Es decir, que no dejaremos de ser, como le ocurre al humo al salir de la chimenea o al rio al desaguar en la mar. Ciertamente, la muerte no podrá impedir que sigamos siendo lo que somos, gracias a la seguridad que tenemos en las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
Los dos textos de hoy se refieren a lo que podriamos llamar una muerte simbólica y preanuncian simbolicamente la vida más allá de la muerte.
El cautivero babilónico
Recomiendo que lean, durante la semana, todo el capítulo 37 del profeta Ezequiel para la mejor comprensión de este sermón el cual tendrán por escrito el próximo domingo.
Vamos a tratar de enmarcar el texto historicamente para su mejor comprensión y mayor enriquecimiento de nuestras vidas espirituales. Ezequiel fue un sacerdote hebreo llevado en cautiverio a Babilonia junto con el rey Joaquín durante la primera deportación, ocurrida en el año 597 antes de Cristo.
El exilio babilónico propiamente dicho comenzó en el año 586 A. C., con la destrucción del templo y la ciudad de Jerusalén. Esta segunda deportación terminó en el año 548 A.C., cuando Ciro, rey de los persas, permitió el regreso de los judíos a Palestina.
Entre los cautivos en Babilonia existían actitudes contradictorias. Algunos habían hecho una crisis de fe, estaban desesperados, resentidos y llenos de odio. El Salmo 137 da cuenta de su estado de ánimo. Tenían perdidas las esperanzas. Lloraban mientras trabajaban en las zanjas de irrigación en lo que hoy es el territorio de Iraq. El Salmo nos dice que tenían las arpas colgadas. La música les era insoportable por los recuerdos que evocaban. Además tenían una actitud negativa ante Dios. Se negaban a cantar canciones al Señor y eran muy francos al decir por qué. Tenían un terrible odio a*****ulado cuya ferocidad se expresa así: «..Babilonia la desolada, bienaventurado el que te diere el pago de lo que tú nos hiciste. Dichoso el que tomare y estrellare tus niños contra la peña». (Versión Reina-Valera). No es necesario insistir mucho en que esta actitud agresiva, que lleva a la alabanza de cualquiera que reventare contra la peña a bebitos babilónicos no tiene nada de espiritual. Esta ferocidad asesina de inocentes criaturas nada tiene que ver con el Dios de amor, revelado por Oseas en el siglo VIII antes de Cristo y ratificada por nuestro Señor.
Ezequiel, profeta de Dios, no asumió una actitud de resentido sediento de venganza. Su actitud es semejante a la del anónimo autor del Salmo 71. Este salmista reconoce que la mano del enemigo es perversa y violenta, pero pone su esperanza en Dios.
Este Salmo que lleva por título: Oración de un anciano, merece un cuidadoso estudio. Ahora sólo voy a reproducir los versículos 20 al 24 que en la versión Reina Valera dicen así:
«Tu que me has hecho ver muchas angustias y males, volverás a darme vida, y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra, aumentarás mi grandeza, y volverás a consolarme.
Asimismo yo te alabaré con instrumento de salterio, oh Dios mio; tu verdad cantaré a ti en el arpa, Oh Santo de Israel.
Mis labios se alegrarán cuando cante a ti, y mi alma la cual redimiste. Mi lengua hablará también de tu justicia todo el dia; por cuanto han sido avergonzados los que mi mal procuraban».
La situación era triste para todos por igual. Los que vivían bajo el odio y el rencor han quedado inmortalizados por el autor del Salmo 137. Por el contrario, los que vivían con fe y esperanza, los que confiaban en Dios, los que cantaban canciones similares a la nuestra que dice: Que no caiga la fe, que no caiga la esperanza; son interpretados por el autor del Salmo 71.
La pastoral de la esperanza
Ezequiel presenta un mensaje de esperanza para un pueblo que sufre. No les dice que no son exiliados maltratados, les dice que a pesar de su situación desgraciada pueden confiar en Dios. Sólo mediante la fe es posible vencer al exilio.
