No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás..” (Ex. 20:3,4a) Hasta ahora no ha se ha hecho un dios bonito, o tan bien elaborado que pueda representar a Dios. Porque, ¿quién pudiera hacerlo si Él es santo, puro y eterno? Como Él ha prohibido que se haga alguna imagen suya, todo lo que lo que el hombre ha hecho para representarlo, cae en lo vulgar, ofensivo y repugnante. Pero en la Biblia si tenemos una imagen de Dios; una especie de “fotografía” de su persona. No ha sido hecha por los hombres, pero si se nos ha revelado por medio de un hombre. La Biblia de una forma categórica afirma que Jesucristo es la “imagen del Dios invisible” (Col. 1:15) Se nos dice que: “A Dios nadie lo vio jamás” pero Jesucristo, el “unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le hado a conocer” (Jn. 1:18) En el presente pasaje encontramos una de la más completa teología sobre la revelación divina. Jesucristo, quien iba rumbo a la cruz, les dice a sus discípulos que eso no será el fin de su vida, sino su retorno al seno del Padre. Jesucristo es la “fotografía” más completa que tenemos de Dios. Nadie más podrá representarlo como Jesús lo hizo, porque nadie conoce mejor al Padre que su propio Hijo.
ORACION DE TRANSICION: Tracemos el curso que ha seguido la revelación divina
I. JESUCRISTO NOS HA REVELADO LA FORMA COMO LLEGAR AL PADRE
Esta declaración a lo mejor no cae tan bien en países donde el pluralismo ideológico-religioso, y la sustentación del llamado relativismo, ha encontrado su amparo bajo los ya conocidos derechos humanos. Pero sin tomar en cuenta las maneras cómo los hombres han diseñado para alcanzar a Dios, no hay ni habrá otro camino que el instaurado por Jesucristo. Tomás, el llamado discípulo “incrédulo” y que no admitía nada sino con pruebas evidentes, hizo una pregunta que dio origen a la más solemne declaración que Jesús haya hecho. La pregunta, “¿cómo podemos saber el camino?” fue abordada de una manera única y magistral cuando Jesús respondió: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” v. 6. Jesús pudo haber hecho alusión a estas tres cosas señalando un sin número de requisitos y una serie de pasos para conseguirlas. Él pudo haber mostrado alguna forma para llegar a Dios, pudo haber presentado alguna enseñanza para alcanzar la verdad y toda las condiciones de vida que los hombres buscan a través de tantos medios. Pero contrario a toda esa pesada carga que se ha instituido para alcanzar a Dios, él dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Como camino, él mismo es un mediador que conduce al creyente a una relación única e íntima con Dios. Como verdad, no hay en él mezcla de error, pues su propia transparencia de vida nos muestra que el Verbo que se hizo carne estaba lleno de “gracia y de verdad” (Jn. 1:14 ) De igual manera, Jesús es la vida; la fuente de ella misma. Su creador y su sustentador. Fuera de Jesús no hay vida con propósito, y los hombres son muertos espirituales. De esta manera “nadie viene al Padre sino es a través de mí”. Los hombres sin Cristo están perdidos sin encontrar el camino, pero con él encontramos la vía que nos conduce a conocer al Dios verdadero. Él conoce, sin que tenga que perder la dirección o extraviarse, el camino exacto al Padre.
