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Despiértate tú que duermes

El que duerme es como el enfermo que plagado de enfermedades cree gozar de perfecta salud, estando apresado entre hierros y cadenas cree gozar de perfecta libertad, al borde del abismo cree habitar en un lugar seguro.
1.1. Vivimos en una sociedad dormida.
· Dormida por la injusticia que hace a millares pasar hambre y necesidades. A las 12 de la noche, mientras terminaba de preparar este mismo sermón, golpearon niños descalzos para pedir algo para comer. Y no me importa las buenas razones para justificar o entender la situación. Síntomas de una sociedad dormida.
· Dormida por la corrupción, a la que llegamos a tratar como si fuera algo que de ninguna manera pudiera evitarse.
· Dormida por las inmoralidades de todo tipo que llegamos a justificar y hasta consentimos desviando la mirada a otra parte.

1.2. Vivimos como cristianos dormidos.
El texto bíblico no está dirigido en primer lugar a la sociedad sino a cristianos de una comunidad. Y a ellos les reclama que no caigan en el sueño que los aleje de Dios.
Y profundicemos un poco más en el sentido del sueño de los creyentes. Porque el sueño de los que están empantanados en el pecado es fácil de ver, pero el sueño que se disfraza de piedad es aún mucho más peligroso. El que a todas luces se reconoce pecador está muchas veces más cerca de la redención que los que nos decimos cristianos y cubrimos con un barniz de piedad nuestras vidas. El primero por estar consciente de su mal está mucho más cerca del remedio que quién se engaña a si mismo y se cree sano.
Este es el sueño del cristiano que se cree bueno, que no le hace mal a nadie, fiel a la religión de sus padres, inofensivo, amable, tal vez celoso de su fe y correcto, pero que aún no ha tomado conciencia que eso es nada comparado con la gloriosa paz y profunda alegría que sólo pueden provenir de la entrega total y el perdón de Dios.
Es el cristiano que busca su justificación en sus propias acciones sin saber que eso es basura a los ojos de Dios, como decía Lutero.
Hermanos, como no pensar en un cristianismo dormido frente a una realidad como la que vemos.
· Qué de la Escuela Bíblica, menos del cuarenta por ciento de los confirmandos participaron en la instrucción bíblica de niños. Donde están allí las promesas que padres y padrinos hicieron en el bautismo. Hay que despertar.
· Qué de una santidad práctica que conmueva a la sociedad con gestos dignos del Reino de Dios. Como nos explicamos que en una sociedad con un 95 por ciento de cristianos no veamos que se tambalean las puertas del mal. Y seguimos lamentando que haya arroyos contaminados y que sigan apareciendo bidones de venenos en el arroyo Doll. Hay que despertar.
· Qué del sentido de gratitud que tenemos hacia lo que Dios nos da. Cada vez que le tiro un hueso a mi perrita mueve la cola de agradecimiento y reconoce que es mi mano que se lo da. No siempre estoy satisfecho con lo que Dios me da ni agradezco así todo lo que recibo de Él. Hay que despertar.
· Qué de la lectura de la Biblia como práctica que nos haga crecer en el conocimiento de la voluntad de Dios. Hay que despertar.
· Qué de nuestras costumbres de hablar de los ausentes, de difamar a nuestros hermanos, de separar en vez de unir. Hay que despertar.
· Qué de una fe que solo nos sirve para calmar nuestras conciencias y dejarnos tranquilos. Hay que despertar.

Soy consciente de la dureza de estas palabras para los oídos de cualquiera. Estoy seguro que quien sinceramente se estudie a si mismo y la sociedad podrá estar de acuerdo conmigo en estos aspectos. Pero tengan por seguro que no es un reproche. Maldito sea yo si utilizo un lugar tan sagrado como éste para decir cosas que se deben decir en la privacidad.
Pero es que estamos viviendo en un tiempo donde todavía disfrutamos de la herencia espiritual que plantaron nuestros antepasados pero estamos dejando muy poco para las generaciones futuras. Como los hijos pródigos de una herencia forjada en siglos de sacrificio y fidelidad estamos malgastando la herencia que nos dejaron. Que no es solamente esto sino también que nuestras vidas y la sociedad se enfrentan al sin sentido.
Es el grito de toda la palabra de Dios, despierta tu que duermes, levántate de entre los muertos, que nos llama a abandonar el sueño para llegar a la plenitud que nos es prometida.

2- Levántate de entre los muertos.
Así Dios considera el estado de sueño del ser humano: como muerte. Quienes viven en el sueño están alejados de la presencia de Él y viven en el sin sentido, buscando satisfacer la vida con cosas perecederas que se consumen con su uso.
Un estado así es llamado en toda la escritura como muerte, aunque la vida física continúe.


3- Cristo te alumbrará: la promesa.
Que promesa tan consoladora que es esta. Cualquiera que obedece su llamado y lo busca, no lo buscará inútilmente. Se puede despertar.

Hermanos, Dios no nos ha creado para que vivamos una vida a medias, a mitad de camino entre la frustración y la plenitud.
No nos conformemos con las migajas que caen de la mesa, el Señor nos invita a cenar con Él, aceptemos con plenitud su invitación.
Esta es la invitación, a que seamos una habitación de Dios por medio de su Espíritu.
Dios es luz y se revela a todo aquel que sinceramente lo busca: serás templo de Dios viviente y Cristo vivirá en tu corazón por medio de la fe. Así podrás comprender cuan grande, ancho, alto y profundo es el amor de Dios.
Todos podemos ser testigos vivientes de estas cosas maravillosas. ES DIOS QUIEN CON SU AMOR NOS PUEDE DESPERTAR.

Nuestras vidas son valiosas a los ojos de Dios, no las dejemos en el sueño, llevémoslas a la luz de Cristo. Despierta tu que duermes y Cristo te alumbrará.
Nuestra sociedad y nuestro medio ambiente piden a gritos la presencia de esa luz en medio de ellos. Despertemos antes que sea demasiado tarde para recomponer lo que está definitivamente roto.

QUE DIOS LEVANTE A MUJERES Y HOMBRES QUE HAGAN BRILLAR ESA LUZ DE CRISTO EN TODO LUGAR. AMÉN.
James Wheeler
Esquema de un sermón de Wesley.