A él no le mataron, sencillamente puso su vida voluntariamente. El no fue uno más de aquellos reos que iban a la cruz a pagar por sus maldades y con ello su derrota final. Paradójicamente la cruz fue el gran camino a la gloria. Y la verdad es que hasta ahora nuestro Capitán en Jefe, el más grande entre los hombres y el único e inigualable Dios, no ha perdido ni una sola batalla. El pecado pensó derrotarlo y aunque los cargó sobre sus hombros, finalmente los clavó en la cruz. Satanás creyó que la cruz sería su gran derrota, pero ello fue el arma que el Padre eterno usó para destruirlo y condenarlo eternamente. La muerte quiso derrotarlo pero su resurrección dio lugar a la gran pregunta de Pablo, dónde está oh muerte tu aguijón, dónde oh sepulcro tu victoria?. Y el mundo también quiso derrotarlo, pero Jesús dijo: El mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo v. 33b. Jesús como vencedor nos asegura una victoria permanente. No hay razón para la derrota cristiana.
ORACION DE TRANSICION: Veamos los efectos de la victoria de Jesús sobre nuestras vidas
I. LA VICTORIA DE CRISTO CONVIERTE LA TRISTEZA EN GOZO v.20
Hay cosas naturales que llegan a tener conversiones asombrosas. Detrás de una oruga fea y temerosa que se arrastra por el suelo, surge una linda mariposa con variados y nutridos colores. El escultor toma una tosca roca y la convierte en una figura de galería, llegando a tener un valor incomparable. Las ostras convierten las piedras que se a*****ulan en su interior en hermosas perlas altamente buscadas y valoradas. Los hombres han podido convertir el agua salada, imposible de tomar, en agua dulce capaz de abastecer la sed de mucha gente. Pero nadie había podido convertir la tristeza en gozo como lo hizo nuestro Señor. Los afligidos discípulos habían caído preso en una gran pena y tristeza por el anuncio de la partida y la prematura muerte de su Maestro y Mesías. Sus corazones se habían cargado de angustia, dolor y pesar. Y es que la ausencia de lo que amamos entrañablemente causa tristeza a la hora de perderlo. Para muchos la tristeza se convierte en camino de luto, de desilusión y hasta de pérdida total. Pero para un hijo de Dios, la tristeza no es el fin de las cosas sino el camino que conduce al gozo. El creyente sabe que no está solo mientras pasa su dolor. La asistencia del Espíritu, cual Parakleto eterno, torna la pena del alma en gozo del espíritu. Puede que hayan lágrimas que oscurecen la esperanza y doblegan al espíritu, pero Cristo enjugará toda lágrima de nuestros. Puede que haya un dolor muy intenso, una pena muy honda del cual no se ven salidas, pero tales circunstancias se convertirán en gozo. El ejemplo de la mujer de parto en este pasaje es muy demostrativo. Toda madre puede entender esta alegoría de la que Jesús está hablando cuando compara el dolor con el gozo. Hay una expectativa sobre la hora cuando llegan los dolores. Diríamos que hay todo un entorno de angustia previa cuando se acerca la hora del parto. Luego vienen los dolores en si. Por el testimonio que escuchamos de nuestras madres y esposas, esto es un dolor indescriptible. Qué valentía la de nuestras mujeres! Los hombres no tenemos ni idea lo que significa este sufrimiento. Pero ese dolor frente a la llegada de ese «pedacito» de vida, se disipa tornándose todo en gozo y alegría. Cuánta gozo trae un bebé a la casa, pero cuánto dolor hubo antes que llegara! Jesús les dijo a sus discípulos que su tristeza se convertiría en gozo porque él había vencido; el Pentecostés trajo ese profundo gozo v.22. Así, pues, la tristeza de la vida pudiera dar a luz un extraordinario gozo. Vea la manera como Jesucristo nos habla de ese gozo: vosotros lloraréis y lamentaréis..pero..vuestra tristeza se convertirá en gozo v.20; vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie quitará vuestro gozo v. 22. Puede pensar en algo mejor que esto?
II. LA VICTORIA DE CRISTO GARANTIZA NUESTRAS ORACIONES v. 23, 24
Lo que Jesús les está diciendo a sus discípulos en este texto puede verse como una cuenta donde hay un tesoro al que todavía no se le ha sacado nada. Es como si en la vida fuimos a*****ulando en una especie de cuenta de ahorro que nunca fue tocada, de modo que podemos decir hasta ahora nada hemos sacado de esa cuenta». No sabemos si Jesús se estaba refiriendo a un descuido o ignorancia por parte de sus discípulos de no haber pedido nada en su nombre», o si se estaba refiriendo a una promesa reservada para cuando viniera el Espíritu Santo. Pero lo cierto es que esta declaración de Cristo es una de sus más extraordinarias promesas y confianza de la que todos deberíamos ser poseedores. Bien pudiera estar diciéndonos esta afirmación que hasta ahora no hemos descubierto el gran tesoro de la oración en su más completo y seguro recurso, o bien pudiera estar diciéndonos que nuestras oraciones necesitan ser consideradas a la luz del instrumento o medio por el que la hacemos , eso es: pedir en su nombre. Con la llegada del Espíritu Santo los discípulos descubrieron que sus oraciones fueron iluminadas por ese don del cielo, de manera que en la medida que iban desarrollando el trabajo de la extensión del reino, las oraciones iban siendo contestadas maravillosamente. Tenemos acá una garantía dicha por el único que conoce al Padre y el único nombre en quien debe ser presentada toda oración para que haya una respuesta a lo que pedimos. Jesús dijo que él había vencido el mundo y esto es nuestra garantía para cuando oramos. A nadie más se le ha dado tanto seguridad que sus oraciones serían contestadas que al creyente. Se nos dice que el Señor ahora está como nuestro gran sumo sacerdote que traspasó los cielos sentado al lado del Padre intercediendo por nosotros. Pero además, contamos con la presencia santificadora del Espíritu Santo quien intercede por nosotros con gemidos indecibles (Rom. 8:26). Muchas oraciones son hechas en la tierra. Las diferentes religiones que existen en el mundo tienen sus propias maneras de dirigirse a su Dios, pero dudo que alguna tenga tanta garantía como la que se hace en el nombre de Jesús. Nuestra seguridad acerca de las oraciones se basa en que nuestro intercesor no está muerto sino que vive para siempre. Por otro lado, el Padre a quien oramos no se la han agotado sus recursos para respondernos. Sus reservas celestiales están intactas. Por lo tanto el creyente debiera venir con más frecuencia a este texto, tomar su promesa y orar en este precioso nombre.
