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Orando, en la brecha, a favor del prójimo…

La angustia se apoderó de Moisés. En medio de aquella montaña, en la presencia misma del Creador, sabía que algo grave se avecinaba.

 

El pueblo que había guiado en el desierto ahora se daba al desenfreno y habían profanado la convocatoria del Señor. Dio vuelta como buscando qué decir o qué hacer en momentos como aquél, pero su desesperación fue interrumpida por una severa advertencia de Dios:

 

“He observado a este pueblo y he visto que es un pueblo terco. Déjame que los destruya y borre su nombre de debajo del cielo, y yo te pondré sobre una nación fuerte y mucho más numerosa que ellos”(Deuteronomio 9:13).

 

¡Vaya si Dios estaba enojado! Pero también ¡Qué tentadora oferta! Moisés sintió que todo a su alrededor daba vueltas. Se sentó sobre una piedra y apoyándose en la vara, trató de ordenar sus pensamientos…

 

Muchas veces había sentido desaliento por las actitudes de los israelitas. En sinnúmero de ocasiones habían amenazado con matarlo. Y Dios le abría la posibilidad de dirigir a otra comunidad. Pero… no, definitivamente no debía ni siquiera acariciar esa idea. Amaba a Israel, era una misión que valía la pena y decidió proseguir con su tarea…

 

En la brecha por una causa ajena

 

Dios responde a nuestras oraciones. Es la certeza que acompaña a los cristianos. Sin embargo la inclinación natural es pedir por las necesidades que nos asisten. “Tengo mis propios problemas”, razonan algunos para justificar que no oran a favor de otros.

 

Moisés tanto como nosotros afrontaba sus propias dificultades. Pero ante sus ojos se abría la posibilidad de que el pueblo por el que había sufrido desvelos fuera destruido por la ira divina.

 

¿Cuál fue la estrategia? La oración intercesora. Es tanto como ponernos en la senda clamando ante Dios por aquellos que, bien enfrentan determinada circunstancia, necesitan un milagro o quizá viven cegados espiritualmente y están distantes del Señor. Eso es lo que espera El que hagamos tal como lo advierte a través del profeta: “Busqué entre ellos un hombre que levantara una muralla y se pusiera en la brecha delante de mi, a favor de la tierra, para que yo no la destruyera; pero no lo hallé”(Ezequiel 22:30).

 

Ante la inminencia de la justicia divina sobre los israelitas, Moisés explica que “… me postré delante de Jehová, y como antes hice, durante cuarenta días y cuarenta noches no comí pan ni bebí agua, a causa de todo el pecado que habíais cometido haciendo el mal ante los ojos de Jehová para enojarlo… Pero Jehová me escuchó una vez más”(Deuteronomio 9: 18, 19 b.).

 

Esta misma disposición de búsqueda en oración a favor de los israelitas, que persistían en su rebeldía, la reiteró en otras ocasiones como narra:”Me postré, pues, delante de Jehová; cuarenta días y cuarenta noches estuve postrado, porque Jehová dijo que os había de destruir. Y oré a Jehová diciendo: Señor Jehová, no destruyas a tu pueblo, a la heredad que has redimido con tu grandeza y que sacaste de Egipto con mano poderosa…”(versículos 25 y 26).

 

Usted debe asumir como intercesor

 

Alrededor nuestro hay infinidad de personas con dificultades. Pueden ser familiares, amigos y conocidos. Frente a una realidad así, está en nuestras manos el contribuir para que cambien sus circunstancias. ¿De qué manera? Asumiendo la posición de intercesores en oración.

 

Es necesario entonces que, de un lado oremos al Señor por aquella persona a quien deseamos ayudar en la situación que enfrenta, y de otro, que persistamos en el clamor.

 

Es hora de que nos paremos en la brecha y, con fe, nos preparemos a ver la gloria de Dios manifestada en los milagros y prodigios que siempre obra en respuesta a las oraciones de su pueblo.

 

Si necesita que le ayudemos a interceder, escríbanos ahora mismo:

 

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