El escritor Ovidio dijo: “¿Hay algo más duro que una piedra y algo más blando que el agua? Sin embargo, la blanda agua horada la dura piedra”. En el contexto de la vida cristiana ninguna cosa es tan importante que permanecer en lo que hemos creído y en lo que hemos recibido. Jesús como el Maestro de maestros ilustró este maravilloso tema hablando de la “vid y de los pámpanos”. Su contacto con la naturaleza le hizo ver que las jugosas uvas de donde se extraía el vino para sus diferentes usos permanecían en diferentes racimos, pero todos ellos dependientes de la planta principal. Jesús dijo que el pámpano no podía llevar fruto por si mismo sino permanecía en la vid v. 4. Esta mención tuvo que ver con una comparación extraordinaria. Los cristianos llegamos a ser los “pámpanos” pero nuestro Señor Jesucristo es la “Vid”. Ahora bien, él no es cualquier tipo de vid sino la “vid verdadera”, lo que nos coloca en la dirección correcta para que llevemos muchos frutos y los tales “permanezcan para siempre” v. 16. En el texto para nuestro mensaje de hoy, la palabra “permanecer” se repite 10 veces. En el campo de la docencia se estima que la repetición de las ideas se fijan en la mente de los alumnos para el resto de sus vidas. Cuando Jesús repetía una verdad tantas veces nos estaba indicando que ese es el asunto más serio que debiera ser considerado en la vida cristiana. Jesús pareciera decirnos que el camino a la felicidad cristiana es directamente proporcional a mi permanencia con él. Pero que también mis continuos fracasos, y a lo mejor mi carencia de fe y de crecimiento espiritual se debe a mi falta de permanecer como “sarmiento de uva” conectado a la “vid verdadera”, que es nuestro amado y Señor Jesucristo.
ORACION DE TRANSICION: Veamos la naturaleza de este imperativo bíblico
I. SOMOS LLAMADOS A PERMANECER EN JESUCRISTO
Si hemos abrazado el camino de la salvación no podemos hacer otra cosa que esta. La vida cotidiana nos plantea el reto de la fidelidad. ¿Dónde permanecemos y con quién permanecemos?, serán las preguntas a responder todos los días. Jesús exhortó a sus discípulos a tomar en cuenta este imperativo bíblico. “Permaneced en mí, y yo en vosotros..”, es el llamado que describe nuestra posición estrechamente unida a él. Es una llamado a renunciar constantemente a nuestros méritos propios, por los méritos suyos. Es un llamado a poner al lado nuestra sabiduría, voluntad y fuerza propia por su voluntad y su poder en nosotros. Es una llamado a una comunión viva, santa y única con él. Si esto lo hacemos, entonces Cristo permanece en vosotros no solo para asegurarnos una salvación, de la que no somos merecedores, sino como la fuente viva e inagotable de nuestra vida espiritual. Estos son los resultados visibles de una vida que permanece en él. Pero Cristo habló también de las consecuencias de no permanecer en él. Con gran solemnidad dijo: “El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden” v. 6. Note que el sarmiento separado de la vid es echado fuera de esa viña que aquí representa el reino de Dios, y además se seca al no recibir los nutrientes que vienen a través de la sabia. En medio de los discípulos hubo un hombre que se convirtió en un «sarmiento cortado». Judas prefirió no permanecer en el Señor y su vida fue echada fuera de la comunión de los demás; se secó, pues prefirió aliarse con Satanás y los enemigos del Señor y ahora arde su alma por la eternidad. ¡Estas son temibles palabras que deben ser consideradas detenidamente a la hora de revisar hasta dónde estamos unidos a él! Es obvio que Jesús hizo referencia con estas palabras a los que se pierden eternamente después del rechazo de su gracia y misericordia. Pero también hizo alusión en los primeros versos a aquella vida cristiana ociosa y carente de vida. Vea lo que dijo: “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleva más fruto” v.2. Bien pudiera darse el caso de creyentes que permanecen exteriormente con Jesús llegando a ser “sarmientos silvestres”. A lo mejor han profesado seguir a Cristo y se han unido a la iglesia pero no son parte de la vida santificadora que Cristo ofrece. Y por esa misma condición llegará el momento cuando se siente fuera de esa comunión, con una vida carente de verdadero propósito. Por eso es tan importante permanecer en él. No se puede permanecer en dos vidas.
