En el capítulo 7 vimos que estos 144.000 hombres fueron escogidos de entre todas las tribus de Israel, 12.000 de cada una de ellas. En el capítulo 14 aparecen de nuevo y veremos en qué consiste su ministerio. Dice en el capítulo 14 de los versículos 1 al 5:
«Y miré y he aquí el Cordero de pie sobre el monte de Sion, y con él estaban los 144.000 que tenían su nombre y el nombre de su Padre escrito en sus frentes. Oí una voz del cielo como estruendo de muchas aguas y como la voz de un gran trueno. Y la voz que escuché era como de arpistas cuando tocan sus arpas. Ellos cantan un himno nuevo delante del trono y en presencia de los cuatro seres vivientes y de los ancianos. Nadie podía aprender el himno, sino solo los 144.000, quienes habían sido redimidos de la tierra. Estos son los que nunca se mancharon con mujeres. pues son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que vaya. Estos fueron redimidos de entre los hombres, primicias para Dios y para el Cordero. Y en sus bocas no se halló engaño; son sin mancha.»
Es importante conocer el lugar exacto en el que se encuentran estos 144.000 y el Cordero y la primera frase nos dice que están «de pie sobre el monte de Sion, el monte del templo en Jerusalén. Esto significa que estaban en la tierra, concretamente en Jerusalén, y no en el cielo y se ve juntos al Cordero, Jesús, y a los 144.000 hombres judíos, escogidos de Israel como los «comandos de Cristo como los llamamos con anterioridad.
Quiero intentar atar algunos cabos sueltos. Según la promesa que hizo Jesús a las siete iglesias en los primeros capítulos de este libro, les dijo en varios lugares que se llevaría a la iglesia, es decir, a los verdaderos creyentes de esta era actual, para estar con él antes de que la tierra viviese el último período de siete años. Esto se realizó, como lo describe Pablo en I de Tesalonicenses, mediante lo que se conoce como «el rapto de la iglesia, la partida de la iglesia para estar con Cristo, cuando él venga para llevársela para «estar con él. La última palabra de ese pasaje de Tesalonicenses es: «para que estemos siempre con el Señor. El problema con el que se encuentran las personas, al llegar a este punto, es que piensan que estar con el Señor en el cielo quiere decir estar en alguna parte en el espacio, porque les cuesta trabajo concebir que el cielo pueda estar aquí abajo en la tierra, además de estar en el espacio. En otras palabras, el cielo es otra dimensión de la existencia que se encuentra más allá de nuestros sentidos actuales y se puede estar al mismo tiempo en el cielo y en la tierra. Al leer estos pasajes proféticos estoy cada vez mas convencido de que así será efectivamente, que la iglesia estará con el Señor, pero que él estará en la tierra. La iglesia estará con él y será invisible para el resto del mundo, y en las diversas apariciones del Señor realizará un ministerio entre este grupo selecto de 144.000 judíos.
Si Jesús hace eso, se encontrará en la misma situación con la que se encontró después de su resurrección, cuando durante un período de 40 días se apareció a sus discípulos, estando con ellos de vez en cuando y en diversos lugares. Pero al mismo tiempo no estaba con ellos porque de vez en cuando volvía al ámbito de lo invisible y esa parece ser la situación aquí. No hay solo 12 discípulos, sino que son 12 multiplicados por 12 veces 1.000 y todos ellos son hombres de Israel, escogidos para realizar una tarea especial en la tierra durante estos últimos días. Por lo tanto, el Cordero está con ellos, del mismo modo que estuvo con sus 12 discípulos después de la resurrección, como se nos dice en los Evangelios. Si puede usted ver esto con su imaginación, tendrá una imagen mucho más clara de lo que sucede en Apocalipsis.
