Si usted piensa que los sacrificios sangrientos son repulsivos a la gente sensible, piense también cómo es de repulsivo nuestro pecado ante un Dios Santo y justo. Los sacrificios y las ofrendas eran esenciales para la adoración ofrecida a Dios a partir de la época de Abel. Dios dio a Moisés las instrucciones específicas que gobernaban estas ofrendas en el Monte Sinaí
El Altar de Bronce era el lugar de los sacrificios (Exodo 27:1-8). Estaba en la entrada de la aproximación a Jehová. Era la primera cosa que el adorador miraba al aproximarse al Tabernáculo. Estaba justo en la puerta, fácilmente accesible, sin equivocaciones ni errores. Cada uno que pasaba a través de la cortina pasaba por el altar ensangrentado de los sacrificios de animales o no pasaba. El hombre solo podía aproximarse a Dios por medio de los sacrificios.
Cada sacrificio era el de una vida que estaba parada en el lugar de otra. El sacerdote hacia la «expiación» para la gente que ofrecía el sacrificio. El significado de la palabra «expiación» era el de «cubrir, cubrirlo ante Dios.» Quitaba el poder del pecado que habia entre Dios y el hombre. No significa hacer un pecado que no ha ocurrido, ni tratarlo como que no exista. Eso sería imposible, debido a la realidad del pecado. El hecho es que «todos hemos pecado y hemos sido destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:23). El objeto expiado es el alma del pecador. La sangre cubría el alma del pecador ante la santidad de Dios. El poder de hacer la expiación estaba en la sangre del sacrificio. Cada uno de estos sacrificios en el viejo testamento anticipó la expiación o el sacrificio sustitutivo de Cristo
El pecador no podía acercarse a Dios excepto si hubiera sido limpiado por la sangre. Por la santidad de Dios, podemos decir: «Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.» (Hebreos 9:22) El pecado es una seria muerte espiritual. Vivimos en una época cuando la gente piensa que el pecado es casi como si tuviera una gripe. No es así ante los ojos de Dios. «La paga del pecado es la muerte» (Romanos 6:23) «El alma que pecare ciertamente morirá» (Ezequiel 18:4). Esto es un asunto muy serio.
El fuego que estaba quemando constantemente en el Altar de Bronce, también consumía constantemente el sacrificio. Esto era un recuerdo sangriento del pecado. El humo continuo de los sacrificios era un constante recuerdo de que tan malos son nuestros pecados delante de los ojos de Dios. Esto es horrible y desastroso si consideramos cuan horrible son nuestros pecados ante los ojos de Dios. «El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? » Esto nos demuestra cuan repulsivo es el pecado ante los ojos de Dios.
Jesucristo es el Altar de Bronce, la ofrenda por el pecado y el Sumo Sacerdote, todo al mismo tiempo. La Cruz era el altar del Cordero de Dios que vino a quitar los pecados del mundo.
Jesús es nuestro todo suficiente salvador. El se dio en el altar del sacrificio por usted y por mi. Él no se llevó nada consigo. El fuego de la ira santa de Dios quemo a Cristo como nuestro substituto por el pecado. La ira divina estaba dirigida contra él. Él recibía el juicio del pecado, no por sus propios pecados, sino por los nuestros.
Cristo se hizo nuestro sustituto en pecado y murio en nuestro lugar. «Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.» (2 Corintios 5:21).
Cuando Jesus murio en la cruz, todos nuestros pecados le fueron imputados a El. Todos nuestros pecados le fueron cargados a su cuenta. Cristo nunca peco. El justamente lo que hacia el devoto judio cuando colocaba sus manos en la cabeza del animal y confesaba sus pecados. Dios trato a Cristo como si el hubiese comietido todos esos pecados. El no murio por sus propios pecados. El murio por mis pecados.Jesus murio en la cruz como mi representante. «La paga del pecado es la muerte» El sufrio mi muerte. Jesus pago por todos mis pecados y los suyos. Debido a que nosotros hemos depositado nuestra fe en Cristo, Dios no ve mas nuestros pecados y los ha olvidado. A cambio Dios ha puesto en nuestra cuenta la justicia de Cristo.
Esto nos recuerda Isaias 53:4-5, 10, 12
«Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados». «Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada».»Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.»
El pecador culpable había perdido su vida pecando. Él tendría que morir para pagar su deuda del pecado o para encontrar un substituto aceptable. El inocente debia morir por la parte culpable. Cristo fue a la cruz y enfrento el fuego intenso del juicio de Dios contra el pecado. El pecado fue juzgado y las deudas del pecado fueron pagados por completo
El autor de Hebreos pregunta: «¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? (Hebreos 9:14)
Si los Israelitas rechazaron el sacrificio en el altar de bronce él del se cancelo a si mismo de la misericordia y gracia de Dios y sufrió su propia muerte por el pecado. El que rechaza a Jesucristo como el sacrificio perfecto por sus pecados se corta por siempre de Dios y sufre el castigo eterno para sus propios pecados. Sin embargo, cada pecador que invoca el nombre del señor será salvado.
«quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados» (1 Pedro 2:24)
Mensaje de Wil Pounds (c) 1999, 2002. Traducido al español por Victor Castro Chinchilla. [email protected] Toda persona esta autorizada a utilizar y a distribuir este material pero no puede venderlo sin el permiso escrito del autor. Las citas de la Escritura son de la New American Standard Bible (c) 1973 The Lockman Foundation.