II. JESÚS NOS HA REVELADO LAS MORADAS DEL PADRE
Los discípulos estaban muy tristes por la noticia de su prematura muerte Su corazón se había llenado de hondo pesar y se habían turbado frente a la realidad de su ausencia. Pero Jesús, quien aun yendo a la cruz tiene palabras de consuelo, trae a sus corazones la dulce esperanza de un lugar donde Jesús va, y donde también ellos podrán estar. Frente a sus corazones entristecidos, Jesús dice: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay… voy, pues, a preparar lugar para vosotros” v. 2. ¡Oh, que bendito consuelo son estas palabras! Vivimos en un mundo tan inestable. Aun las casas mejores construidas en la tierra están propensas a derrumbarse. Las lluvias torrenciales, los fuertes vientos representados en sus diferentes fenómenos naturales, los terremotos y hasta los volcanes se han encargado de destruir cantidades de lugares que los hombres han tenido como sus moradas terrestres. Las imágenes de las familias que han quedado sin un techo donde vivir han sido muy elocuentes. El lloro, la tristeza y el futuro incierto son las realidades que tienen que encarar los que de una forma continua pierden todo lo que han construido sobre la tierra. Pero Jesús habló de un lugar seguro donde los hombres puedan vivir sin la incertidumbre de la destrucción. Habló de una “casa no hecha de manos” pero que es eterna, en los cielos. Jesús les dice a sus discípulos que aunque en el cielo hay millones de ángeles, millones de redimidos por todas las edades y millones de criaturas que están al servicio de Dios, “muchas moradas hay” todavía para los que escojan el camino al cielo. Jesús conoce esas moradas porque por medio de él y para él fueron creadas. Este conocimiento que Jesús tiene del lugar donde mora el Padre nos muestra la “fotografía” de su eterna residencia. Note que Jesús habla de la “casa de mi Padre”, lo cual nos ofrece no solo un sentido de pertenencia sino también de plena conciencia. Ningún otro hombre se ha atribuido esta prerrogativa divina. Ningún otro ha hablado con tanta propiedad acerca del lugar donde mora Dios que Jesucristo. Ahora bien, Jesús dice que va para preparar lugar para vosotros; pero, ¿no estaba acaso listo este lugar? ¿No es él el Diseñador eterno? Mis amados hermanos, el versículo 3 de este pasaje debe ser considerado con mucha meditación y con un sentido de reverencia. La única manera para que nosotros pudiéramos vivir allí tiene que ver con la participación del Hijo de Dios. Por medio de su muerte, él ha abierto el único camino de acceso al Padre. Él “entró allí por nosotros como precursor, habiendo sido hecho sumo sacerdote eternamente” (He. 6:20) Él nos ha asegurado el derecho de estar en tales moradas. De conocerlas y vivir en ellas por toda la eternidad. Allí no habrá problemas de alquiler o pago de la propiedad. Jesucristo es nuestro fiador que nos dará la admisión eterna a ese lugar.
III. JESÚS HA REVELADO AL PADRE
La pregunta de Felipe del versículo 8 desafía nuestra imaginación. ¿No eran suficiente los tres años que Jesús había estado con ellos? ¿No les había dado evidentes pruebas que las cosas que hacía tenían que ver directamente con el Padre? ¿Hacía falta otra demostración? Felipe dice: “Muéstranos el Padre y nos basta”. Al parecer no le fue suficiente saber que Jesús había resucitado a los muertos, echado fuera demonios, sanado a los enfermos y hacer cosas que nadie podía hacer si no viniera del Padre. Él quería tener otras pruebas que pudieran sacarlo de sus dudas. La vida de Felipe representa a esa humanidad que no se conforma con lo que ha visto. Para muchos no es suficiente saber que Jesucristo fue lo que fue e hizo lo que hizo. Y de esta manera siguen diciendo, “muéstrame al Padre y nos basta”. Sin embargo, Jesús no mostrará al Padre como si se tratara de una persona diferente porque: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre..”