La obra de Dios merece lo mejor nuestro; pero la obra de Dios exige más que nuestro óptimo humano. La obra de Dios siempre necesita Su toque sobrenatural agregado a nuestro esfuerzo humano.
La obra de Dios es Su obra en cooperación con aquellos a los que El llama, para que sean Sus colaboradores.
Nuestra parte es suplir la personalidad humana y el esfuerzo humano en su óptimo nivel. La parte de Dios es suplir el Espíritu Santo en toda Su eficacia y poder.
Pero peligramos de tener mejor educación y preparación en el nivel humano que estar dotados de poder por parte del Espíritu; corremos el riesgo de ser más diestros y expertos que ungidos por el Espíritu. Podemos ser entrenados para ser aptos como líderes, diestros y expertos en administrar, pero no podemos entrenamos para ser ungidos y dotados de poder, pues esos son aditivos divinos.
Quizás la mayor carencia de todo liderazgo y ministerio cristiano es este divino otorgamiento, el poder dado por el Espíritu. Intentamos hacer la obra de Dios dependiendo de El en forma solamente nominal pues, de hecho, dependemos primordialmente de nosotros mismos: de nuestra educación, entrenamiento, personalidad, experiencias pasadas, conocimientos y sinceros esfuerzos.
Quizás el cambio más grande y revolucionario que puede suceder a tu liderazgo es recibir la dimensión divina, y que la vivas continuamente. Una vez que has recibido y vivido esa verdadera influencia, no querrás ministrar sin ella. Debe haber la recepción inicial, la investidura inicial del Espíritu (Lucas 24:49) pero también debes aprender a recibir Su renovación día a día.
Que no se diga de ti, como Pablo tuvo que preguntar a los gálatas: «¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?» (Gálatas 3:3). La voluntad de Dios es que te esfuerces pero que tu esfuerzo vaya acompañado con el poder dado por el Espíritu.
Dios ha hecho toda provisión para que recibas tanto de la presencia y poder del Espíritu Santo como necesitas para vivir y servir eficazmente por y para El. Dios nunca espera que tengas que confiar exclusivamente en tus propios esfuerzos y recursos. El no esperó que los apóstoles y primeros discípulos lo hicieran.
¿Por qué Jesús dijo a los líderes que El nombró que no empezaran sus testimonios y ministerios inmediatamente después de Su ascensión? Ellos habían estado con él durante tres años, quizá poco más. El los había preparado con todo cuidado, ¿no les había dado la autoridad para que Le representaran y proclamaran Su mensaje? ¿No les había dado autoridad para que usaran Su nombre y echaran fuera demonios? ¿No se regocijaba El por la manera en que Dios los estaba usando? (Lucas 10: 17-2 l).
Pero fue absolutamente importante que ellos fueran dotados con el poder del Espíritu en una forma especialmente equipadora para la obra que iba a ser su cometido vitalicio.
Jesús les mandó «no se vayan de Jerusalén a empezar el trabajo de inmediato; ¡todavía no se precipiten a afanarse recargándose de actividades por Mí! Esperen recibir el poder del Espíritu. Poned el Espíritu en primer lugar en tu ministerio».
Esta es una lección que todos tenemos que aprender una y otra vez. Ora y suplica a Dios hasta que El te dé Su mensaje, Su palabra para la gente. Luego ora y busca fervorosamente Su presencia en el servicio. También ora, hambréate de Dios y encomiéndate confiadamente a El para que te unja en forma especial mientras diriges o ministros en alguna manera.
No hagas planes primero para luego pedir a Dios que los bendiga. Que Dios te dé Sus planes. No hagas preparativos primero para luego pedir a Dios que los bendiga. Primero pide a Dios que te prepare. Primero pide a Dios que guíe – no con una oración de diez segundos- sino que date tiempo para buscar el rostro de Dios. Luego, pide a Dios que te unja y te dé poder mientras ministros en Su nombre.
Aquellos que reciben la fresca bendición sobre sus corazones antes de dirigir, hablar o cantar en el servicio de Dios en cualquier ocasión particular, verán descender al Espíritu y bendiciendo a los que están presentes mientras ellos ministran. Aquellos que dirigen en su propia suficiencia, sin unción fresca desde lo alto, pueden dar un bello mensaje, cántico u otro ministerio pero será absolutamente estéril en lo espiritual.
La esterilidad espiritual es una tragedia continua en demasiados servicios cristianos. Puede estimular lo intelectual, conmover lo emocional y recibir aplausos de la gente; pero los resultados a largo plazo son mínimos. Los servicios de iglesia y todas las formas de actividad cristiana rara vez superan el nivel de nuestra preparación espiritual.
