El Señor ha puesto muy firmemente en mi corazón el compartirte algunos pasajes bíblicos que han de ser para tu provecho y crecimiento espiritual. En primer lugar, debemos de recordar que:
Mateo 22:14 (RVA)… muchos son los llamados, pero pocos los escogidos.
Por triste y dolorosa que sea esta verdad, VERDAD ES. Cuando el Señor venga en Su Reino, la Biblia nos enseña que sabremos todas las cosas directamente y podremos ver la cantidad inmensa de personas que marcharán detrás del diablo a sus moradas eternas de dolor y llanto… todo por una decisión incorrecta aquí, en esta misma vida que compartimos. Me explico: En primer lugar hemos de recordar que:
Hechos 10:34 (RVA) Entonces Pedro, abriendo su boca, dijo:
–De veras, me doy cuenta de que Dios no hace distinción de personas,
35 sino que en toda nación le es acepto el que le teme y obra justicia.
Quiero recordarte que este temor a que se refiere la Biblia se trata de una actitud reverencial del corazón del hombre frente a la Majestad de Dios y «no» un temor que paraliza como el que infunde el diablo.
Con esto en mente, presta atención a que muchos son los llamados y que Dios no hace distinción de personas en ninguna nación del mundo. Pero… ¿quién es el que escoge?
Veamos la respuesta:
Juan 15:16 (RVA) «Vosotros no me elegisteis a mí; más bien, yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y para que vuestro fruto permanezca; a fin de que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre él os lo dé.
Ahora sabemos un poco más… El Señor es Quien nos escoge a nosotros. Pero… ¿qué es lo que ha de haber en nosotros para que el Señor en su amor nos escoga entre muchos llamados? Una vez más la respuesta nos la da el mismo Dios como veremos a continuación y que puede resumirse en una palabra: REBELDÍA o DESOBEDIENCIA. Todos conocemos lo sucedido en el encuentro de nuestro Señor con el perseguidor de la iglesia llamado Saulo (después el apóstol Pablo – Hechos cap. 26). Pablo dijo:
Hechos 26:19 (RVA) Por lo cual, oh rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial.
Muchos cristianos se preguntan qué fue lo que sostuvo a Pablo, el Gran Apóstol de Jesucristo, frente a tantas y tantas adversidades, oposiciones, encarcelamientos, castigos hasta la muerte para que «nunca» dejase de cumplir con el perfecto propósito de Dios.
La respuesta es clara: OBEDIENCIA. Aquel encuentro con Jesucristo no solo marcó para siempre la vida de Pablo (al igual que hoy en día nuestro reconocimiento de Jesús como nuestro Señor marca nuestras vidas), sino que además el apóstol comprendió el claro mensaje: «Toda tu vida ha de quedar sometida a Mi; no has de tener ningún plan, propósito, fin ni proyecto más que el Mío». Pablo no recibió un mensaje ni una doctrina que proclamar. Fue llevado a una RELACIÓN DE SUMISIÓN ANTE JESUCRISTO. Pablo estaba consagrado a una Persona, no a una causa. Él era absolutamente de Jesucristo.
Finalmente, nuestra reflexión:
¿Alguien te ha dicho que esto ha cambiado en nuestros tiempos?
¿Crees que hoy no es necesario consagrarse a Jesús como Pablo nos enseñó con su vida?
¿Acaso nos concentramos más en nuestra «sana doctrina» que en nuestra única y maravillosa «relación íntima con nuestro Señor»?
Hermano querido… hermana de mi corazón… tu y yo hemos sido comprados por Dios por el altísimo precio de la sangre de Su Único Hijo Jesús (1Corintios 6:20). Y esto jamás cambiará. Dios no puede amarte más de lo que ya te ama. En cambio, tu bien puedes descubrir que le has estado mezquinando tu amor al Altísimo, que te extraña, te espera, te bendice y te cela con todo Su Santo Ser.
En conclusión: ¿Cuál es el propósito de Dios para tu vida? La respuesta no es complicada: Que le correspondas Su inmenso amor, que le consagres tu vida, que le permitas amarte sin barreras, que le seas fiel y obediente en todo.
Alguno dirá: ¿Quién puede cumplir con tremenda demanda… acaso no es excesiva de parte de Dios? Una vez más la respuesta es contundente: Dios puede exigirte TODO, porque ÉL LO DIO TODO POR TI. Y en ese sacrificio voluntario pagando el precio de tu alma, también te regaló la fuerza, la fe, la pasión y todo lo que Él es en Sí mismo, a fin de que nada pueda impedir que le ames como Él te ama. Si no alcanzas esa medida de fe, es sencillamente porque tu, al igual que todos nosotros en algún momento, sencillamente no estás siendo obediente. Quiera nuestro Fiel Padre Celestial concederte la gracia de abrir tus ojos ante lo que te impide conocerlo como Él quiere darse a conocer, a fin de que puedas amarle como Él te ama.
Te abrazo con todo mi corazón y te dejo en la compañía del Altísimo. Seguramente, si le has abierto tu corazón ante Su Palabra, en este mismo momento tendrás mucho que conversar con TU ETERNO AMOR.