Una noche fresca. La brisa bañaba el rostro de los apóstoles. Seguían remando. Por momentos el viento dificultaba el desplazamiento. Estaban todavía distantes de la playa, en el otro extremo. Deseaban llegar para tomar un merecido descanso después de horas de trabajo intenso proclamando el mensaje transformador del evangelio.
Pasada la medianoche el frío se hizo más intenso. “El bote ya estaba bien lejos de la orilla y había un viento muy fuerte que no los dejaba avanzar. A la madrugada, Jesús llegó caminando sobre el agua. Al verlo, sus seguidores se asustaron mucho y gritaron de miedo: –¡Es un fantasma!. Pero Jesús inmediatamente les dijo:–¡Tranquilos, soy yo! No tengan miedo. Pedro le contestó:–Señor, si eres tú, haz que yo vaya hacia ti caminando sobre el agua. Jesús le dijo:–¡Ven!. Pedro salió del bote, caminó sobre el agua y fue hacia donde estaba Jesús. Pero vio que el viento era fuerte, tuvo miedo y se empezó a hundir y gritó:–¡Señor, sálvame!. Jesús de inmediato lo tomó de la mano y le dijo:–Tienes poca fe ¿por qué dudaste? Y cuando ellos subieron al bote, el viento se calmó.”(Mateo 14: 24-32. Nuevo Testamento la Palabra de Dios para todos).
Los milagros pueden ocurrir
Sin el Señor Jesús en la embarcación, los discípulos tuvieron miedo. Se sintieron solos. El mundo los abrumó. Sobre ellos golpeaba el viento tormentoso del lago y sabían que humanamente no podían hacer nada. Estaban a merced de la naturaleza. La lógica determinaba que una tormenta y la violencia del mar no podían calmarse por mucho deseo que embargara corazón.
Igual su vida. Distante de Dios los problemas parecerán más grandes. La dimensión de las dificultades será mayor, y amenaza con cobrar mayor fuerza, conforme pasa el tiempo. Es probable que considere que no hay salida para el problema que enfrenta. Es posible incluso que se trate de una enfermedad que los médicos consideran incurable. O tal vez circunstancias tan difíciles de enfrentar que ha pensado una y mil veces que las fuerzas lo abandonarán.
Hay otro elemento de mucha significación en el relato bíblico. Es apreciar en la escena, como si nosotros viajáramos en el bote, al Maestro caminando sobre las aguas. Hoy día es fácil de creerlo con los avances de la tecnología que tornan casi reales, fruto de los efectos especiales, todos los movimientos y acciones inverosímiles que apreciamos en los filmes. Pero en este caso era real. Los pies del Señor iban sobre la superficie, por encima del oleaje.!Sencillamente increíble!.
¿Ha meditado alguna vez en semejante milagro?¿Se da cuenta? Difícilmente podemos racionalizarlo. Nuestra mente finita encuentra tropiezos para dimensionar en su justa proporción todo lo que estaba ocurriendo.
Caminando sobre las aguas
La escena se torna todavía más inverosímil cuando “Pedro le contestó:–Señor, si eres tú, haz que yo vaya hacia ti caminando sobre el agua. Jesús le dijo:–¡Ven!. Pedro salió del bote, caminó sobre el agua y fue hacia donde estaba Jesús. Pero vio que el viento era fuerte, tuvo miedo y se empezó a hundir y gritó:–¡Señor, sálvame!. Jesús de inmediato lo tomó de la mano…”.
¡Es posible caminar sobre las aguas si Jesús está en medio de la situación! Haga práctico este principio. No hay problema ni enfermedad, por grandes que parezcan, que el Señor Jesús no pueda transformar. El poder ilimitado de nuestro amado Dios hace posible lo que humanamente consideramos imposible.
Ese milagro que tanto requiere es viable que ocurra. Basta creer. Y creer no es otra cosa que desechar el racionamiento humano para abrir paso al mover de Aquél que todo lo puede.
¿Qué impide que esa señal y prodigio que tanto necesita ahora pueda ocurrir?¿Se da cuenta?!Absolutamente nada dificulta que ocurra porque quien obrará el milagro no es usted sino Dios!. Y jamás podremos poner límites a Dios…
¿Por qué se hundió Pedro? Porque comenzó a racionalizar lo que estaba ocurriendo y dio lugar a la incredulidad. “Pedro salió del bote, caminó sobre el agua y fue hacia donde estaba Jesús. Pero vio que el viento era fuerte, tuvo miedo y se empezó a hundir…”
No permita que ocurra igual con su vida. Simplemente crea. Nos identificamos: no es fácil. Pero es necesario emprender el camino. Quienes ven milagros son aquellos que se atreven a crecer. Asumen el reto. No se detienen. Avanzan. No importa que al principio nada ocurra. Se deciden y avanzan.
Lo invito a orar al Señor, al Creador del universo y cuanto lo puebla. Estoy convencido de que El responderá.
Es posible que necesite o quiera que le acompañemos en intercesión. Lo invito para que nos comparta su motivo de oración. Simplemente escribanos:
Fernando Alexis Jiménez