El “tal Jesús”, del que hablarían después de una manera peyorativa, produjo una incongruencia dentro de los que esperaban la restauración de Israel y el Cristo que muere de una manera vergonzosa. La presencia de Jesús trajo una división en la opinión colectiva. En el presente capítulo encontramos las más varias reacciones acerca de la persona de quienes ellos mismos dijeron: “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” v. 46. Jesús dividió la opinión de sus contemporáneos al punto que en su naciente ministerio, crecía el grupo de quienes lo amaban y lo adoraban, pero también de quienes lo odiaban y buscaban la forma de quitarlo de sus caminos. El mismo Jesús había predicho el antagonismo que la gente tendría hacia él y su ministerio. No fue extraño que en el seno de una familia, la presencia de Jesús causa tal división, hasta el punto que los que se entregaban a él fueran odiados, expulsados y hasta martirizados por su nombre. Fue por eso que en una ocasión dijo: “No penséis que he venido a traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa” (Mt. 10:34-36) Las verdades de estas declaraciones mantienen su vigencia. Jesús sigue siendo causa de división. Todos aquellos que se disponen seguirle, en el camino de la obediencia y la renuncia, encontraran rechazos. Pero como también dijo Jesús, «el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mt. 10:39)
ORACIÓN DE TRANSICIÓN: Conozcamos las opiniones que la gente tiene sobre Jesús.
I. LA OPINIÓN QUE REVELA UN ESTADO DE INCREDULIDAD v.6
Este grupo estaba conformado por la familia íntima de Jesús. Sus hermanos ya habían visto los portentos y señales que él estaba haciendo, sin embargo no creyeron v.3. Por el contrario, lo desafiaron a irse a lugares “públicos”, a lo mejor pensando en un ministerio de mayor renombre. Ellos osadamente lo confrontaron con estas palabras: “Porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo”. V. 4. Pero eso era lo menos que Jesús buscaba. Ya él había vencido la tentación que le presentó Satanás para ser famoso (Mt. 4: 1-10)) Jesús evitó siempre el sensacionalismo, pues “el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mt. 20:28) Es posible que los hermanos de Jesús estuvieron más interesados en su popularidad que en el mensaje que vino a dar a conocer. En sus recomendaciones se puede ver un dejo de egoísmo, pensando —a lo mejor— que el éxito y la fama que Jesús obtuviera también sería la de ellos. Actitudes como estas nos revelan la clase de interés que mucha gente tiene cuando piensan en Jesucristo. Es para quedarse maravillados —al igual que lo hizo Jesús por la falta de fe que hubo en Nazaret (Mt. 13:58)—, al ver la incredulidad de su propia familia. Ninguna cosa es más contradictoria que los “creyentes incrédulos”. Lo que le pasó a Jesús con sus hermanos, le está pasando la iglesia de hoy. Se cuentan por miles los que se acercan a una iglesia y hasta hacen alguna «manifestación de fe». Algunos pasan al altar después de alguna invitación o hacen una «entrega» en alguna confrontación personal, pero cuando ven las demandas del discipulado cristiano, sencillamente no siguen. Hombres que buscan al Señor para ver cuánto pueden aprovechar de él y su iglesia, pero no por una convicción y entrega sincera. La incredulidad no es sólo de los ateos, sino de aquellos que estando relacionados en una atmósfera cristiana, permanecen alejados del Señor. Los hermanos de Jesús son un ejemplo de ello.
II. LA OPINIÓN QUE REVELA UNA ACTITUD DE INDIFERENCIA v.27
Algunos dentro de la multitud consideraron que la procedencia de Jesús era muy poca cosa para identificarlo como el verdadero Mesías vv. 25, 26. Conocían su humilde origen, su familia y su oficio. Por otra parte, el que Jesús también fuera de Galilea aumentaba la indiferencia de los que esperaban a un Mesías con un mejor abolengo v. 41, 52. Galilea no era el lugar más distinguido para que apareciera el Mesías. Pero ¿sería cierto que la gente no sabía de dónde procedería el Mesías? Los judíos conocían muy bien las Escrituras. Los profetas escribieron acerca de su nacimiento, incluyendo la ciudad donde esto ocurriría (Mq. 5:1) Ellos estaban bien al tanto del linaje del Mesías y del lugar donde nacería v.42. ¿Qué había pasado con Jesús? ¿No se había hecho público el nacimiento de Cristo, o fue conocido solo por unos pocos, tales como los pastores, los magos, algunos sacerdotes y las familias que estuvieron involucradas? ¿Qué había pasado con aquella matanza que hizo Herodes al oír que había nacido en Belén el Mesías prometido? Es posible que muchos de esta gente tenían conocimiento de estos hechos, pero por cuanto Jesús no llenaba la expectativa mesiánica, dieron por hecho que él no podía ser el Mesías prometido. La vida de Jesús sigue siendo indiferente para muchos. En la mente de algunos, Jesucristo es un personaje diseñado para los pobres y para los menos cultos. Mucha gente de fina estirpe prefiere a un «Dios aburguesado», que a un «Cristo que nació en un establo y murió en una banal cruz. Por otro lado, él no encaja en los que quieren llevar una vida donde no tengan que rendir cuentas a nadie, ni tengan que someterse a lo que muchos llaman, «los pretextos religiosos». Algunos ven en Jesús a alguien con muchas demandas para seguirle. Prefieren aquel tipo de religión que se acomoda a su estilo de vida. Mucha gente no quiere identificarse con Cristo por que no están dispuestos a pagar el precio.