Veamos ahora las características de estos 144.000 hombres, acerca de los cuales se nos dicen cinco cosas. En primer lugar, aprenden un cántico nuevo que oyen y que procede del cielo. Recuerde que el cielo no es algo que se encuentra ahí fuera, en alguna parte del espacio, que se encuentra fuera del ámbito de la visibilidad. Oyen a un numeroso grupo que está cantando el cántico de los redimidos y aunque no se nos dice exactamente quiénes lo están entonando, se dará usted cuenta de que se les identifica por medio de un pronombre. El versículo 3 dice: «Ellos cantaban un himno nuevo delante del trono y en presencia de los cuatro seres vivientes y de los ancianos. ¿Quiénes son «ellos? Es evidente que se trata de un grupo enorme, pues su sonido es «como estruendo de muchas aguas y como la voz de un gran trueno.» Pero era un sonido dulce, «como de arpistas cuando tocan sus arpas. Creo que esto indica que están oyendo a la iglesia tal y como es cuando está con el Señor, cantando sus alabanzas y entonando el cántico de los redimidos. Ese será el cántico que cantará la iglesia cuando esté con el Señor. Estos 144.000 son hombres que están vivos, que se encuentran aun en la tierra, que aún no han sido ni glorificados ni transfigurados, pero que siguen al Señor, que se les aparece de vez en cuando, tal y como le vemos ahora en el Monte de Sion. En otras palabras, son hombres que llevan una vida totalmente diferente. Henry David Thoreau dijo: «si un hombre no sigue el mismo paso que sus compañeros, es posible que sea porque tenga otra manera de enfocar la vida. Aquí tenemos a un grupo de hombres entregados que escuchan una música diferente a la del mundo, la celestial.
En segundo lugar, se nos dice que se conservaban exclusivamente para el Señor, que vivían una vida apartada para él. La frase es: «son los que nunca se mancharon con mujeres. Señoras, no se ofendan ustedes, pues no se trata de un desprecio al matrimonio ni a la relación sexual, sencillamente es una referencia acerca de la manera de vivir de estos 144.000 hombres. Para ellos el hecho de estar casados resultaría una profanación, porque en su caso sería algo que no formaría parte de la voluntad de Dios y es lo que quiere decir esto. Han sido apartados para el Señor a fin de pertenecerle, de la misma manera que lo había sido Pablo, que nos dice en varias ocasiones que deseaba permanecer célibe. Estaba soltero y dedicaba su vida por entero al Señor y consideraba la voluntad de Dios el no casarse. Por lo tanto, estos hombres siguen a Cristo de una manera absoluta y son libres de hacerlo sin ataduras con nadie mas porque «siguen al Cordero por dondequiera que vaya.
Eso es lo tercero que se nos dice sobre ellos, que seguían al Cordero por toda la tierra. Creo, por tanto, que estos 144.000 eran los hermanos a los que el Señor se refiere en Mateo 25, al decirnos que cuando regrese juzgará a las naciones dependiendo de cómo hayan tratado a los mas pequeños diciendo: «De cierto os digo, que en cuanto lo hicisteis o no lo hicisteis a uno de estos mas pequeños, tampoco lo hicisteis o sí lo hicisteis a mi. Estos son los hermanos a los que se refiere en este pasaje.
La cuarta cosa que dice es que «son primicias para Dios de la cosecha durante el período de la tribulación. Ya hemos visto una parte de ello en el capítulo 7, donde se nos habla acerca de la gran multitud, de la que nadie podía contar su número procedentes de «todas las naciones y razas y pueblos y lenguas, como resultado del ministerio de estos 144.000 hombres. Al leer los versículo 14 al 16 de este capítulo veremos otro aspecto del tema.
La quinta cosa que se menciona acerca de ellos es que son hombres sin mancha y que han nacido de nuevo. «Y en sus bocas no se halló engaño; son sin mancha, es decir, son hombres intachables, que han sido transformados por la gracia, limpiados y cambiados, de la misma manera que nos ha sucedido a nosotros en esta época, si hemos conocido al Señor.
Al llegar a este punto, de repente cambia la escena y Juan contempla a tres ángeles que vuelan por los cielos haciendo tres anuncios de gran importancia, el primero de los cuales encontramos en los versículos 6 y 7:
«Vi a otro ángel que volaba en medio del cielo, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los que habitan en la tierra: a toda nación y raza y lengua y pueblo. Decía en gran voz: ¡Temed a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio! Adorad al que hizo los cielos y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas.»