La parte mas difícil del ministerio de Ezequiel era revivir el sentimiento nacional. Si los exiliados llegaran a creer que Israel tenía futuro, ellos aunque muertos, resucitarían.
La pastoral de la esperanza no tiene sentido sin la adecuada comprensión de la situación concreta del des-esperanzado. La actitud de respeto por los exiliados y el deseo de comprenderlos para poder pastorearlos según sus necesidades espirituales aparecen en el siguiente texto: «Y vine a los cautivos de Tel-abib, que moraban junto al rio Quebar, y me senté donde ellos estaban sentados, y allí permanecí siete días atónito entre ellos. Y aconteció que al cabo de los siete días vino a mi palabra de Jehová…» (Ezeq. 37:15- 16).
La pastoral de la esperanza pasa por dos estaciones previas: La del amor y la del respeto. Algunos de los que tenemos responsabilidades dentro del ministerio de la Iglesia, solemos suponer que tenemos una respuesta infalible para cada situación. Sin embargo, Dios nos muestra que tenemos que aprender a escuchar con respeto el punto de vista del otro para poder comprenderlo. Es necesario sentarse en el lugar del otro. Y no necesitamos estar callados siete días, en la mayoría de los casos, siete minutos de silencio serían suficientes. Después de haber escuchado podemos hablar con propiedad y…volver a escuchar. Esa fue la actitud pastoral de Ezequiel. Recordemos que esta técnica pastoral también fue utilizada por nuestro Señor cuando los escribas y los fariseos querían lapidar a una mujer adúltera. Sabiendo que el ataque era contra El hizo un largo silencio y, el silencio puede ser otra forma de comunicación. Después dijo: «El que de vosotros esté sin pecado arroje la primera piedra contra ella» (Juan 8:3-11).
El ministerio de Ezequiel no se reducía al asesoramiento pastoral. También tenía el mandato divino de proclamar Su Palabra. El profeta lo hizo con maestría personal y con el poder de Dios. La visión del Valle de los Huesos Secos, no se refiere a la resurrección de los cuerpos de los difuntos, sino a la resurrección de la fe, la confianza en Dios y la vida espiritual del pueblo de Israel cautivo en Babilonia. Contiene la respuesta de Dios, a los siguientes pensamientos derrotistas de una buena parte de los exiliados: «Nuestros huesos se secaron y pereció nuestra esperanza y somos del todo destruidos».
La pastoral de la esperanza que presenta Ezequiel es la lógica consecuencia de su profunda comunión con Dios. Su dependencia de la Palabra de Dios es absoluta y total, así lo evidencia el texto bíblico: «Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oid palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y vivireis. Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu y vivireis; y sabrás que yo soy Jehová».
Esto nos recuerda las palabras de Jesús: «Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos» (Mateo 8:22). Es decir, uno puede estar muerto espiritualmente sin darse cuenta. Es en este sentido que Ezequiel expresa el sentir de Dios tal como aparece en 37:12, donde nos dice: «Por tanto, profetiza, y diles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mio, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traere a la tierra de Israel».
La resurrección de Lázaro
Si bien no dudamos de que la resurrección de Lázaro fue un hecho real como preanuncio de la resurrección de Jesucristo, tenemos que reconocer el carácter simbólico de este evento. San Pablo nos dice: «El último enemigo que será vencido es la muerte» (I Cor. 15:26). Luego, es evidente que Lázaro no resucitó para vencer la muerte definitivamente, él volvió a morir.
La resurrección de Lázaro es un anticipo de la resurrección de Cristo, pero también es un anticipo simbólico de nuestra vida más allá de la muerte. Lo que Dios hace con Jesús también lo hará con nosotros. El Señor nos dice: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mi, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mi, no morirá eternamente» (San Juan 11:25-26).
