Estoy seguro de que estas y otras ideas han pasado por la mente de muchos de ustedes, jóvenes. Lo sé, porque yo también fui un adolescente y tuve inquietudes similares. El fondo del asunto es que llega un momento en la vida en que nos damos cuenta de que estamos creciendo, que ya no somos niños y queremos comenzar a vivir como adultos. De alguna manera sentimos que ahora «tenemos derecho» a disfrutar de los «privilegios» de la vida adulta que hasta ahora no se nos han «permitido». Algunos jóvenes sienten que la vida es «injusta» con ellos y se rebelan contra todo lo que signifique autoridad: los padres, los maestros, la iglesia, y en el peor de los casos, las autoridades civiles.
¿Son legítimos estos sentimientos? Y si lo son, ¿cómo canalizarlos? Permíteme hacer algunas consideraciones, basándome en mi experiencia, que creo que te pueden ayudar a darte algo de luz en el camino.
«Privilegios» versus «Responsabilidades»
La verdad es que la vida adulta sí tiene sus privilegios. El poder ser independiente en la toma de decisiones, disponer de nuestro propio dinero y de nuestro tiempo, las relaciones de pareja y el sexo, ciertamente, son privilegios que la vida tiene reservados para los adultos, y el poder disfrutarlos hacen que la vida sea maravillosa. Pero hay un principio básico que debes entender para que comprendas lo que verdaderamente significan. Ese principio es el siguiente: Cada privilegio implica una responsabilidad. Si lo analizas más profundamente, te darás cuenta de la gran verdad que hay en esta afirmación.
El sexo: ¿arma de doble filo?
Por ejemplo, consideremos el sexo. Si analizamos la Biblia, descubrimos que… ¡el sexo fue idea de Dios! Fue Dios quien dijo «no es bueno que el hombre esté solo» y le creó a la mujer, una «ayuda idónea». Fue Dios quien dijo «Fructificad y multiplicaos…» y esto implica las relaciones sexuales. De manera que el sexo en sí mismo no es malo, ni pecaminoso. De hecho, Dios ideó nuestros cuerpos de tal manera que el sexo fuera una de las experiencias más gratificantes de la vida. Sin embargo, como tú debes saber, el tener relaciones sexuales te puede llevar a tener un hijo, lo cual es una gran responsabilidad. Por otra parte, el mantener relaciones sexuales promiscuas te puede llevar a contraer enfermedades venéreas como la Sífilis, la Gonorrea o el SIDA. Y esto para no hablar de las heridas emocionales que una vida afectiva inestable te puede producir: sentimientos de rechazo y de degradación suben y bajan sin que los puedas controlar. En cambio, el sexo puede ser –y lo es- algo maravilloso si se disfruta dentro de los parámetros establecidos por Dios, es decir, en el matrimonio. Una pareja que disfruta de una vida sexual sana es una pareja feliz, aunque tengan problemas económicos o de cualquier otro tipo. Y cuando vienen los hijos, éstos son una bendición que los fortalece y los une aún más. ¡En cambio, un hijo «accidental» puede resultar una verdadera pesadilla! En fin, no necesitas profundizar mucho en esto para darte cuenta de que si no entiendes el sexo como una responsabilidad, no es un verdadero privilegio.
El dinero
Hoy en día, parece que es algo que da mucho prestigio el tener una tarjeta de crédito. He visto a gente hacer lo imposible, hasta mentir, para poder tener una tarjeta del banco «tal» o «cual». Pareciera que el tener una de esas tarjetas los hace sentirse dueños del mundo, o pertenecer a una especie de «élite» privilegiada. Es impresionante cómo la publicidad captura la mente de la gente, haciéndoles creer que con una tarjeta de crédito pueden gastar, y gastar, y gastar… sin que nada pase, pues podrán pagar «en cómodas cuotas». ¡Esta es una de las trampas «caza-bobos» más efectivas que he visto!
Jóvenes, no me malinterpreten, por favor. Yo no soy de los religiosos que creen que las tarjetas de crédito son satánicas porque tienen «el número de la bestia». De hecho, yo mismo tengo, no una, sino dos. Pero, ¿sabes quién te viene a visitar el próximo mes? ¡El estado de cuenta! ¡Y tienes que pagar con un interés del 60 al 70%! ¿Y sabes lo que pasa si no pagas? La deuda se a*****ula, te cobran intereses de mora, y finalmente, si no pagas, ¡llevan tu caso a abogados y tienes que pagar el monto completo de tu deuda! De nuevo, las tarjetas de crédito pueden ser una gran bendición si eres disciplinado con tus finanzas y las usas con sentido de responsabilidad, no gastando más de lo que realmente puedes pagar. De lo contrario, las deudas te agobiarán y te arruinarán todo tu presupuesto, ya que no podrás gastar en lo que quieras hasta que pagues lo que debes. Como ves, el uso de una tarjeta de crédito es un privilegio si se administra con sentido de responsabilidad.
