«No te angusties por los problemas que aquejan tu vida, porque siempre los tendrás mientras habites en el mundo. No seas como los incrédulos que son arrastrados, y perecen abrumados por ellos. Porque si así te sucede, ¿cómo podrías llamarte hijo mío? Recuerda, lo que te distingue de ellos es la actitud que debes tomar para enfrentar las adversidades. Tu me tienes a mí y ellos no me conocen. Mas bien gloríate en las tribulaciones, pues para que seas fortalecido las padeces. De modo que cambia tu actitud cualquiera que sea la prueba a la que te he sometido. ¿Acaso no eres tú el barro y yo el alfarero?, ¿querrás aconsejarme la forma que te daré?, ¿cuestionas mi justicia?, ¿es tu justicia la mía?. Porque en mis manos esta el prolongar o acortar el tiempo malo, y no lo cortaré hasta haberte moldeado a mi imagen. No te resistas a las pruebas, porque son necesarias para que madures y puedas dar buenos frutos. Te daré un consejo: humíllate y reflexiona si realmente vives en mi temor y haces mi voluntad.
¿Cuánto mas he de esperar para que te acerques a mí?, ¿cuánto mas te resistirás a humillarte, a hacer mi voluntad, no como tú la entiendes, sino como yo lo quiero?.
Me has pedido salud y no has sabido esperar, me has pedido que tu prójimo te ame y no has comprendido que primero tienes que dar amor. Me has pedido bienes materiales, como si en ellos encontraras la paz y la seguridad, y has escondido tu mano del pobre, olvidando mi casa, reteniendo mas de lo que es justo… sí, me has robado. Me has pedido sabiduría y no has dejado de buscar el consejo de los hombres; me has pedido la paz y no has dejado de mentir, de juzgar a tu hermano; no has dejado de llamarme mentiroso con tus obras.
Por tanto, arrepiéntete, conviértete de tus malos caminos y deja que yo te guíe. Busca mi rostro y yo te pastorearé. No te apresures a irte de mi presencia, porque mis ovejas siempre están cerca de mí y habitan en paz, y de nada tienen necesidad porque en mi encuentran su sustento. Mas si insistes en seguir en tus propios caminos, te alcanzaré y de ninguna manera te dejaré sin castigo por amor de mí mismo; porque yo te escogí y nadie te podrá arrebatar de mi mano, y ciertamente de ti exigiré más, mucho más que de aquel que no me conoce, pues en ti he depositado la gracia de mi Salvación.
No temas a las adversidades, pues aun a los justos someto para probar su fidelidad. Recuerda que las adversidades son oportunidades para probarme tu fidelidad, y solo los valientes obtienen la victoria. ¿Crees acaso que te sometería a una prueba que no pudieras soportar?
A ti te he puesto como candil para que alumbres a los que andan en tinieblas. ¡Testifica!, muéstrales el camino de la Salvación. Convénceles con tus obras que es bueno ser un hijo de Dios. Si haces esto, me honrarás y yo te exaltaré.
En ti he depositado la semilla de la fe. De ti depende que germine y de frutos. Riégala diariamente con la sabiduría de mi boca y déjala expuesta a la luz de las pruebas, pues solo así podrá crecer. Y así como yo pruebo tu fidelidad, tu tienes que probar la mía, y de cierto te digo que tu fe crecerá en la medida que pruebes mis promesas. El que tenga oídos para oír, oiga.
¿Qué necesitas? Clama a mí y yo te responderé. No olvides que yo suplo toda necesidad. Pide creyendo y te será dado.
Tienes carencias porque no pides; y cuando pides no lo haces como debes porque no sabes; y no sabes porque no conoces mi voluntad. Ignoras mi voluntad porque no tienes entendimiento, y no tienes entendimiento porque no buscas mi comunión. De modo que antes de pedir, mira si lo estas haciendo como yo te mando.
Antes de abrir tu boca, juzga en tu corazón si lo que has de pedir me glorifica. El que me ama busca darle honra a mi Nombre, y el que esto hace hallará la santidad. Quita todo egoísmo de tu oración, porque el egoísmo estorba al amor; y si en tu oración no hay un amor limpio, no la escucharé. Ámame como yo te he amado porque este es el mayor bien que puedes adquirir.
Así que si lo que pides redunda en tu provecho, no lo tendrás por cuanto añadiste egoísmo a tu oración.
Si pides por los alimentos creyendo en tu corazón que si no los tuvieras morirías, de cierto te digo que no te los daré por cuanto hiciste depender tu vida del alimento. Y si me pides que te sane creyendo en tu corazón que si sanas se habrá salvado tu vida, de cierto te digo que no te sanaré por cuanto hiciste depender tu vida de la salud del cuerpo.
Así como el alimento y la salud para el cuerpo, así son todas las cosas que puedas desear en el mundo: vanidad y aflicción de espíritu. En verdad te digo que no es necesario que pidas por ellas, pues buscando las mayores y más excelentes, las que edifican al espíritu, encontrarás pan de vida y medicina para tu alma.
Recuerda, lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del espíritu, espíritu es. ¿En que plano vives?. Por tanto, busca primero el sustento para el espíritu, porque no es lo que necesita el cuerpo lo que lo hace apto para la vida, sino lo que necesita el espíritu. De cierto te digo que no es el espíritu el que necesita del cuerpo, sino el cuerpo el que necesita del espíritu. El que tenga oídos para oír, oiga.
Y también te digo que así como el cuerpo necesita del espíritu para que tenga vida, de la misma manera cada uno de los miembros de mi cuerpo necesitan del Espíritu Santo, para que tengan vida, y vida en abundancia, el cual he prometido dar a todo aquel que lo pida. Por tanto clama por el Espíritu Santo para que sobreabundes en toda obra buena y dones espirituales, y entonces mi cuerpo sea edificado.
Es necesario que no pongas tu corazón en las cosas del mundo. Fija tu corazón en alcanzar mi reino y entonces no le darás importancia a lo que en el mundo te acontezca; porque nada de lo que puedas desear en él puede compararse a lo que será cuando habites en mi morada.
Por eso, cuando ores, no busques lo tuyo, sino lo mío, porque el que busque su vida la perderá; y el que la pierda por mi causa, la habrá encontrado.»
«Dios mío, eres maravilloso. No me canso de admirar todo lo que has creado con tus manos, y tengo plena conciencia de que nada hay imposible para ti. Me gozo al meditar en la gloria de tu santidad, en tu grandeza que esta mas allá del firmamento, la cual no puedo comprender. Te doy gracias por el amor que has derramado sobre mí, porque sin merecerlo tu me salvaste de la muerte, limpiándome de todos mis pecados por la gracia de la fe en tu hijo Jesucristo. Ahora vivo por la fe y para la fe en la esperanza de tu reino. Gracias por enseñarme a confiar en tu palabra, porque tus promesas son para vida eterna. Dame Señor la unción de tu Santo Espíritu para sujetar los deseos de mi carne, para vivificar este cuerpo al que has abatido. Procúrame la paz y fortaleza necesarios para no caer en tentación, y permanecer firme perseverando en la manifestación de tu justicia. Amen»
Zagi