En este caso, es probable que la joven esté muy emocionada sabiendo que será la esposa de un líder querido y respetado por su congregación, sin pensar tal vez en las implicaciones de su nueva posición frente a la iglesia.
Finalmente existe un tercer modo, y es cuando un buen día, mientras la esposa está terminando de hacer la comida, llega el esposo emocionado y le dice: «mira, mi amor, ya tengo las credenciales de pastor y a partir del mes próximo voy a pastorear la iglesia tal».
Quizás esto último suena un poco exagerado, pero no está muy lejos de la realidad que enfrentan muchas esposas de pastores en nuestro contexto latinoamericano. Es una lástima que se tome tan a la ligera el compromiso que cada mujer adquiere en el ministerio de su esposo. Todos sabemos que por el sólo hecho de ser quien es en la iglesia existen ciertas exigencias que con razón o sin ella cada esposa de pastor debe enfrentar. Esto sin contar la responsabilidad y el compromiso personal que una debe asumir si desea que el ministerio de su esposo sea respetado y apreciado.
En contraste, se puede observar que en las denominaciones en las que se ha generalizado el nombramiento de mujeres en el ministerio pastoral no se le hace ningún tipo de requerimiento a sus esposos . Las iglesias no son exigentes en cuanto a cómo deben ser y/o qué deben hacer, no son sometidos a las mismas presiones, e incluso en algunos casos son inconversos, sin que sea un obstáculo para que la esposa sea aceptada en el ministerio. sucedería muy difícilmente a la inversa.
Por eso, la muy citada frase «detrás de un gran hombre hay gran mujer» se hace realidad en el ministerio pastoral. Independientemente de que un pastor llegue a ser «una figura prominente» entre sus compañeros, su servicio es grande para Dios, y la sabiduría, la consideración, la comprensión, el amor y el respaldo en oración de su esposa son muy importantes.
Cuando tristemente una familia pastoral se desintegra (lo que sucede con mucha frecuencia hoy en día) o debe abandonar la congregación por los conflictos existentes, es muy común escuchar la frase: «pobre pastor, él es muy bueno, pero la esposa no lo ayuda». Es posible que esto no sea cierto; sin embargo, si así lo fuese, cabe preguntarse: ¿hasta qué punto sabía esta mujer lo que la iglesia esperaba de ella? ¿estaba preparada para *****plir esas demandas? ¿entendía que la esposa del pastor no tiene que hacer necesariamente todo lo que la iglesia desea? ¿el pastor la veía sólo como a su esposa o también como a una ovejita de su rebaño, a quien debía cuidar espiritualmente como a las demás? Por otro lado, ¿tuvo en cuenta la iglesia que probablemente la esposa del pastor fuera a la vez madre, ama de casa, y tuviera un empleo secular?
Se habla a menudo de cuán importante es que la esposa sea la ayuda idónea para el pastor, pero la mayoría de las veces no se le provee de las herramientas necesarias, ni se considera si, al igual que su esposo, tiene el llamado al ministerio. Creo firmemente que esto es un punto clave que debe ser considerado por las autoridades encargadas del reclutamiento y nombramiento de ministros. Para la mayoría de las organizaciones misioneras, uno de los requisitos al enviar a una pareja al campo de labor es que tanto él como ella tengan un llamado claro a las misiones.
Ambos son entrevistados por las autoridades pertinentes, porque quieren estar seguros de que los dos forman un equipo, cada uno desde su rol. Me parece que no hay razón para que en el ministerio pastoral sea diferente, pues se trabaja para el Reino de Dios y las exigencias como pareja son similares.
Si la mujer comparte el llamado de su cónyuge, apoyará plenamente su ministerio, amará ese trabajo, comprenderá mejor sus dificultades y sus bendiciones, y estará dispuesta a dar la milla extra junto a su esposo y pastor. los resultados serán: un ministerio fructífero, y mayores posibilidades de tener una familia saludable.