Otros ejemplos
A los jóvenes de hoy les parece «mega» tener un celular. Mucho más si es digital y tiene juegos, 200 memorias alfa-numéricas y «manos libres» (pero sobre todo – seamos honestos- por la «pantalla» que da). Pero, ¿estás dispuesto a asumir la responsabilidad que implica pagar tus facturas cada mes? ¿O dejas que papi y mami exclamen un sonoro ¡CDMA! cuando ven lo que gastas? Si es así, todavía eres un niño, por muy digital que sea tu celular.
¿Qué decir del carro? ¿Pagas la gasolina que usas? ¿Eres responsable con los límites de velocidad y las señales de tránsito? ¿O manejas como el demonio de Tazmania? ¿Eres de los que esperan que papi te saque de cualquier aprieto en que te metas? Si es así, siento decirte que todavía eres un niño, aunque vayas en un Hyundai o un Corolla último modelo.
¿Quieres tener dinero? ¿Quieres vivir en tu propio apartamento? ¿Quieres independizarte de tus padres? Muy bien, no hay nada malo en ello. Pero, ¿qué estás haciendo para lograrlo? ¿Estás estudiando una profesión? ¿Estás trabajando? Y no me refiero a un «tigrito» que estás matando, sino a un trabajo serio, estable, que te permita pagar un alquiler y cubrir tus gastos personales. Si no es así, déjame decirte que sigues siendo un niño presumido, y que necesitas madurar de verdad para poder convertirte en un adulto.
La verdadera señal de madurez
Soy de los que creen que cada etapa de la vida hay que disfrutarla al máximo, y la adolescencia ciertamente tiene su placer. La Biblia dice, «Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos…» (Ec. 11:9). Pero el versículo no termina ahí: «…pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios». ¿Qué estoy tratando de decir? Simplemente, que la juventud es un tiempo de disfrute, pero también es tiempo de comenzar a desarrollar un sentido de responsabilidad hacia la vida. Y esa es la verdadera señal de que has comenzado a madurar.
El que no oye consejo…
Quiero pasar a otro punto importante: Si quieres madurar, es de vital importancia que escuches los consejos de las personas mayores que tú. Sobre todo, si se trata de tus padres y de tus pastores y líderes en la iglesia. Joven, te voy a decir algo que, a tu edad, es difícil de aceptar, pero es vital que lo comprendas, porque puede librarte de muchos tropiezos: Tienes que reconocer que apenas estás comenzando a vivir, y que hay personas a tu alrededor que tienen más experiencia que tú. Debes ser agradecido si tienes quien se preocupe por ti y te ame lo suficiente como para corregirte cuando cometes errores o para prevenirte de tomar decisiones incorrectas. La Biblia dice, en el libro de Proverbios, «Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos; guarda la ley y el consejo, y serán vida a tu alma, y gracia a tu cuello. Entonces andarás por tu camino confiadamente, y tu pie no tropezará (3:21-23), «no sea que extraños se sacien de tu fuerza, y tus trabajos estén en casa del extraño; y gimas al final, cuando se consuma tu carne y tu cuerpo, y digas: ¡Cómo aborrecí el consejo, y mi corazón menospreció la reprensión; no oí la voz de los que me instruían, y a los que me enseñaban no incliné mi oído! (5:10-13). «El que ama la instrucción ama la sabiduría; mas el que aborrece la reprensión es ignorante» (12:1).
¿Quieres saber cuál es otra evidencia de que estás madurando? Es tu capacidad de escuchar consejos y aceptar las reprensiones con humildad. De lo contrario, en vez de actuar como adulto, lo que estarás demostrando es que sigues siendo un niño malcriado!
Conclusión
No entender los privilegios como una responsabilidad, y no escuchar los consejos de los que me instruían, me llevó a cometer errores que hubiera podido evitar. Herí a personas que me aman, estuve cerca de abandonar mis estudios y por poco echo a perder mi futuro irremediablemente por causa de una relación inapropiada. Alabo a Dios porque Su gracia ha sido más que suficiente en mi vida, y El ha redimido todas mis faltas. Pero debemos recordar que la gracia de Dios nunca es una excusa para pecar, y que siempre es mejor evitar el mal, sobre todo si estamos avisados.
Joven: Dios desea que disfrutes de los privilegios de la vida adulta, pero debes recordar que todas las cosas tienen su tiempo. «¿Y cuándo es ese tiempo?», me dirás. «¿Cómo sabré cuándo estoy lo suficientemente maduro?» Cuando estés dispuesto a asumir los privilegios con toda la responsabilidad que implican, y cuando aprendas a recibir las correcciones con humildad. Cuando eso suceda, podrás estar seguro de que estás convirtiéndote en un adulto.