A esto se le llama el «evangelio eterno el que permanece para siempre. Nos enteramos, gracias a las palabras del ángel, que este es el evangelio de la creación; es el testimonio que da la naturaleza, porque se les dice a las naciones que adoren al que «hizo los cielos y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas. Este es el testimonio fundamental de Dios al mundo entero. Como proclaman las palabras del Salmo 19: «Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día comunica su mensaje al otro día, y una noche a la otra declara sabiduría y nosotros somos parte de esa naturaleza.
Nuestra propia naturaleza da testimonio de que Dios existe. ¡Son precisos cuatro años de facultad y dos años de trabajo postgraduado para negarlo! La naturaleza a todo nuestro alrededor da testimonio de la existencia y la gloria de Dios y lo que está diciendo es: «Hay un Dios y no podemos vivir sin él. Respiramos gracias a él y pensamos también gracias a él. Como le dijo Pablo a los atenienses: «en él vivimos, nos movemos y somos todo el mundo, sin excepción. De modo que lo que nos dice este evangelio es: «Hay un Dios y no es posible existir sin él. Por lo tanto, adorémosle que es el clamor fundamental de la naturaleza. En el gran capítulo de la fe, el 11 de Hebreos, el escritor dice en el versículo 6: «es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que es galardonador de los que le buscan. Recordemos de qué modo Pablo destaca los cambios al respecto en Romanos, capítulo 1, con estas palabras: «porque lo que de Dios se conoce es evidente. Dios lo ha dejado claro, por medio de aquellas cosas que ha creado, y esta se convierte en la base del juicio final de la humanidad. Dios dirá, de hecho, a las gentes en aquel día: «si sabíais que yo era esencial para vosotros, ¿por qué no me adorasteis? ¿O me adorasteis? Por lo tanto, esta es la base del juicio de Dios, al decir: «ha llegado la hora del juicio.
Un segundo ángel clama en el versículo 8:
«Y siguió otro ángel, un segundo, diciendo: ¡Ha caído, ha caído Babilonia la grande!, Todas las naciones habían bebido del vino de la furia de su inmoralidad.»
Esta es la primera mención que se hace en Apocalipsis de «Babilonia la Grande y que pasará a ocupar el centro del escenario en los capítulos 17 y 18. Es la mujer que cabalga sobre la bestia, a la que nos referimos brevemente la semana pasada. Es, como veremos al llegar a esos capítulos, la iglesia falsa, la que profesa ser cristiana, pero no lo es en realidad, y es además la iglesia que tiene que vivir la gran tribulación. Pero antes de que aparezca, Dios quiere que sepamos que es una iglesia caída y que habrá de caer con el paso del tiempo.
Entonces un tercer ángel habla diciendo:
«Y siguió otro ángel, un tercero, diciendo a gran voz: ¡Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe su marca en la frente o en la mano, él también beberá del vino del furor de Dios que ha sido vertido puro en la copa de su ira, y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y delante del Cordero. El humo del tormento de ellos sube para siempre jamás. Y no tienen descanso ni de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni cualquiera que recibe la marca de su nombre.»
En el capítulo 13 vimos cómo el anticristo ejercía un control económico en todo el mundo y que nadie podrá ni comprar ni vender sin tener la marca de la bestia grabada en la palma de la mano o en la frente. Según este pasaje, el ángel anuncia esta opción fatídica. Cualquiera que reciba esta marca experimentará la ira del furor de Dios hasta la última gota.