. Es como si Jesús hubiese dicho: “El que ha visto mi trabajo, el que ha oído mi doctrina y ha entendido mi carácter, ha visto al Padre”. El que me ha seguido de cerca y ha recibido mi mensaje, sabe que yo he revelado al Padre. Algunos como Felipe quieren ver, pero Jesús les confronta a que primero crean. Y cuando alguien cree de todo corazón en Jesucristo entonces puede ver a través de él, el amor y las bondades del Padre. Es bueno mencionar que cuando Jesús dice “ha visto al Padre”, esto no se refiere a la esencia o sustancia de Dios porque él es invisible y en ese sentido en ningún tiempo el hombre ha visto a Dios. Pero la manifestación más completa de Dios ha sido hecha por medio de su amado Hijo. Cristo nos ha dado a conocer la belleza del carácter del Padre amante, nos ha dado a conocer su voluntad de salvar a los hombres, y sobre todas las cosas, nos ha revelado el plan eterno de los siglos que tiene que ver con todo el bien que Dios el Padre se ha propuesto para con su creación. En Cristo, Dios ha mostrado su “fotografía”. En la encarnación de su Hijo hemos visto aquellas virtudes que habían estado escondidas para la humanidad en lo que respecta su naturaleza y su ser. De modo que el que quiere saber cómo es el Padre tiene que buscarlo y conocerlo a través del Hijo, que lo ha revelado de una manera extraordinaria. Por esto Jesús afirmó “el que me ha visto a mí, ha visto al Padre”
IV. JESUCRISTO ES UNO CON EL PADRE
En todo este pasaje podemos ver la forma como Jesús ha llevado a sus discípulos a una comprensión de su misión, pero en especial de su deidad. Frente a las intervenciones de estos dos curiosos, Jesús los conduce a través de un “recorrido eterno” que va desde el camino que conduce al Padre, las seguras moradas que fue a preparar, la revelación del Padre amoroso a través de él y la declaración que constituye la “piedra angular” de nuestras creencias, que Jesucristo también es Dios. La pregunta de Jesús: “¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí?” golpeó todos los conceptos filosóficos y teológicos sobre los que los hombres habían armado su creencias en Dios. Sin pedirle permiso a las diferentes escuelas de pensamiento que se dedicaban a buscar al “Dios no conocido”, él se declara como alguien que está “en el Padre y el Padre en él”. Note, entonces, que Jesús no solo revela al Padre sino que categóricamente se declara en una unidad indivisible y existente desde la misma eternidad. Así tenemos que, el Hijo puede estar en el mismo seno del Padre y el Padre puede estar en el seno del Hijo. Esa fue la misma verdad que les había declarado a los fariseos cuando lo trataron de blasfemo al afirmar que “ Yo y el Padre uno somos” (Jn. 10:30) Hemos dicho que el propósito del libro de Juan es presentar a Jesús como Dios mismo. Mientras los demás evangelistas se encargaron de “poner en orden las cosas que sucedieron” en la relación a su vida y obra, Juan lo presenta diciendo que “el verbo era Dios” y los “yo soy” que van apareciendo en cada uno de sus capítulos tienen íntima relación con los que se reveló Jehová en el Antiguo Testamento. Hay una unidad íntima de esencia y una relación mutua entre el Padre y el Hijo. De esta manera, y por ser “uno con el Padre”, Jesucristo es el único que ha presentado la “fotografía” más completa del Dios invisible. Ninguno lo ha “dibujado” mejor que el carpintero de Nazaret. No puede encontrarse a Dios fuera de Jesucristo. Él ha mostrado como es Dios.
CONCLUSION: La Biblia nos dice que Dios “habita en luz inaccesible” (1 Ti. 6:16) Por ser espíritu no puede ser visto por hombre alguno. Moisés fue uno de los hombres que estuvo más cerca para “ver” a Dios. Se nos da a entender , según Éxodo 33:23, que Moisés vio las “espaldas” de Dios pero es obvio que aquí hay un lenguaje figurado y un antropomorfismo bíblico. Moisés no vio a Dios sino su gloria, de acuerdo al v.22. Nadie puede ver a Dios y vivir. Pero nuestro Señor Jesucristo si lo dio a conocer. Él reveló el camino al Padre, las moradas del Padre, los atributos y características del Padre, porque “él y el Padre uno son”. Ninguna “fotografía” de Dios quedó mejor lograda que la que nos presentó el Señor. Por consiguiente Jesucristo es la única manera de llegar a Dios. Los hombres nunca podrán conocerle si primero no vienen a Cristo.