconocimiento. Una nueva norma entró en la imagen. Pablo necesitaría disminuir más y más. Dios le triunfó. Tres años de entrenamiento en Arabia y siete más en otros lugares, reestructuraron su pensamiento. «Yo soy el primero de los pecadores… el más pequeño de todos los santos… el menor de los apóstoles… no soy nada.» Eso no era una humildad falsa, porque él había conocido al Salvador y todo cambió. Pablo descubrió que su grandeza no estaba en lo que él hacía, pero a quién pertenecía. Siempre ha sido así con los líderes de Dios. Mientras que se nos permite un montón de asignaturas optativas en nuestra educación Espiritual, la humildad es un curso obligatorio. Y cada graduado tiene sus propias memorias personales sobre el tema. Por ejemplo:
Usted puede estar tomando una marcha forzada a través de ese mismo valle en este momento. Pero, no se preocupe, Dios nunca lleva a sus hijos a la grandeza sin este desvío. Es cuando resurgimos de ese valle que los predicadores maduros de Dios están mejores equipados para sacudir al mundo que Él ama. Bendiciones, |
Ron Walters Vicepresidente Ejecutivo de Relaciones Ministeriales © Derechos de Autor 2016 por Ron Walters |
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