II. LOS FRUTOS SON EL RESULTADO DE PERMANECER EN CRISTO
La palabra “fruto”, al igual que la palabra «permanecer», se repite varias veces en este pasaje. Por lo menos 8 veces aparece acá, lo que nos indica que es la segunda palabra que debiera ser considerada en esta magistral enseñanza de Jesús. Y es que los frutos son la consecuencia lógica de permanecer con el Señor. Jesucristo posee la “sabia” que le da a la vida cristiana los “nutrientes” de manera que esta se mantenga “como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae” (Sal 1:3).
1. Los frutos no pueden ser llevados por sí mismo v.4b. Es imposible vivir la vida cristiana sin Jesucristo. En este mundo hay multitudes de “cristianos” sin Cristo. Para muchos Jesucristo fue alguien que hizo muy buenas cosas, vivió impecablemente, murió por la humanidad, resucitó y vive en el cielo pero no es una presencia real y viva en sus corazones. La razón es porque nuestra naturaleza nos incapacita para llevar frutos por nosotros mismos.
2. Somos puestos para llevar fruto v.16b. Jesús da la razón de esto. El dijo: “No me elegisteis vosotros a mí, si no que yo os elegí a vosotros..”. En estas palabras hay un mundo de teología. Bien pudiéramos estar hablando de la doctrina de la elección anticipada o del previo conocimiento de la salvación eterna y todo eso es muy cierto. Pero el asunto de llevar fruto es vital en este texto. Jesucristo no nos eligió para fuéramos “árboles otoñales, sin fruto”. No nos eligió para que tuviéramos un ticket de entrada al cielo que aguardáramos hasta que Cristo venga por nosotros. El nos eligió para llevar fruto. Usted no es contratado en una empresa para que solamente forme parte de una nómina y cobre todas las quincenas. Usted va a su trabajo para dar fruto según ha sido contratado por su jefe. ¿No ha hecho Jesús lo mismo con nosotros?
3. Jesús espera que demos muchos frutos y que esos frutos permanezcan v.5, 8 y 16. El anhelo del labrador es ver que su tierra produzca en abundancia. Jesucristo no se conforma con menos en nosotros. Hay en este texto una verdad única que es comparada con el proceso natural de las cosas. La manera para que no haya fruto en un árbol de manzanas, por ejemplo, es que las condiciones del clima y de la tierra no sean dadas. En el caso del creyente el no podrá decir que no lleva fruto por las condiciones “climáticas” o porque la “tierra” donde ha sido puesto no tiene las condiciones para dar fruto. Jesús es la “vid”. No hay posibilidad que falten los recursos para que el creyente no lleve fruto. De manera que él espera de nosotros muchos frutos; frutos que “glorifiquen al Padre” y que tales frutos permanezcan. El no espera menos que esto. Esos frutos tienen que ver con nuestro carácter, conducta y contribución para hacer que el reino de Dios se extienda sobre toda la tierra.
III. GUARDAMOS LOS MANDAMIENTOS CUANDO PERMANECEMOS EN CRISTO
Una de las cosas que se le hacía imposible al hombre *****plir era la ley con sus mandamientos. Cualquiera que fallara en una “tilde” ya se convertía en transgresor, quedando bajo maldición y culpa (Gal. 3:10). Pero Jesucristo habló de sus mandamientos no siendo gravosos ni imposibles de *****plir. Habló que su yugo era fácil y ligera su carga, una alusión muy directa a aquella pesada carga con que los fariseos habían convertido la ley divina en una tradición oral (Mt. 11:29,30). El vino para *****plir la ley, creando un nuevo mandamiento que tiene que ver con el amor. Resumió la ley y los profetas en el ejercicio del amor a Dios, al prójimo y a si mismo (Mt. 22:37-40). A sus discípulos les dijo: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado” v. 12. También había dicho: “En esto conocerán que sois mis discípulos, si tuvieres amor los unos a los otros” (Juan 13:34, 35).. Los “pergaminos” donde se fijaron los mandamientos de Jesús están escritos con la “tinta” del amor. El amor a Cristo no puede estar divorciado de sus palabras. Sus mandamientos son vida, luz y paz para nosotros. Un asunto es hacer las cosas por una obligación y otra muy distinta es hacerlas por amor. El esposo y la esposa se sujetan en el uno al otro, no por una mera obligación que ha sido impuesta a través de los “mandamientos” que se hayan dado para el matrimonio, sino porque los dos se aman y a través de ese amor guardan su pacto matrimonial. Las condiciones de los mandamientos de Jesús no traerían un peso de conciencia si se *****plían o no. Su única condición tenía que ver con el amor mismo. Por eso dijo: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor..” v.10. Pero no podemos ni guardar sus mandamientos ni permanecer en su amor a menos que permanezcamos en él. Y de igual manera, no podemos permanecer en él a menos que nos decidamos por una vida de obediencia. Jesucristo disfrutó del amor del Padre porque su vida fue marcada por la obediencia, y es aquí donde fallamos nosotros. Sin duda que el problema más grande que enfrentamos para vivir una vida cristiana victoriosa es la falta de obediencia. Hay en este pasaje un especial llamado a una relación de intimidad con Cristo. Las diferentes formas como Jesús impele a sus discípulos a permanecer en él es un llamado a su comunión. Esto es el gran secreto para guardar sus mandamientos y ser amado por su Padre.
