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Recuerdos

¿Vino algún recuerdo a su mente mientras escuchaba (leía) la canción? ¿Qué sentimientos afloraron en su memoria? Hace muchos años hubo otra persona que escribió otra canción donde hablaba del poder que tienen los recuerdos sobre nuestra mente y, sobre nuestras vidas. ¿Logras recordar algo parecido en la Biblia? Bueno, quizá sea un poco difícil contestar rápidamente esta pregunta, pero te voy a ayudar. Su nombre fue David y el verso de su canción se encuentra en el Salmo 51: 3b.

«…mi pecado no se borra de mi mente.» ( Dios Habla Hoy)

«y mi pecado esta siempre delante de mi.» (RV 1995)

I. Poderosos Son Nuestros Recuerdos

¿Quién alguna vez no ha pasado una noche sin poder dormir porque su mente no puede dejar de recordar un evento que hemos vivido? Esta, es una de esas pocas situaciones donde podemos tener la seguridad de que todo ser humano sobre este planeta en algún momento la vivirá. Cuando tenemos experiencias como estas, vivimos momentos de gran frustración porque deseamos poder dormir y no lo logramos. Vemos como transcurren las horas de la noche y, luego de pasar 5 ó 6 horas el cansancio finalmente nos vence y apenas logramos descansar un par de horas. De repente, suena el reloj despertador anunciándonos que ha llegado el momento de comenzar un nuevo dia de labores. Ese dia es desastrozo. Apenas logramos coordinar y ya a media mañana nuestro cuerpo grita por una cama donde podamos dormir.

II. ¿Qué Hacer con Nuestros Recuerdos?

Cuando somos confrontados con una pregunta como esta podemos apreciar con más claridad las opciones que tenemos disponibles al momento de la verdad. Estas opciones se resumen en tres. Las mismas son las siguientes:

A. Convertirnos en su prisionero/a.

B. Podemos adornarlos y hacer un culto a nuestros recuerdos.

C. Podemos libertar a nuestros recuerdos.

A. Esta es, probablemente, la opción más utilizada por nosotros/as. Esta, nos puede llevar a vivir momentos donde no sabemos qué hacer. Son experiencias donde ocultamos nuestra realidad, aun a Dios mismo. O sea, si hay un pecado envuelto, decidimos no confesarlo. Es David, nuevamente, quien nos permite expresar lo que nos sucede cuando accionamos de esta manera. Veamos.

«Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el dia porque de dia y de noche se agravó sobre mi tu mano….» (Salmo 32: 3-4)

Son estas experiencias, las de ser prisionero de nuestros pensamientos, las que llevan a algunas personas al intento del suicidio, al divorcio, al adulterio, al uso de las drogas, a la depresión, etc., etc., etc.

Podemos notar cómo esto funciona en la vida de dos de los discípulos del Maestro. El primero al que echaremos una mirada es a Pedro. Veamos qué dicen las Escrituras.

«Entonces él comenzó a jurar y perjurar, diciendo: ¡No conozco a ese hombre!

En aquel mismo momento cantó un gallo y, Pedro se acordó de que Jesús le había dicho: ‘Antes que cante el gallo, me negarás tres veces.’ Y salió Pedro de allí, y lloró amargamente.» (San Mateo 26: 74-75)

Veamos ahora el caso de Judas:

«Judas, el que había traicionado a Jesús, al ver que lo habían condenado, tuvo remordimientos y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos…entonces Judas arrojó las monedas en el templo, y se fue y se ahorcó.» (San Mateo 27: 3, 5)

Estas dos personas habían traicionado a Jesús por diferentes razones. Pedro, lo hizo porque no estaba dispuesto a morir por causa del Maestro, se acobardó. Judas, lo hizo porque no estaba dispuesto a aceptar la vida de la forma como Cristo la enseñaba. Uno de ellos fue y se suicidó; el otro pasó el peor fin de semana en toda su vida. Asi de grandes y poderosos son los recuerdos. Funcionan como una sombra que nos persigue adonde quiera que vayamos.