Esto es lo que con frecuencia se llama predicar al estilo «fuego del infierno y azufre, que está considerada como algo contrario al evangelio del amor, pero en toda la Biblia nos encontramos con que el amor de Dios se ha manifestado a los hombres por todas partes, estimulándoles a que huyan de esta clase de juicio. Dios suplica con amor a las personas: «¡No sigáis ese camino! pero a la postre habrá de juzgar a los que se nieguen a escucharle. De hecho, El les dice: «Os amo y puedo proveer todo cuanto necesitéis. Os pido, por lo tanto, que me améis y hallaréis la realización que anhela vuestro corazón. » Pero muchos hombres y mujeres dicen: «No, no quiero hacer eso. Aceptaré tus dones, me aprovecharé de todo lo bueno que me das, pero no te quiero a ti. Déjame que organice mi propia vida y que sirva a mis propios fines. Deseo tener mi propio reino. A estas personas, Dios acaba por decirles: «Está bien. Dios tiene tres opciones. Una, puede permitir que la rebelión siga para siempre, sin juzgarla. En este caso, las terribles cosas que suceden en la tierra, las dolorosas injusticias, la crueldad, la ira, el odio, la malicia, el sufrimiento, el dolor, y la muerte prevalecerán y continuarán de modo interminable. Dios no desea que suceda eso y tampoco lo quiere el hombre. En segundo lugar, Dios puede obligar a los hombres a obedecerle y controlarles como si fuesen robots, pero nunca hará nada semejante porque eso implicaría que los hombres no le podrían amar, ya que el amor no se puede imponer por la fuerza. Por lo tanto, la única opción que realmente tiene Dios es acabar por alejarse de ellos, permitiendo que hagan siempre las cosas como ellos quieran. El resultado es el tormento, porque si nosotros necesitamos a Dios, el eliminarle de nuestra vida representa sumirnos en la más espantosa soledad y abandono que jamás ha conocido la humanidad. Todos lo hemos experimentado hasta cierto punto cuando conseguimos lo que deseamos y descubrimos que no queremos lo que hemos obtenido. Eso es precisamente el cuadro que se nos presenta aquí.
Una vez mas, se anima a los santos de aquel día con estas palabras, que encontramos en los versículos 12 y 13:
«¡Aquí está la perseverancia de los santos, quienes guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús! Y oí una voz del cielo que decía: Escribe: ¡Bienaventurados los muertos que de aquí en adelante mueren en el Señor!, Sí, dice el Espíritu, para que descansen de sus arduos trabajos; pues sus obras les seguirán.»
Como hemos visto con anterioridad, la tierra está llena de violencia y de un odio muy extendido, y lo que han de hacer los santos de ese día es esperar. Esto requiere una paciente perseverancia por parte de los santos, la voluntad de ceder en cualquier punto y promover la adoración del hombre en este día.
La promesa llega por medio de la voz del Espíritu mismo. Se le dice a Juan que escriba esto como una promesa muy especial: «bienaventurados los muertos que de aquí en adelante mueren en el Señor. Yo he estado junto a muchas tumbas y he repetido estas palabras: «bienaventurados los muertos que de aquí en adelante mueren en el Señor, para que descansen de sus arduos trabajos; pues sus obras les seguirán. Eso ha sido siempre verdad y creo que hay un motivo especial por el que se le dice a Juan que escriba «de aquí en adelante. Es porque en el caso de los santos de esa época les dará la impresión de haberse perdido la resurrección. La iglesia ya habrá sido sacada de este mundo y el mundo entero lo sabrá. Los que en un tiempo estuvieron en la tierra desaparecerán de repente, transfigurados por el Señor mismo. Como dijo Pablo: «en un instante, en un abrir y cerrar de ojos….seremos transformados. Por lo tanto, en el caso de los que estén en la tierra después de eso, al morir dudarán de si van a ser incluidos en ello.
Es exactamente el mismo problema con el que se enfrentaban los cristianos tesalonicenses cuando Pablo les escribió su primera epístola. Creían que sus seres amados que morían se perderían el rapto, porque esto era algo que consideraban como algo que se aplicaba a los santos que estaban aun con vida, que eran arrebatados o llevados, de modo que le escribieron a Pablo al respecto. Por eso es por lo que él les dice: «No, a vosotros también os sucederá igual. «El Señor mismo descenderá y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros, los que vivimos y habremos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes, para el encuentro con el Señor en el aire y así estaremos siempre con el Señor. De modo que a estos les fueron dadas estas palabras reconfortantes del Espíritu: «Bienaventurados los muertos que de aquí en adelante mueren en el Señor!, Sí, dice el Espíritu, para que descansen de sus arduos trabajos; pues sus obras les seguirán.