III. LA VICTORIA DE CRISTO SE CONSTITUYE EN NUESTRA PAZ v.33
La historia de las guerras mundiales y de las que se han dado entre un país con otro o sencillamente las que han ocurrido entre ellos mismos, han levantado en algún sitio la bandera de la paz. El ejército derrotado, quien ha capitulado rindiéndose frente al enemigo, levanta la bandera de la paz y con ello la firma de los llamados tratado de paz. Pero lo cierto es que esta paz lograda deja tras si una estela de muertes, desaparecidos, destrucción, saqueos, violación y sobre todo: odio, rencor y cicatricez que ni siquiera el tiempo ha podido borrar. Hay muchos mutilados, incapacitados, dementes y destruidos después de una guerra. Y es que no puede hablarse de paz mientras hay odio y rencor en el corazón. Si la oración debe hacerse en su nombre para que sea oida, la paz que debe llegar al alma debiera ser la que él mismo también nos da. Jesús dijo: Estas cosas os he hablado para que en mi tengáis paz…. La 2a estrofa del himno Allá en la gloria», de nuestros himnarios populares, dice: Una paz tengo profunda como un río, que nace de Cristo su bendito autor: Compróla muriendo en horrible Calvario: También para ti ese el don de su amor. Jesús conocía sensiblemente los sufrimientos del mundo y todos aquellos a los que sus discípulos se enfrentarían. En este mismo texto él enfatizó esta verdad al decir, en el mundo tendréis aflicción». Y es que este es el concepto de la verdadera paz. La paz no está ausente de los conflictos. Nos engañamos al pensar en una vida cristiana carente de conflictos, tribulaciones, pruebas, vicisitudes y hasta calamidades. Pero lo que si es una seguridad y confianza cotidiana, es que somos poseedores de una paz interna que nos la ha dado el Señor con la que respondemos a todas los ataques externos. Se le pidió a tres artistas que dibujaran sendos cuadros acerca de la paz. Uno de ellos se imaginó una hermosa montaña con un ambiente primaveral. En medio de ella dibujó un azul y apacible lago con un pequeño bote que llevaba a niños jugando en el. El otro dibujó una hermosa pradera donde se podía ver animales pastando, patos nadando sobre una tranquila laguna y en la orilla a un par de ancianos meditando. El tercero dibujó una tormenta que rompía todo lo que se encontraba a su paso, unas olas que se levantaban sobre un encrespado y bravío mar. Pero en medio de esa tormenta dibujó a un fuerte árbol y en el un nido con un pajarillo que cantaba como si la tormenta no existiera. El jurado dictaminó que ese cuadro era la mejor representación de la paz. Y es que la paz no es la calma de afuera sino el cese a las hostilidades internas. Uno de los textos bíblicos que ha tenido para mi vida una inigualable significancia fue aquel que Pablo escribió a los filipenses, que dice: Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y pensamientos en Cristo Jesús. (Fil. 4:7). Nuestro corazón así como nuestros pensamientos están expuestos a todos los ataques. La paz de Dios llega a ser como un soldado que custodia y vigila todo aquello que trae perturbación. La victoria de Cristo logró nuestra absoluta y completa paz, ..el castigo de nuestra paz fue sobre él.. (Is. 53:5). ¡Qué bueno es estar en paz con nosotros mismos: pensamientos, actitudes y hechos! Nadie más nos da esa paz sino Jesús. Alguien dijo: «La paz fluye del alma cuando Cristo gobierna el corazón».
CONCLUSION: Jesús nos dio la base para tener buen ánimo y confianza cuando dijo: «Yo he vencido al mundo» (Jn. 16:33. Según Jesús, es posible experimentar su «victoria» en toda adversidad. Pablo testificó: «Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó» (Ro. 8:37). Y el apóstol Juan escribió: «Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe» (1 Jn. 5:4). ¿Cómo estás enfrentando las pruebas de la vida estos días? ¿Cómo víctima derrotada o como vencedor? Escucha a Jesús decirte con amor: «¡Confiad!» (Jn. 16:33). Él ha vencido todas esas cosas y tú puedes también. . . a través de Él. Podemos pasar por cualquier cosa porque Cristo va con nosotros. Recuerda que tú no solo eres vencedor sino más que vencedor a través de Cristo