Este artículo es una excerpta de su último libro, Ministry for a Lifetime [Ministerio para toda una vida], disponible en Gospel Publishing House. Para hacer su pedido, llame al 1-800-641-4310 y pida el artículo #03 6226, $5.95.
Años atrás, cuando comencé en el ministro, un sazonado predicador me dio un consejo: «Pide a Dios que te ponga en un horario», me dijo, «luego cumple con ese horario.» Así que por 44 años he tenido un horario. Paso de 5 a.m. a 7 a.m. en devociones y oración. Por supuesto que a veces mi horario se interrumpe y se rompe esa rutina. Pero la disciplina llega cuando vuelvo a observar ese horario.
ESTUDIO DE LA PALABRA
Todo ministro debe apartar tiempo para las devociones y el estudio de la Palabra de Dios aparte de la preparación del sermón. Aquií es donde se alimenta nuestra alma. De ese tiempo de meditación y estudio viene la revelación. Yo por lo regular mantengo un cuaderno a mi lado, porque el estudio de la Palabra de Dios trae revelación y da a luz en mi espíritu a un tema o mensaje.
En meses recientes he estado leyendo las epístolas. Leo una de ellas una o dos veces al día durante una semana entera. Es admirable cuántas verdades he descubierto que no había visto a través de los años. Yo creía que ya conocía todo el contenido, pero de esta repetida lectura y estudio viene la revelación. Y de ahí es donde nacen los mensajes. Eso es descubrir la verdad de Dios.
Hay una diferencia entre la iluminación de la Palabra y cuando cobra vida la Palabra. Cuando usted está en la Palabra y en oración, el Espíritu ilumina la verdad en su mente. Cuando la Palabra es avivada, no sólo la entendemos, sino que nos mueve de una manera que va más allá de la iluminación. La iluminación quita el velo de la revelación; el avivamiento de la Palabra se convierte en la aplicación a una situación. No debemos confundir estas dos. Deben ser distintas. Es vital que entendamos cómo obra el Espíritu de estas dos maneras.
La versión de la Biblia que use es algo personal. Lo importante es encontrar la disciplina para vivir en la Palabra de Dios. Es entonces cuando la Palabra de Dios comienza a vivir en usted. La Escritura dice: «Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos» (Santiago 1:22). Como propagadores de la Palabra, debemos ser hacedores de la Palabra. ¿Cómo podemos predicar algo que no estamos haciendo? No debe haber ninguna dicotonomía en este asunto. No podemos predicar una cosa y vivir otra. Esa contradicción nunca agrada a Dios.
LA ORACIÓN PRIVADA
Otro aspecto de las devociones personales es pasar tiempo a solas con Dios en oración privada. Oramos y luego permitimos que Dios nos hable. En este esencial tiempo de oración, no participamos solamente en lo mundano. Participamos en asuntos espirituales. Somos responsables por la vida espiritual de la iglesia. Si los pastores no mantienen vitalidad espiritual, no podrán tener sensibilidad a las necesidades de la iglesia.
Todo ministro debe decidir cuánto tiempo debe pasar a solas con Dios. Pero yo puedo decirle, 10 minutos en la Palabra y 10 minutos en oración no serán suficientes para mantener la vida espiritual necesaria para ministrar eficazmente.
Jamás ha habido una época en la que los líderes de la iglesia necesiten más de la sabiduría de Dios que hoy. Las complejidades de la vida de las personas y las responsabilidades del ministerio son grandes. Pero cuando tenemos la sabiduría que Dios da, el Espíritu nos puede dar el poder. Él sabe las respuestas que nosotros no sabemos. Orar es ponernos a la disposición de Él ante su presencia y decir: «Señor, necesito tu ayuda.»
Como pentecostales, somos especialmente bendecidos en este aspecto de la oración. Judas 20 dice: «orando en el Espíritu Santo».
El apóstol Pablo escribió: «Porque el que habla en lenguas . . . por el Espíritu habla misterios» (1 Corintios 14:2). Necesitamos momentos en nuestra vida de oración en los que viene sobre nosotros el Espíritu Santo. A veces gemiremos, u oraremos en lenguas, o sentiremos congoja. Eso es lo que llamamos «orar hasta vencer». Cuando estamos en oración, el Espíritu nos ilumina y nos da discernimiento. Los pastores pentecostales tienen la gran ventaja de conocer y apreciar a la persona y la obra del Espíritu Santo, porque de esto vienen los dones del Espíritu – el espíritu de discernimiento, la palabra de conocimiento, y otros dones. Estos son para facilitar la obra del ministerio, y necesitamos la capacitación del Espíritu Santo.