La escena vuelve a cambiar de nuevo. En la primera parte se nos informó de que los 144.000 hombres, procedentes de las tribus de Israel serían «las primicias de la cosecha en los últimos días. Si ellos son, efectivamente, las primicias, ahora nos encontramos con el resto de la cosecha en el versículo 14:
«Y miré, y he aquí una nube blanca, y sobre la nube estaba sentado uno semejante al Hijo de Hombre. Tenía en la cabeza una corona de oro y en su mano una hoz afilada. Y otro ángel salió del templo, gritando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: ¡Mete tu hoz y siega! Porque ha llegado la hora de segar, porque la mies de la tierra está madura.»
¿Hemos de preguntar quién es el que está sentado sobre la nube «como Hijo de Hombre llevando puesta una corona de vencedor y con una hoz en su mano? No es posible albergar ninguna duda ¿verdad? Es el Señor Jesús. El mismo le había dicho a sus discípulos en Mateo 13, en la parábola del trigo y la cizaña, cuando los discípulos preguntaron acerca de la parábola al Señor: «¿arrancaremos la cizaña? Y él les contestó: No, dejad que ambas crezcan juntas y yo le diré al Segador: primero recoge la cizaña y átala en manojos para ser quemada y a continuación recoge el trigo y tráelo a mi granero. A continuación Jesús explicó la parábola a sus discípulos diciendo: «la cosecha es el fin de los tiempos (el período de siete años al que hemos llegado en este libro), y los que recogen la siega son los ángeles. Esto concuerda exactamente con lo que se nos dice aquí. Los ángeles anuncian que ha llegado el momento de la siega y las palabras que pronunció Jesús en Mateo 13 se *****plirán literalmente. Permítame que se las lea:
«El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que causan tropiezos y a los que hacen maldad, y los echarán en el horno de fuego. Allí habrá llanto y crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos, que oiga.»
Estas son palabras muy claras de labios de Jesús mismo.
Ahora nos encontramos con otra escena de la siega en el versículo 17:
«Luego salió otro ángel del templo que estaba en el cielo, llevando también él una hoz afilada. Y salió del altar otro ángel que tenía poder sobre el fuego. Y llamó a gran voz al que tenía la hoz afilada diciendo: ¡Mete tu hoz afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque las uvas están maduras! Entonces el ángel lanzó su hoz afilada en la tierra, y vendimió la viña de la tierra. Echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios. Y el lagar fue pisado fuera de la ciudad, y salió sangre del lagar hasta la altura de los frenos de los caballos, a lo largo de 1.600 estadios [que viene a ser unos 90 kilómetros]. ¿Es este el mismo relato de la siega contado en dos ocasiones? No, porque como verá usted, la primera cosecha es de trigo, que es cortado por una hoz y en ella se separa el trigo auténtico del falso, el «cominillo o cizaña que son los términos literales, las algarrobas del campo, que pueden parecerse al trigo, pero no lo son y los ángeles se encargarán de separarlos. Pero esta es claramente una vendimia de uvas, una cosecha de la cepa y la vid, en las Escrituras, es siempre un símbolo de Israel. El profeta Isaías usa este símbolo acerca de Israel, que es sacada de Egipto como una viña y plantada en un campo perfectamente cuidado por el propio Dios. El Salmo 80 se refiere a lo mismo y se describe a Israel como una vid. Durante la Ultima Cena el Señor mismo dijo: «Yo soy la vid verdadera y vosotros sois las ramas refiriéndose a los discípulos judíos.»