Aquellos que ministran, después de preparar cuidadosamente su corazón y tomar conciencia plena del fresco toque de Dios en ellos, no se desempeñarán más aceptablemente; pero la dimensión divina será añadida a sus ministerios y liderazgo. Aquellos que los oyen sentirán el toque de Dios añadido a lo que dicen, cantan, tocan, predican o cualquiera sea la forma de la actividad de liderazgo. Reconocer el toque de Dios les hace ponerse más alertas, receptivos, conmovidos por el Espíritu y experimentarán beneficios espirituales más perdurables.
El hecho que el especial toque de Dios esté en ti mientras realizas tu consejería de hoy, no te garantiza que mañana el mismo toque esté en ti. Aunque hayas sido fuertemente ungido en un servicio, no necesariamente vas a vivir lo mismo la próxima vez. No eres tan favorito de Dios que El te bendiga en todo lo que haces sin considerar la constancia de tu hambre por El y Su ayuda. No tomes por sentado la dación de poder de Dios.
La vida cristiana es una vida de fe; el ministerio cristiano es una actividad para la cual constantemente nos adueñamos por oración y fe del ministerio del Espíritu Santo. Una persona espiritualmente presuntuosa dirige sin adueñarse diariamente, y a veces a cada hora, de la capacitación divina del poder dado por Dios.
Experimentamos tan poco del toque de Dios en nosotros porque lo pedimos tan superficial e informalmente. Reconocemos que sería lindo si Dios bendijera nuestros esfuerzos y planes pero si no lo hace, nos contentamos con seguir adelante con nuestra propia fuerza como lo hacemos con tanta frecuencia. Tendemos a preocuparnos e interesarnos más por desempeñar meritoriamente nuestra parte que por la potente intervención Divina en nuestros empeños- Tendemos a tener más hambre de éxito que del poder dado de Dios.
Algunos de nosotros hemos experimentado tan raramente esa añadida dimensión que el Espíritu Santo puede dar que, indudablemente nos es difícil entender lo que Dios anhela hacer en nuestro ministerio. Tememos tender al fanatismo. ¡Nada de eso! Cuando Dios vino en poder sobre Jonathan Edwards hasta que los miembros de la congregación se aferraban a los asientos y a los pilares del templo por miedo de caerse al infierno, ¿acaso iba y venía Edwards por el estrado mientras arengaba a la gente? ¡Absolutamente no! El estaba leyendo su mensaje, sosteniendo el papel a unos escasos veinte centímetros de sus ojos, porque tenía miopía, y hablaba con voz en tono de conversación habitual. La emoción humana o la altura de la voz no equivale al poder del Espíritu.
La palabra menos emotiva y susurrada que tiene el poder del Espíritu, Puede cumplir muchos más resultados espirituales que el elevado despliegue oratorio. Puedes trabajar la emoción mediante la psicología pero no puedes manipular al Espíritu de Dios. Solamente cuando somos reprimidos por el mensaje de Dios y sentimos por dentro la obra profunda y tranquila del Espíritu Santo, sea en total silencio calmo o con emociones profundas, solamente entonces aquellos que estén presentes serán tomados por el Espíritu cuando hablarnos,cantamos o dirigimos.
Jesús dijo que iban a fluir ríos de agua viva desde lo más íntimo de nuestro ser (Juan 7:38) y Juan agregó que con eso Jesús quiso decir el Espíritu. Solamente fluyen tales ríos de agua viva cuando el influjo del Espíritu en nuestro ser es copioso. Sin influjo, no hay reflujo, así de simple.
Los líderes cristianos que tienen almas como desiertos, no vivirán el reflujo del agua viva. Vivir en la mínima experiencia del Espíritu Santo no producirá el reflujo de bendición espiritual al prójimo. La bendición espiritual proviene solamente del Espíritu que influye y refluye tu personalidad, ¿fluyen esos ríos de agua viva de tu vida? No puedes bendecir al prójimo más de lo que tú mismo seas bendecido.
Si sientes la falta de poder del Espíritu en tu vida y ministerio, ¿por qué no te decides a mirar a Dios para hallar tu respuesta? Con Dios no hay tal falta de poder. Cuando Dios puso al Espíritu Santo en los setenta ancianos de Israel, tal como lo había hecho con Moisés, éste dijo, «Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos» (Números 11:29).
Dios anhela dar abundantemente Su Espíritu a todos Sus hijos e hijas, especialmente a todos los que puso en el liderazgo cristianos ¿Tienes hambre y sed de la presencia y poder del Espíritu tan profundamente como Dios quiere dártelo a ti?.