1:5 Y acontecía que habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días.
1:6 Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás.
1:7 Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella.
1:8 Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?
1:9 Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde?
1:10 ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra.
1:11 Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia.
1:12 Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová.
1:13 Y un día aconteció que sus hijos e hijas comían y bebían vino en casa de su hermano el primogénito,
1:14 y vino un mensajero a Job, y le dijo: Estaban arando los bueyes, y las asnas paciendo cerca de ellos,
1:15 y acometieron los sabeos y los tomaron, y mataron a los criados a filo de espada; solamente escapé yo para darte la noticia.
1:16 Aún estaba éste hablando, cuando vino otro que dijo: Fuego de Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y a los pastores, y los consumió; solamente escapé yo para darte la noticia.
1:17 Todavía estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Los caldeos hicieron tres escuadrones, y arremetieron contra los camellos y se los llevaron, y mataron a los criados a filo de espada; y solamente escapé yo para darte la noticia.
1:18 Entre tanto que éste hablaba, vino otro que dijo: Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito;
1:19 y un gran viento vino del lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, la cual cayó sobre los jóvenes, y murieron; y solamente escapé yo para darte la noticia.
1:20 Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró,
1:21 y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.
1:22 En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno.
EL SENTIDO DEL DOLOR
Mucho dolor hay, sin duda, en el mundo. De diversas maneras hiere la vida de los hombres, sumiéndoles en la desdicha. Muchos piensan que nadie sabe de la magnitud de sus sufrimientos, que a nadie le interesa que ellos padezcan. Y eso aumenta el sufrimiento.
El dolor es inevitable, pero todo dolor tiene una razón de ser. Aun más, cada dolor nos ofrece la posibilidad de obtener algún provecho.
La actriz chilena Malucha Pinto, en su libro Cartas para Tomás cuenta que cuando ella tenía 18 años estaba con una amiga en una Discotheque. Estando allí, fueron al baño y, en un momento, se miraron largamente en el espejo, y una de ellas dijo: «¿Cuándo nos va a pasar algo que nos rompa la vida?». Luego se rieron, seguras de que el dolor nunca las tocaría.
Sin embargo, varios años después, la vida «se le rompió» a Malucha Pinto cuando le nació un hijo con daño cerebral severo. En medio de esa dura experiencia, ella dice haber aprendido a sobrellevar el dolor y a apreciar mejor el valor de la vida humana.
Pero, ¿es eso todo lo que el dolor puede enseñarnos?
El dolor es un ingrediente de nuestra vida aquí en la tierra que tiene una razón de ser, y esa es hacernos ver nuestra precariedad y producir en nosotros un vuelco hacia Dios. Si produce un fruto inferior a ése, por muy noble y altruista que sea, es todavía insuficiente. El dolor debe acercarnos a Dios, si ese propósito no se logra, se puede decir que el dolor fue en vano.
El pensador inglés C. S. Lewis ha dicho: «Dios nos susurra en nuestros placeres, nos habla en nuestra conciencia, pero nos grita en nuestros dolores.» Hay algo que Dios busca decirnos desde hace tiempo, pero no le prestamos oído. Muchos dolores hemos sufrido, pero rara vez nos hemos preguntado qué quiere decirnos Dios con ellos. Dios nos ha susurrado y nos ha hablado de muchas maneras; pero, a través de este sufrimiento, nos está alertando – como si Él gritase – acerca del peligro que corremos si no nos volvemos a Él.
La vida, con su incesante movimiento, ofrece muchas voces que quieren hacerse oír. Pero, ¿podemos oír, entre todas ellas, la voz de Dios?
Dios nos está diciendo que hagamos un alto en nuestra vida y que pensemos en las cosas eternas.
42:5 De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven.
42:6 Por tanto me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza.
Mucho tiempo hemos invertido en las cosas de esta vida, sin atender las que realmente necesita nuestra alma. El alma se entretiene en lo que no sacia, y se afana en lo que perece. Dios nos invita a mirar, no las cosas que se ven, sino las que no se ven «pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.»
Dios quiere salvarnos por creer en aquellas cosas que nunca hemos visto, pero que son ciertas por la fe. Por ejemplo, ésta: que Jesucristo murió en la cruz por nosotros, derramó su sangre para limpiarnos de nuestros pecados y reconciliarnos con Dios. (Jn. 3:16)
Dios envió a su Hijo al mundo para que el mundo sea salvo por Él. Pero el mundo le ha rechazado y le ha crucificado; por tanto, a los que creen, Dios les da el privilegio de ser hechos hijos suyos, los cuales son engendrados por Él.
Es preciso creer en el Hijo de Dios. Es preciso recibirle en el corazón para que Él produzca un cambio en nuestra vida. Es necesario nacer de nuevo. Y esto es posible sólo por creer en el Señor Jesucristo.
Dios nos ama de tal manera que aun utiliza nuestros dolores y sufrimientos para atraernos. Que su dolor no sea en vano. Escuche lo que Dios le está diciendo y vuélvase a Él: «Buscad al Señor mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Señor, el cual será amplio en perdonar» (Is.55:6-7).
Daniel Ortega