Este es el símbolo de Israel y se refiere al juicio del Israel apóstata. Por extraño que parezca, la mayoría de los judíos de nuestros días no creen en sus propias Escrituras y muchos de ellos son ateos. Muchos han negado la Palabra de Dios y el Antiguo Testamento o el hecho de que se aplique para nada a ellos como un pueblo especial. Por lo tanto, este es el juicio al que se someterá a la Israel apostata. En Jeremías 30 se describe como «el tiempo de la angustia de Jacob mencionado en muchos pasajes de las Escrituras. Será un tiempo de guerra en contra de Israel, cuando la nación será invadida por enormes ejércitos, procedentes del norte, y Palestina será destruida. Es en este momento cuando la mujer (que es el verdadero Israel), que vimos en el capítulo 12, huye y se oculta en el desierto, pero el Israel apóstata será destruido, Jerusalén será saqueada y parcialmente destruida, cosa que podemos leer en los capítulos 12 al 14 de Zacarías.
El profeta Joel lo describe con un lenguaje sumamente gráfico. Permítame que le ofrezca unas palabras de su tercer capítulo:
«Reuniré a todas las naciones y las haré descender al valle de Josafat [que significa «Dios juzga]. Allí entraré en juicio contra ellas a causa de mi pueblo….meted la hoz porque el grano ya está maduro. Venid, pisotead, porque el lagar está lleno y rebosan las cubas, pues mucha es la maldad de ellas.»
Evidentemente esta es la misma escena que tenemos aquí. Por cierto, fíjese en el versículo 20, en el que se produce un cambio de un símbolo al significado literal. Las uvas son echadas en los lagares (que es un símbolo), pero la sangre fluye, lo cual es un significado literal del vino y es lo que simboliza el vino. Cuando participamos de la Santa Cena, para nosotros el vino simboliza la sangre de Cristo. La sangre cubre la tierra en unos 90 kilómetros, la longitud de Israel, en una terrible escena de juicio. Veremos más sobre el tema en los dos próximos capítulos, que examinaremos con más detalle.
He de dejar el tema por el momento, pero quiero recordarle que después de estas escena de juicio, después de estas terribles descripciones de lo que ha de suceder en la tierra, después del terrible derramamiento de sangre, de carnicerías, mas allá de las tinieblas, de la angustia, del sufrimiento y la desgracia, cuando la tierra se cubrirá de punta a punta de sangre vendrá un nuevo día, un día maravilloso, un tiempo que han descrito los profetas. Después del tiempo de la angustia de Jacob llegará el tiempo en el que Israel florecerá como una rosa y extenderá sus ramas como una viña por toda la tierra y su Mesías reinará entre su pueblo y sobre el mundo entero. Esto es realmente la utopía acerca de la cual vienen soñando los hombres desde hace siglos y esa es la obra que está realizando Dios y será lo que habrá de suceder.
Espero que se enfrente usted con su propia relación personal con respecto a estas cosas. Dios está siempre pidiendo: «Si sabes que soy el que necesitas en tu existencia, entonces adórame y entrégate a mi. Esta es la decisión que todos debemos tomar.
Oración
Padre nuestro, te damos gracias por tu maravillosa palabra de verdad. ¡Qué clara es! ¡Qué fiel es! Pedimos que el Espíritu de gracia grabe en nuestros corazones hasta qué punto has llegado para poder redimir a los hombres de sus malvados caminos, de sus corazones de maldad y del mal que está presente en cada uno de nosotros. Te damos gracias por haber encontrado el modo de limpiarnos y de hacer de nosotras personas nuevas otra vez. Ayúdanos a ser conscientes de ello mientras todavía nos queda tiempo. Lo pedimos en el nombre de Jesús, amen.
——————————————————————————–
Nº de Catálogo. 4206
Apocalipsis 14:1-20
Decimoctavo Mensaje
18 de Marzo, 1990
——————————————————————————–
Copyright © 1995 Discovery Publishing un ministerio de la Iglesia Peninsula Bible. Este archivo de datos es propiedad exclusiva de Discovery Publishing, un ministerio de la Iglesia Peninsula Bible.