Es como un hermano que salió de la iglesia después del culto dominical. Le dió la mano al pastor y le dijo, “Reverendo, usted me ha inspirado con su sermón sobre los Diez Mandamientos. A partir de hoy, prometo que voy a guardar un mandamiento a la semana hasta que los haya guardado todos.”
Tres de las más grandes religiones del mundo-Judaísmo, Islamismo, y Cristianismo- tienen en su corazón estas leyes sagradas de Dios que nosotros conocemos como los Diez Mandamientos. Fíjense en que no son Diez Sugerencias o Diez Recomendaciones. Son mandamientos dados a Moisés en la cima de un monte como la Ley de un Dios Santo. Veamos algunas cosas importantes de estos mandamientos.
I. Los diez mandamientos son el fundamento del comportamiento civilizado del hombre
Los estudiosos bíblicos afirman que los Diez Mandamientos fueron puestos en su forma actual durante el periodo del exilio (587 – 538 A. C.). Los mandamientos han sido divididos en dos secciones. La primera va desde el mandamiento uno hasta el cuatro y se refiere a deberes religiosos: “No tendrás dioses ajenos delante de mí… No te harás imagen…No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano…Acuérdate del día de reposo para santificarlo…”
¿Qué tan lejos has llegado tú en guardarlos? Algunos de los mandamientos son más fáciles de *****plir que otros. Hace treinta y cinco años Sandy Koufax- un lanzador judío con un brazo zurdo semejante a la onda de David- anunció que no jugaría en el día más santo del año, el Yom Kippur. Los empleadores de Koufax, los Dodgers de Los Angeles, de manera muy respetuosa señalaron que ese día iba a celebrarse el primer juego de la Serie Mundial de 1965. ¿No podía él aunque sea lanzar un poco? “No,” dijo Koufax. Luego en la serie, Koufax lanzó blanqueadas en el quinto y séptimo juego, y los Dodgers ganaron la serie, 4-3.
El ejemplo de Koufax es de admirar, pero también el de un joven llamado Eli Herring, un jugador de fútbol americano de 340 libras de peso de la universidad Brigham Young en Provo, Utah. Eli fue un paso más allá. En su último año Herring alcanzó un promedio de 3.5 puntos y fue calificado como el mejor jugador ofensivo de su promoción en todo el país. Pero Herring, un Mormón devoto, echó por la borda un posible contrato multimillonario con los Raiders de Oakland porque él, tampoco, podía jugar en un día santo. Lamentablemente su día santo, el Domingo, es una vez a la semana, precisamente el día cuando los Raiders se ponen su uniforme y van a trabajar.
Herring meditó intensamente sobre su dilema. El podía firmar para jugar en la NFL, jugar los domingos y llenar su vida con carros lujosos y mansiones, o podría enseñar matemáticas por $20,000 al año y honrar el día de reposo. La respuesta de Herring fue honrar el día de reposo. El anunció a la NFL que si él era escogido por algún equipo él no iba a jugar.
Dos historias verídicas-una sobre un judío, la otra sobre un mormón. Pero su ejemplo debe provocarnos a pensar sobre el trato que le damos al día del Señor. Podemos sentirnos muy bien con los primeros dos mandamientos, pero mucha gente profana el nombre de Dios, y el concepto de un día de reposo se ha perdido en medio de una cultura cada vez más pagana.
Desde el quinto hasta el décimo mandamiento se nos refieren deberes morales. “Honra a tu padre y a tu madre… No matarás… No cometerás adulterio…No hurtarás…No hablarás contra tu prójimo falso testimonio…No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada…ni cosa alguna de tu prójimo.” En otras palabras, la primera sección trata con nuestra relación personal con Dios, y la segunda sección de nuestras relaciones los unos con los otros.
Los diez mandamientos son el fundamento del comportamiento civilizado. Nosotros no podríamos vivir en una sociedad donde fuera permitido matarse uno al otro o robarse entre sí. Aún la prohibición en contra del adulterio sirve a un interés social- el de mantener una vida familiar viable-así como también “honra a tu padre y a tu madre”. La razón por la cual los Diez Mandamientos han permanecido con nosotros por tanto tiempo es porque ninguna sociedad puede funcionar bien cuando los ignora. Eso es lo primero que debemos ver. Aquí está lo segundo.
II. Guardar los diez mandamientos en toda su riqueza requiere de una gran compromiso.
Alguien preguntó !¿Qué es lo que hace que para la naturaleza humana sea más fácil
romper un mandamiento que un hábito?»
Ciertamente esto es así en la cultura de nuestros días. Una encuesta Gallup reciente mostró la forma en que nuestros valores éticos y morales están declinando en todos los estratos de la sociedad. Estamos convirtiéndonos en una nación de engañadores en la cual nada es santo y todo es permitido.
La revista Selecciones publicó recientemente un artículo sobre los talleres de reparación de vehículos. Se seleccionaron al azar 226 talleres a los que se envió un carro con solamente el desperfecto de que le faltaba un cable de bujía, el 74 porciento (167) de esos talleres repararon algo que no estaba dañado o no hicieron nada y cobraron por encima de los $500. Pero ¿Qué le está sucediendo a nuestra propia sociedad? La pérdida de integridad personal está alcanzando proporciones críticas.
Algunos dicen que todo empezó en la década de los 60 cuando la moralidad social empezó a desplazar la moralidad personal. Hubo una reacción mundial durante los años sesenta contra los cristianos que decían ser personas morales-que guardaban los Diez Mandamientos-pero eran insensibles a la condición de los Afroamericanos, mujeres, homosexuales, etc. Así que el péndulo se movió desde la responsabilidad personal de tener compasión-de guardar los Diez Mandamientos hacia el tener una fuerte conciencia social. Y los resultados eran predecibles. Los divorcios aumentaron volando, y también el nacimiento de niños fuera del matrimonio. Entretanto la ética en los negocios perdió su norte.