IV. LLEGAMOS A SER SUS AMIGOS CUANDO PERMANECEMOS EN EL
Jesús nos ha llevado en este pasaje de una idea a otra pero manteniendo el mismo propósito de su enseñanza. La parábola que ha usado como la “vid verdadera” llega a un nivel tal que produce un cierto asombro y admiración. Fue tan grande el amor por sus discípulos que no midió ni el costo ni el tamaño para sacrificarse por ellos. ¿Quién se arriesga a poner su vida por otro? ¿Quién es capaz de ser sometido al terrible dolor de los clavos y con ello la gran tortura de ese tipo de muerte por otro? Solo Jesús hizo esto por sus discípulos a quienes consideró sus amigos. Tres cosas Jesús dijo en relación a esto. La primera es que el pone su vida por sus amigos como la gran prueba de su amor v.13. La segunda es la condición para llegar a ser un amigo de Jesús v.14. Y la tercera es la nueva manera cómo Jesús les llamará a partir de ahora v.15. Esta enseñanza de Jesús llegó a ser nueva y trajo una perspectiva diferente para ver la vida cristiana. Una cosa es ser “hermanos en la fe” y otra muy distinta es ser “amigos en la fe”. Y la verdad es que podemos tener muchos hermanos pero no siempre tenemos muchos amigos. Con frecuencia nos sucede esto en el ministerio; llegamos a tener muchos hermanos pero muy pocos amigos. Vea que Jesús hace la comparación entre el sirviente y el amigo en el sentido que uno no sabe lo que hace su señor, pues por su misma condición de esclavo no tiene derecho a esto. Pero en el caso de un amigo, a quien constituye como alguien de confianza, les da a conocer todas las cosas que tiene en mente hacer. Nosotros somos llamados para ser amigos de Jesús y conocer sus planes, ideas, amor y voluntad para con esta humanidad. Pero no veo otra forma de lograr esto que permaneciendo con él. Mi amistad con el Señor se logra a través de una íntima y particular relación con él. Los verdaderos amigos pasan mucho tiempo hablando, soñando, planificando y conviviendo juntos. Cómo definimos mejor nuestra relación con Cristo, ¿como hermanos o como amigos? Quiénes somos para Jesús, ¿siervos o amigos? .¿Con quién pasa más tiempo mis pensamientos y mis acciones?. La permanencia con él hará la diferencia
CONCLUSIÓN: En la medida que Jesús se aproxima al calvario no pierde ningún instante para ir mostrando a sus discípulos la necesidad que ellos tienen de él. La cruz traería entre ellos la tragedia de la traición, de la negación y del abandono. Todos los sueños y aspiraciones que se habían apoderado de sus vidas con la presencia física de su Maestro, pronto se iban desvanecer. Jesús conocía muy bien ese momento. Estaba bien consciente del miedo y el temor que vendría sus vidas si en el apoyo de aquel que le les había dado tantas muestras de poder y de autoridad. Es por eso que Jesús les exhorta a permanecer en él. No era tiempo para volver a las redes o a cobrar impuestos, según algunos de sus oficios. Era la hora para la firmeza y la estabilidad. Fue por esto que Jesús les dijo que él era la «vid verdadera» y ellos los «pámpanos». Solo a través de una conexión de este tipo, ellos y ahora nosotros podemos permanecer en él llevando frutos.