III. LA OPINIÓN QUE REVELA UNA ACTITUD DE RECHAZO v. 12b
1. En este grupo están los que dicen que él engaña v.12b. Es interesante que en esta opinión dividida, los que decían que él engañaba, no “hablaba abiertamente por temor a los judíos” v.13. De esto se deduce que este grupo no pertenecía al grupo de los religiosos. Fueron los fariseos los que calificaron a Jesús como engañador. De modo que los que lanza este veredicto era gente común. Gente del vulgo. De aquellos que componían la inmensa mayoría. Ellos juzgaron a Jesús calificándolo de un impostor. Esto revela que no siempre la actitud que la gente tenga del Señor dependa de su condición social. Aquí tenemos un problema del corazón. Hay gente para quienes Jesús no fue más que un engañador. No ven en él el amor que manifestó por ellos ni el poder de un cambio para sus vidas. La peor cosa que puede decir alguien, es que Jesús es un engañador. Ni su vida ni sus enseñanzas nos muestran eso.
2. En este grupo están los que creen que él tuvo demonios v.20. En la multitud hubo algunos que creyeron que Jesús tenía demonios. No sabemos que vio esta gente en él para que llegaran a este tipo de veredicto. La gente poseída por demonios tenía —por lo menos para el tiempo de Jesús—, característica que iban desde la demencia, epilepsia, sordera hasta los endemoniados furiosos, como el caso del hombre de Gadara (Mr. 5:1-20) Si Jesús no presentó ninguna de las señales comunes de un endemoniado, ¿por qué lo calificaron así? ¿Hasta dónde llegó la ceguera espiritual en sus enemigos? La gente que no reconoce a Jesús como lo que él vino a ser (el Dios hecho carne), cae en la más baja irreverencia y la blasfemia de decir que Jesús hizo lo que hizo por el mismo poder del diablo. ¿Hasta dónde puede llegar el odio
3. En este grupo están los que buscaban su muerte v.25, 30, 32, 35. Desde que Jesús nació, la muerte fue el enemigo que le planteo el más grande y decidido acecho. Es como dice una canción cristiana, «Para morir nació». Siendo aun bebé, el despiadado Herodes el Grande buscó la manera de quitarlo de su camino. Cuando hizo público su ministerio sabía que la muerte vendría para *****plir su ansia de venganza. Ningún hombre supo tanto la hora de su muerte como nuestro Señor. Y en esto es bueno decir que aun cuando sus enemigos «procuraban prenderle», no lo hicieron, «porque aún no había llegado su hora» v.30. No fue cuando ellos quisieron, sino cuando el Padre lo habían determinado. La muerte, pues, encontró al grupo de hombres para *****plir su propósito. Los tres años de ministerio estuvieron bajo la vigilia de la muerte. Ni al más buscado de los criminales se le hizo un cerco para matarlo como al Maestro de Galilea. Pero no fue en el tiempo de la muerte sino en el tiempo de Dios. Y en esto vemos que aun cuando él pasó por la muerte, ella no se enseñoreó de él (1 Co. 15:55-57) La muerte le llevó hasta la cruz y la tumba, pero en la resurrección triunfó sobre ella.
IV. LA OPINIÓN QUE REVELA UNA POSICIÓN DE RECONOCIMIENTO
1. En este grupo están los que creen que Jesús es bueno v.12ª. Esta declaración es cierta, pero es una verdad incompleta. Jesús no solo fue bueno, como la gente puede calificar a otra persona que hace el bien. En él operó la mente divina. Él era uno con el Padre. Lo que él decía era lo que oía y veía hacer al Padre v.18. La gente que lo calificó como bueno, por seguro tenía que ver con algún beneficio por él recibido. Siempre habrá, en una actitud sincera, el agradecimiento y el reconocimiento por el bien *****plido. Sin embargo, Jesús es más que un “buena gente”. Él es la encarnación de Dios, y eso exige un veredicto mayor.
2. En este grupo están los que dicen que él es un profeta v.40. Este veredicto fue también cierto, pero Jesús fue más que un profeta. Él no solo comunicó un «así ha dicho Jehová», sino que el vino para instaurar el «de cierto de cierto os digo». Los profetas comunicaban lo que recibían como inspiración en algún momento determinado. Lo que Jesús hablaba y hacía era lo que veía hacer al Padre (Jn. 5:19) La gente que opina que Jesús fue otro profeta es porque no ha descubierto la esencia de su vida y enseñanza. Para aquellos que tenían tal opinión, el Padre habló por medio de Pedro, diciendo: «tú eres el Hijo del Dios viviente» (Mt. 16:16) Ningún profeta habló ni hizo lo que hizo y dijo Jesús.
3. En este grupo están los que creen en él v.31, 41ª, 46. Mucha gente de la multitud descubrieron quién era Jesús. En medio de las divergentes opiniones, incluyendo las de un abierto rechazo y una actitud vacilante, «muchos de la multitud creyeron en él». Ellos levantaron una pregunta lógica: «El Cristo cuando venga, ¿hará más señales que las que éste hace?» v.31. De modo que así como los enemigos lo rechazaron y lo difamaron, estaban los que dieron el veredicto de la fe. Reconocieron que el hombre de Galilea también era el Mesías esperado v.41ª. Uno de los más grandes veredictos que nos presenta este capítulo, fue dado por los encargados de prenderles. Como no pudieron hacerlo, llegaron con este testimonio: «¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!» v.46. Este testimonio debe ser creído. Él es el objeto de nuestra esperanza. El hombre sin Cristo está perdido. La aceptación que hagamos de él determinará nuestro destino eterno. Vengamos a él quitando todo prejuicio y recibiendo su palabra en nuestro corazón. No seamos incrédulos como los hermanos de Jesús. Recibámoslo como el Señor y el Salvador de nuestras vidas. Amén.