Mucha de la marea política conservadora que está de moda en el coloso del norte es el resultado de la percepción de que como nación EE. UU. se dirige hacia el caos moral. Pero, afortunadamente para nosotros, todavía hay gente que se mantiene como ejemplo de integridad personal.
En 1994 el golfista Davis Love III se cantó a sí mismo un penalti durante la segunda ronda del Abierto Oeste. Love movió su marcador sobre la grama para quitarse del paso de la línea de tiro de otro jugador. Uno o dos hoyos después, no podía recordar si había movido su pelota al lugar original. Por las dudas, Love se impuso a sí mismo un golpe extra.
Aquella decisión le hizo perder el torneo. Si hubiera terminado como iba hubiera ganado $2000 en esa semana e iba a clasificar fácilmente para el torneo de Maestros del año 1995. Love se quedó corto de clasificar faltándole $590 y para poder participar en dicho evento debía ganar un torneo.
Cuando alguien le preguntó hasta que punto le molestaría si el perdía el torneo de Maestros por cantarse un penalti a sí mismo, la respuesta de Love fue simple: “¿Cómo me podría sentir si yo ganara el torneo de Maestros y me cuestionara por el resto de mi vida si hice trampa para poder participar?”
La historia tiene un final feliz. La semana antes del torneo de Maestros de 1995, Love calificó al ganar un torneo en Nueva Orleáns. Y después en el torneo de Maestros ganó el segundo lugar, recibiendo $237,600.
Es refrescante oír historias de personas con ese tipo de rectitud moral. Pero se están haciendo cada vez más difíciles de encontrar. Los Diez Mandamientos son la base de la sociedad civilizada. Guardar los Diez Mandamientos requiere un compromiso profundo. Pero hay algo más que debemos decir.
III. Los diez mandamientos no son suficientes para la vida cristiana.
¿Entendió usted eso? Los Diez Mandamientos son maravillosos, son esenciales, pero simplemente por así decirlo son inadecuados. Cuando a Jesús se le pidió que citara el más grande de los mandamientos, él no mencionó ninguno de los Diez Mandamientos. Sino que citó una Ley mayor que todos los mandamientos juntos. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente…y a tu prójimo como a ti mismo”.
No es suficiente con solo guardar los Diez Mandamientos. Ellos nos dicen lo que no debemos hacer. Pero eso no es suficiente para la vida cristiana. Nosotros necesitamos tener ambas cosas: integridad personal y compasión. Necesitamos tener ambas cosas: moralidad y amor por los considerados a menos y de más baja condición social que nosotros. Pureza y pasión por los oprimidos. Los Diez mandamientos y una conciencia social fuerte. Los Diez Mandamientos son maravillosos, pero no son suficientes.
En el libro, «Despertando El Gigante Dormido en Nosotros», el orador motivacional Tony Robbings nos lleva a recordar dos eventos que captaron la atención en los Estados Unidos hace algunos años. En uno, una mujer estaba trotando cuando de repente una docena de muchachos empezaron a perseguirla. Antes de que ella pudiera darse cuenta de lo que estaba pasando, ellos se le abalanzaron, la arrastraron tras unos arbustos y empezaron a golpearla con un tubo. Uno de los muchachos la pateó continuamente en la cara hasta que empezó a sangrar profusamente. Entonces la violaron y la dejaron allí dándola por muerta.
Este trágico e inimaginable crimen sucedió en el Parque Central de la ciudad de Nueva York. Los atacantes eran jovencitos de 14 a 17 años. Contrario a los estereotipos, no eran pobres ni venían de familias abusivas. Eran muchachos de escuelas privadas, jugadores de Pequeñas Ligas, que incluso tomaban lecciones de tuba. Estos muchachos no se volvieron locos por consumir drogas, ni tampoco fueron motivados por el racismo. Ellos asaltaron y casi mataron a esta mujer de 28 años por una sóla y única razón: diversión.
No más de 450 kilómetros de allí en la ciudad capital de esa nación, un avión de pasajeros se accidentó al despegar del Aeropuerto Nacional durante una tormenta de nieve. Dio con el puente sobre el río Potomac durante la hora de más tráfico. Con el tráfico detenido a la mitad, los servicios de emergencia fueron despachados inmediatamente a la escena del siniestro, y el puente se convirtió en una pesadilla de caos y pánico. Los bomberos y los paramédicos estaban sobrecargados por la destrucción, y se metían una y otra vez al Potomac tratando de salvar víctimas del accidente.
Un hombre repetidamente le pasó su salvavidas a otros. Salvó muchas vidas, pero no pudo salvar la suya. Para el tiempo en que un helicóptero de rescate lo alcanzó ya él se había hundido bajo la superficie helada del agua. Este hombre dió su propia vida para salvar las de aquellos que eran extraños completamente para él. ¿Qué le movió- preguntó Robbins, a considerar de más valor las vidas de otras personas -gente que ni siquiera conocía- de tal forma que estuvo dispuesto a dar su propia vida en el proceso?
Conclusión: Esto es lo que debemos entender. Aquel hombre podía guardar los Diez Mandamientos y salir como si nada de ese accidente sin ayudar a nadie. Los Diez Mandamientos no nos dicen nada sobre ayudar a nuestro prójimo. Los diez Mandamientos son esenciales. Pero no son suficientes. Debemos añadirle el amor de Jesús. Es por eso que Jesús dijo que él no había venido a abrogar la Ley sino a *****plirla. A *****plirla con la ley del amor.