B. Pero convertirnos en prisioneros/as de nuestros recuerdos no es lo único que nos puede suceder. Existe una segunda opción que en ocasiones puede llegar a ser peor que la primera. Esta acontece cuando comenzamos a adornar nuestros pensamientos tratando de buscar explicaciones al porqué actuamos de la forma como lo hicimos y, nuestra mente que esta en una búsqueda de información desenfrenada comienza a especular y a inventar cosas que nunca estuvieron presentes al momento del acontecimiento. Un ejemplo de esta situación lo podemos encontrar un Judás. La palabra dice que este hombre tuvo remordimientos.

remordimientos

Sentimiento de pesar o inquietud por una cosa mala que ha sucedido y de la que uno se siente responsable, o por haber realizado uno una acción que considera mala, injusta, perjudicial para alguien.

Si tuviéramos que realizar una comparación entre las dos personas que nos han sido útiles como ejemplos, podríamos decir que Pedro representa el caso A y Judas representa el B.

Además, deberíamos preguntarnos, ¿y nosotros/as a cuál representamos?

C. La tercera opción que tenemos disponibles para lidiar con nuestros recuerdos es la que el apóstol San Pablo nos menciona en Filipenses 3:13b.

«…lo que sí hago es olvidarme de lo que queda atrás y esforzarme por alcanzar lo que está delante para llegar a la meta…» (Dios Habla Hoy)

«pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante prosigo hacia la meta…» (BDLA)

olvidar

Dejar de tener afecto a alguien o algo, o dejar de dedicarle la atención que antes le prestaba.

Esta definición nos permite apreciar claramente que el ser humano tiene la capacidad para seleccionar qué pensamientos son los que van a tomar dominio de nuestra mente. Obviamente, este es un proceso y nos puede tomar unos días y, en algunas ocasiones unas semanas o meses. Pero, es nuestra actitud hacia el evento durante ese tiempo de espera lo que nos va a ayudar a alcanzar la meta.

Probablemente, usted alguna vez haya tenido la oportunidad de ver la película Ben Hur y su famosa escena de la competencia de los carruajes en el Coliseo Romano. (Esta escena se utiliza hoy dia para un anuncio del carro Sunbird de la Pontiac) Les traigo esto a la memoria porque ésta es la imagen que el apóstol tiene en su mente cuando escribe estos versos a la Iglesia en Filipos.

A un gladiador jamás se le ocurriría mirar hacia atrás cuando el carruaje tirado por unos poderosos caballos va viajando velozmente hacia la meta. Sus pies se afirman en una superficie de apenas unos 4 pies cuadrados, sus manos son sólo sostenidas por las bridas, su cuerpo se mueve sobre unos ejes rusticos y una ruedas hechas con hierro y madera. Pero, ahí va el gladiador, no puede darse el lujo de mirar hacia atrás porque su vida depende de mirar hacia el frente…hacia la meta. El error cometido en la curva anterior no puede llevarle a mirar atrás porque pierde la carrera, tiene que continuar mirando hacia adelante para que cuando llegue a la siguiente curva no vuelva a cometer el mismo error. El, no puede perder de vista la meta, su vida está en juego.

Conclusión

Hermanos/as nosotros/as en esa ‘película de la vida’ no somos los espectadores que están rugiendo sentados/as en las gradas. Tanto usted como yo somos representados en ese gladiador que se mueve velozmente sobre ese carruaje. Los recuerdos de los que hemos hablado hoy, quedan representados por los errores que cometemos a lo largo de la carrera.

Comenzar a mirar hacia atrás nos costará el no llegar triunfantes a la meta.

¿Qué piensas hacer con tus recuerdos: vas a ser prisionero/a de ellos como David; vas a adornarlos buscando incesantemente respuestas donde no las hay, como Judas; o finalmente, harás como el gladiador que dejas atrás las cosas del pasado para extenderte hacia las cosas del presente y seguir hacia la meta, como Pablo? Uff, casi se me olvida, y ¿qué recuerdos vendrán a tu mente cuando vuelvas a escuchar (leer) la canción «Memories»?

Una vez más el apóstol nos anima a través de las siguientes palabras:

«…dejemos a un lado todo lo que nos estorba y el pecado que nos enreda, y corramos con fortaleza la carrera que tenemos por delante.» (Hebreos 12: 1b)

Sermón predicado en la Iglesia Presbiteriana en Glenview, Ponce PR

Domingo, 14 de marzo de 1999.

Ismael González-Silva, Pastor

e-mail: [email protected]