Era una reunión de trabajo de los líderes, y mientras alguien lo criticaba, él permanecía sentado calladamente, sin defenderse en absoluto. Yo pensaba con desesperación: «¿Por qué no dice algo?». Luego de unos cuantos dardos más dirigidos a él, me dije a mí misma: «Bueno, si él no va a defenderse, supongo que esa es la misión de una buena esposa cristiana».
Me puse de pie y después de un apasionado discurso de un minuto, rompí en llanto y salí corriendo del recinto. Gracias a Dios, desde ese evento tan traumático, he mejorado un poco en mi manejo de la critica (Me parece oírlos rumorear: «¡Era hora que lo hiciera!»). Es difícil cuando la gente te critica, pero es peor cuando critican a tu esposo. Algunas veces los miembros de una iglesia no quieren enfrentarse con su pastor, pero creen que pueden hacer llegar sus quejas por medio de su esposa, porque ella no es tan intimidatoria.
La critica puede hacerse de varias maneras: «Es demasiado profundo», dicen algunos, «No es suficientemente profundo», dicen otros. «Es muy monótono. Mis niños se aburren», confía otro. ¿Pretenden que yo diga: «Tiene usted razón, señora Gutiérrez. A mí también me aburre hasta el cansancio»?
A veces, cuando escucho a alguien criticando a mi esposo, pienso para mis intimidades: «¿Ha olvidado esta persona que yo estoy casada con el? ¿Cómo se sentiría si yo la llevara aparte, junto al guardarropas y le dijera que creo que su esposo debiera lucir un poco mejor, que su olor me descompone cada vez que debo acercarme para saludarlo?»
¿Cómo podemos manejar estos enfrentamientos? Quizá saltamos en defensa de nuestro ser querido o interrumpimos a la persona en medio de su crítica. Generalmente me siento muy descompuesta o me agarra una terrible jaqueca después de uno de estos episodios. Después de 30 años todavía estoy batallando con esta injusticia.
«¡Ellos no saben cuánto trabajó para preparar ese sermón!», le digo al Señor, o bien «¡Cuál injusta es cuando lo compara con Alberto Motessi!». «Nosotros no comparamos a su esposo con el Hermano Pablo», dicen, «solo comentamos».
Por otro lado, si encontramos algo de cierto en las críticas (y frecuentemente hay algo de cierto) necesitamos ser lo suficientemente maduras para reconocerlo y que esas odiosas críticas pueden ser usadas para la enseñanza.
Estos son algunos de los métodos que he aprendido para manejarme con las críticas.
Contiene la respiración y cuenta hasta veinte antes de decir nada.
Trata de escuchar un rato para que la persona que se queja sepa que está siendo oída, y que has entendido su problema.
Mientras escuchas, pregúntate a ti misma por qué esta persona está tan preocupada. Quizá está recibiendo presiones por otro lado, y mi esposo tocó el punto en el momento menos indicado. Este suele ser el caso, frecuentemente.
Deja que lo primero que digas sea una palabra tranquilizante y suave. «La respuesta suave calma el enojo» (Pr. 15.1). «Gracias por estar tan preocupado», es una posibilidad.
Trata de ser objetiva e imparcial. Haz de cuenta que tu esposo pertenece a otra. Casi imposible, pero de todos modos procura hacerlo.
No empieces a responder con una palabra defensiva. Procura encontrar un punto de coincidencia sin ser desleal. Por ejemplo, podrías decir «Entiendo que sus hijos estén aburridos, Sra. López; la mayoría de los niños lo están a esa edad».
Procura serenamente refutar cualquier critica que sea injusta o que no sea la verdad. Podrías decir. «Creo que usted no ha oído la versión completa» o «Es buena su preocupación, pero déjeme que se lo cuente desde otro ángulo de observación».
Ora por la persona mientras están hablando y también después.
Si consideras que la crítica está justificada, háblalo con tu esposo. Si no, ni se lo menciones. El ya tiene suficiente en mente como para pasarle otra tensión más.
Haz todo lo que esté de tu parte para que los críticos sigan su camino sin nuevas críticas hacia ti.
Pablo experimentó muchas críticas durante su vida y su ministerio. El pudo decir: «Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano» (1Co. 4.3). A mí me gustaría poder decir eso también cuando se nos critica a cualquiera de los dos. Sería para mí algo que me preocuparía muy poco si creyera, como creía Pablo, que Jesús es el juez y no este miembro de la iglesia en particular.
Conociendo los motivos de nuestros corazones. Dios evaluará nuestro ministerio así como nuestras acciones y reacciones de acuerdo a su amor, conocimiento y entendimiento.
Todos nos beneficiaremos entregándonos a El, y dejando todo en su manos.