EL AYUNO
Todo ministro debe tener un tiempo fijo de ayuno. Yo he practicado el ayuno regular durante todo mi ministerio. Se puede también ayunar, o abstenerse, de cosas aparte de la comida. El ayuno es la disciplina de negarse a sí mismo que nos acerca más a Dios. El enemigo hará todo lo que está en su poder para evitar que ayunemos, que oremos, y que estudiemos la Palabra de Dios. Es fácil encontrar una excusa o un racionamiento para el descuido: «Estoy envuelto en la obra del Señor. Estoy haciendo la obra del ministerio.» Sí, pero ¿dónde encuentra usted su poder para el ministerio? Viene de los momentos a solas con Dios. Nuestro ejemplo es Jesús, quien con frecuencia se apartaba de las multitudes para estar a solas y orar.
Debemos tener adecuado descanso para que el hombre espiritual pueda permanecer alerta y sensible. Algunas personas sólo necesitan dormir de 5 a 6 horas; otras necesitan más. Nadie debe sentirse culpable porque necesite menos o más descanso que otro. Cuando la fatiga se convierte en un factor en su vida, usted se pondrá irritado e impaciente con las personas. Usted perderá su sensibilidad a la voz del Espíritu. Usted no tendrá el amor que una vez tenía por la Palabra y la obra de Dios.
TESTIFICAR
Debemos ver a las personas como el Señor las ve – perdidas por la eternidad. Nuestro ministerio brota de esa consciencia del estado perdido de la humanidad. Entonces vendrá la pasión para hablar a hombres y mujeres y advertiles. El ministerio se convierte en algo más que una responsabilidad desde el púlpito, es algo que vivimos todos los días de nuestra vida. Los vemos perdidos. Ya sean conocidos o amigos, relaciones de negocios o a los que conocemos por primera vez, no sólo los consideramos ser almas perdidas, sino que respondemos cuando les testificarmos. Les hablamos de Jesucristo y del infierno y la eternidad. ¿Quién sabe lo que el Espíritu Santo ya está haciendo en la vida de ellos? ¿Quién sabe para qué propósito Dios hizo que se cruzaran nuestros caminos? Es necesario que estemos conscientes de que el Espíritu ya está obrando en la vida de las personas. Luego nos acercamos con sensibilidad a la obra del Espíritu y nos unimos al testimonio que el Espíritu da a la gente.
Una pasión por los perdidos es el resultado de la íntima relación personal con el Señor Jesucristo. Usted no tendrá comunión con el Señor sin la disciplina del estudio de la Biblia y la oración. Usted no llegará a una íntima comunión con Él sin adoptar la pasión que Él tiene por las almas perdidas. Es necesario que el evangelismo personal sea una parte de la vida del ministro. Alguien dijo una vez: «Usted se los gana para usted mismo. Luego puede ganárselos para el Señor.» Yo he visto eso. Si mi contacto con otros hombres puede ganarlos para mí, ellos tendrán confianza en mí. Sabrán que lo que yo les digo es por el amor que siento por ellos, no por deber.
Las relaciones se deben forjar. Los pastores encuentran la mayoría de las oportunidades para testificar entre las personas con quienes conducen negocios a diario fuera de la iglesia. Hoy día, muchas personas que están en altos puestos de negocios y del gobierno se encuentran solos y sufren. La manera de ganarlos para Cristo es ofrecerles amistad. Luego, cuando llegue la crisis a su vida, ¿a quién se vuelven? Se pondrán en contacto con usted inmediatamente. Entonces usted tendrá la oportunidad de decir: «Tú necesitas al Señor.» Ya usted ha sembrado la semilla y la ha estado regando. Ahora se ha llegado el momento para que esa semilla produzca fruto.
La paciencia es una parte importante del proceso. El fruto no crece de la noche a la mañana; se toma tiempo. La Escritura enseña que unos siembran, otros riegan, pero que es Dios el que da el aumento. Debemos cumplir con nuestra parte en la siembra y el riego, pero sólo Dios puede salvar. A veces me he preguntado: ¿Fue mi culpa cuando un conocido pasó a la eternidad sin recibir a Cristo como Señor y Salvador? Esa es una gran responsabilidad. Yo quiero poder mirar hacia atrás y decir: «Señor, yo le testifiqué. Yo se lo dije. Yo le advertí. Yo lo amé. Yo hice todo lo que pude.»
El pastor que quiere que los de su congregación sean ganadores de almas debe primero modelarlo. Lo que el pastor es, con el tiempo llegará a ser la congregación. Una iglesia saludable debe ser una iglesia que gana almas, y eso comienza con el pastor.
Thomas E. Trask es superintendente general de las Asambleas de Dios, Springfield, Missouri. |