Jesús no fue un ángel, una teofanía, o el Espíritu de Dios viniendo sobre una persona por un período de tiempo. Jesús es Dios quien se humanó.
El reconocer su humanidad y comprender las razones por las cuales Él necesitaba humanarse nos ayudará a ver cuán esencial es esta enseñanza a los que vivimos como seguidores de Jesús.
Lo que la Biblia dice
Encontramos la humanidad de Cristo mencionada a principios de los evangelios, con el hecho de su nacimiento humano físico. Luego, le vemos como un niño y supimos que su cuerpo creció como el de otros niños y que se desarrolló cognitivamente (Lucas 2:52). Es más, Jesús parecía tan normal que la gente de su pueblo tenían grande dificultad en creer que el pudiera ser alguien especial.
Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros?
¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? (Mateo 13:54, 55)
Las Escrituras también revelan que Jesús experimentó físicamente lo que se experimenta físicamente: sed, hambre, cansancio, dolor. El sudó; sangró. Y experimentó emociones humanas: rió; se airó, sintió tensión (considere el Gethsemaní). Finalmente, como todo humano, Jesús murió.
Quizá lo más significativo para usted y para mí es que Jesús experimentó las mismas presiones que nosotros. Particularmente, fue tentado. Sabía lo que es luchar contra el deseo, de pesar y escoger entre el deseo humano y seguir la voluntad de su Padre. El escritor de la carta a los Hebreos pone gran énfasis sobre este aspecto de la humanidad de Jesús (2:17-18; 4:15-16; 5:2, 7-0), y veremos esto con más detalle en un momento.
La pregunta con la que más batallamos no es si Cristo fue humano pero por qué necesitó humanarse.
La necesidad de humanarse
Aquí cuatro razones por qué Jesús necesitó ser perfecto hombre como también perfecto Dios.
1. Necesitábamos a alguien que tuviera éxito donde Adán falló.
Para comprende el primer “por qué” de la humanidad de Jesús, debemos recordar lo que sucedió con Adán, el primer humano. Adán cedió a la tentación del mal y pecó contra Dios (Génesis 3). Como una enfermedad contagiosa, el impacto de su acción se extendió a todo humano después de él (Romanos 5:12). La Biblia presenta a Jesús como el “segundo Adán” que puede reversar la condenación puesta en toda la humanidad por el pecado de Adán:
Así que, como por la trasgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida (Romanos 5:18).
En otras palabras, Jesús tuvo que humanarse para poder tener éxito donde Adán había fracasado. Jesús, el “último Adán” (1ª Corintios 15:45), resistió la tentación del pecado.
2. Necesitábamos un sacrificio substituto.
El resistir la tentación no fue todo lo que se necesitaba para librarnos de la condenación del pecado de Adán. La justicia de Dios demandaba que se hiciera una ofrenda por nuestros pecados. Sin embargo, la Biblia deja en claro, que al fin, “que es imposible que la sangre de toros y machos cabríos no puede quitar los pecados” (Hebreos 10:4). Ni tampoco hubiera sido posible que una persona dar su vida para este propósito. ¿Qué se necesitaba? Una ofrenda sin pecado. Solamente Dios humanado, Jesucristo, podía apropiada y eficazmente tratar con los pecados de la humanidad. El apóstol Pablo bien dice:
Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2ª Corintios 5:21).
Solo por el humanarse—el tomar piel, nervios, hueso y sangre—podía Jesús eficazmente tomar nuestro lugar y pagar la culpa de nuestro pecado. Un cordero no podía morir en nuestro lugar; ni tampoco un ángel. Un hombre necesitaba morir por todos nosotros, un hombre sin pecado. Cristo llegó a ser ese hombre por nosotros.
3. Necesitábamos alguien se compadeciera de nosotros
¿Ha pensado dónde está Jesús en este momento y qué está haciendo? La carta a los Hebreos nos dice Jesús está haciendo la obra del Sumo Sacerdote.
Porque no tenemos un sumo sacerdote que no puede compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado (Hebreos 4:15).
Es consolador saber que hemos confiado nuestras vidas a alguien quien completamente nos comprende porque él se ha puesto “nuestros zapatos”.
Una de las cosas más difíciles que he enfrentado es la agonía de la traición de alguien que fue muy apegado a mí. Jesús sabe todo acerca de la traición y cuánto duele—porque Él lo experimentó en tierra como hombre. Al enfrentarme a mi lucha, sabía que al expresarle mi dolor al Señor, Él estaba sufriendo conmigo en esta situación.
Es una demostración extraordinaria del amor de Dios para con nosotros que Él se humanara para que nos comprendiera mejor, compadecerse de nosotros, y saber cómo ayudarnos. Lejos de ser un dios que da la espalda en horror cuando mira nuestro pecado, nuestro Dios extiende su mano y nos toma para limpiarnos y ayudarnos.
4. Necesitábamos un ejemplo para seguir.
Es una cosa que Dios nos diga “sed santos porque yo soy santo” (1ª Pedro 1:16). Es otra cosa que Dios se humane para poder enseñarnos la santidad en la vida práctica diaria. Porque Él se hizo como nosotros, Jesús es el prefecto ejemplo y modelo a seguir. El apóstol Juan dice, “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1ª Juan 2:6). El llegar a conocer íntimamente los detalles de Su vida en los evangelios es nuestro primer paso vital. En Jesús, vemos lo que es vivir y moverse en este mundo completamente por el poder del Espíritu de Dios. Esto incluye el ejemplo de Jesús cómo resistió la tentación. Aunque tendamos a pensar que Él pudo resistir por que era Dios. El evangelio según San Lucas enfatiza que lo hizo dependiendo del Espíritu Santo (Lucas 4:1-14). La dependencia de Jesús en el Espíritu Santo a través de su ministerio de 3 años nos es ejemplo de que nosotros también podemos depender del Espíritu Santo que mora en nosotros.
Su humanidad y la mía
La doctrina de la humanidad de Jesús es vital para la fe cristiana. Si Jesús no se hubiera humanado, no habría perdón de pecados y, por consecuencia, no habría posibilidad de tener relación con Dios. Pero hay mucho más. El hecho que Jesús fue perfecto hombre
• cambia cómo oro (sé que Él me entiende y comprende),
• me ayuda cuando soy tentado (sé que Él trató con esto también)
• me consuela cuando estoy triste, (sé que Él sufrió gran decepción) y
• me fortalece cuando me siento débil (sé que Él experimentó enfermedad y limitaciones en su existencia corporal).
Tal como el comprender y el creer en la deidad de Cristo es indispensable para nuestra fe, también es el apreciar su humanidad.