Al enfermarse Lázaro, Jesús se encontraba más allá del Jordán, así lo dice Juan 10:40. Si tenemos en cuenta que el río Jordan está a 35 kilómetros de Jerusalén. Jesús se encontraba a cuarenta kilómetros de Betania, aldea cercana a Jerusalén. En esa época en que no había ómnibus, ni trenes, ni autos, los viajes se hacían generalmente a pie o a lomo de camello. Luego, el viaje debió durar varios días. Las hermanas de Lázaro hacen un pedido de ayuda pastoral: «el que amas está enfermo» (11:3).
¿Por qué no vino Jesús cuando le pidieron una visita pastoral? Las palabras de Marta son una especie de reproche: «Si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto» (11:21). Este es el estado de desolación en que se encuentran algunas personas que han perdido a un ser querido o se encuentran en situación difícil. Se suele pensar: Dios se ha olvidado de mi, me ha abandonado. Lo cierto es que Dios nunca nos abandona, en todo caso, somos nosotros los que abandonamos a Dios.
La pastoral del amor
La esperanza de Ezequiel es la certeza de Jesús: «Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado en ella» (11:4). Ezequiel predica el mensaje que Dios le ordena, confiado en que Dios ha de *****plir su promesa, a pesar de que la situación del exilio no podía ser peor.
Hay muchas personas que no pueden creer en un Dios de amor. Le han enseñado desde chicos que Dios castiga y por eso no pueden comprender la revelación bíblica que enfatiza todo lo contrario.
Hoy como ayer hay personas que, a pesar de haber conocido la revelación bíblica, cuando se encuentran ante dificultades sólo pueden lamentarse amargamente y no dan lugar alguno a la esperanza. Ciertamente los hombres pueden poner cadenas en las manos y los pies de sus semejantes, pero sólo el mismo hombre podrá encadenar su espíritu.
El que no puede cantar en Babilonia tampoco podrá cantar en Jerusalén. Lo que hace a la canción, no es el lugar ni el tiempo, sino el estado espiritual del cantor. Los judíos pasaron veinte años antes de que pudieran edificar un templo al Señor. Pero no es necesario un templo para alabar al Señor. En cualquier lugar en que un grupo se congrega en el nombre de Cristo, ahí El ha prometido estar. Y donde está el Señor está la Iglesia. Donde no está el Señor no está la Iglesia, aunque haya un letrero que diga que la hay.
La única esperanza para los cautivos de hoy es la pastoral del amor, el respeto y la esperanza, encarnada por todos los que hoy seguimos a Jesucristo como Señor y Salvador personal.
Conclusiones
La historia que nos cuenta Ezequiel tiene dos mil quinientos años de antiguedad, sin embargo tiene mucho significado y actualidad para cada uno de nosotros. Cualquiera sea nuestra situación podemos confiar en que Dios no nos va a abandonar.
Frente a los conflictos que presenta a cada uno su propia vida, los creyentes, hoy como ayer, suelen dividirse en dos bandos: 1.- Los que personifican la actitud del autor del Salmo 137, y 2.- Los que viven con la confianza en Dios del autor del Salmo 71.
Ezequiel proclamó que los huesos secos resucitarían. Su profecía no se *****plió hasta treinta años después de su muerte, pero se *****plió. El creyó en fe, proclamó y esperó. Dios no falló entonces, ni nos fallará ahora. Enfrentemos nuestra vida cotidiana confiados en el amor y el poder de Dios, convencidos de que él librará a su pueblo de todo mal, como lo hizo ayer.
El próximo domingo comienza la Semana Santa. Muchas personas que no manifiestan inquietudes espirituales durante el año, se interesan por lo que la Iglesia hace en esta importante fecha de la cristiandad. Este es el momento del testimonio cristiano, de invitar a amigos, vecinos y parientes a asistir a la Iglesia. Este es el momento de orar para que el Señor se manifieste entre nosotros con poder.
En un mundo donde crece cada vez más la ferocidad asesina de una buena parte de la población, debemos contribuir a que algunos que están muertos a la vida del espíritu puedan resucitar a una nueva vida bajo el Señorío de Cristo. Quiera el Señor que cada uno de nosotros pueda hacer su parte en este ministerio de la proclamación de la salvación en Cristo que nos involucra a todos. AMEN.