Un día usted va a morir. ¿Despreciará las quimeras del sueño que ahora llama realidad? Jesús atravesó las paredes en su cuerpo de resurrección (Lucas 24:36,37), porque él era lo sólido, y las paredes eran simples objetos nebulosos y etéreos.
La próxima vez que asista a una reunión de oración escuche cómo oran los creyentes. En la mayoría de los casos los santos presentes no parecen estar conscientes de los que esta sucediendo en el mundo invisible.
Dirigirse a Dios vivo sobre su trono es algo que debe infundir temor reverente. Su poder se despliega por medio del servicio de millones de ángeles. Cuando oramos, lo hacemos en la presencia de la majestad en lo alto rodeado de una gran»nube de testigos» (Hebreos 12:1).
Considere estas sabias palabras de Salomón: «No te des prisa en tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras» (Eclesiastés 5:2).
No sorprende que la Biblia diga también: «Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos» (Romanos 8:26). Esto no significa que debamos ser tímidos cuando oremos. Debemos hacer oraciones teniendo presente «la grandeza de Dios». Considere el Salmo 2:8 donde el Padre habla a su Hijo: «Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra.»
La oración de un ser humano puede alterar la historia logrando que legiones de ángeles ministren la tierra. Si realmente comprendiésemos esta verdad, oraríamos con intensidad y oraríamos constantemente.
«Tiene una mente tan celestial que no sirve para lo terrenal.» dice un viejo clisé. Pero ¿será cierto? Es bien cierto que se aplica a alguien metido en un misticismo religioso inducido por las drogas. Sin embargo, es falso cuando se aplica a un creyente que camina en fe y en obediencia a Dios.
Loa santos con mente celestial en la Biblia cambiaron el curso de la historia. Hebreos 11:16 habla de los héroes de la fe en estas palabras:
«Pero anhelaban una [patria] mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.»
¿Estaremos preparados para pagar el precio por la victoria sobre nuestras ciudades? Hay un alto precio que pagar en disciplina personal, oración y obediencia. Nunca estaremos dispuestos a tomar la cruz a menos que hayamos visto la eternidad y la majestad del carácter de Dios, y su propósito eterno para la humanidad. «Jesús…por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz» (Hebreos 12:2).
¿Para qué vivimos? La vida es corta. Demasiado corta para pasarla en una búsqueda ansiosa de seguridad. Tenemos identidad como criaturas singulares de Dios, y seguridad como sus hijos amados. Ahora tomemos una aventura con Dios que comienza llevando el evangelio al mundo, y se extiende hasta una eternidad que estará llena de sorpresas gratas.
Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado, para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios.
El apóstol Pablo, escribíendoles a los corintios, después de algunos de los momentos más oscuros de su vida, expresó lo siguiente:
Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que ven, sino las que no se ven son eternas (2Corintioss 4:16-18).
Para comprender mejor la realidad del reino invisibles, veamos con mayor profundidad un aspecto de «las cosas que no se ven»: la existencia y actividades de los ángeles.