Cada ser humano que integra una familia recibe y aporta vida moral y espiritual; porque ese es el sello de la familia, el sello interno que se hereda, y se aporta, y que se va desplazando de generación en generación; a veces perdiéndose ese valor espiritual en algunas de las generaciones.
(Pr. 19: 16) “El que guarda el mandamiento guarda su alma; Mas el que menosprecia sus caminos morirá”.
Mucho es lo que las familias como un todo deben hacer para alcanzar las metas familiares, y también mucho es lo que debe evitarse para eludir el fracaso familiar.
Dios da múltiples herramientas a la familia, para que su herencia o legado espiritual permanezca no solo incorruptible, sino además imperecedera, como el carácter filial de los apellidos.
En (Jn. 15: 12) vemos, “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador, todo pámpano que en mi no lleva fruto, lo quitara; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiara, para que lleve mas fruto”.
Cada familia tiene un membrete o característica que es la sumatoria de todos sus rasgos; tanto físicos, sociales, económicos, como morales y espirituales; pero de todo ello, hay algunos que resaltan en especial, y ese rasgo comanda o identifica a toda esa familia.
Vemos en (Jer. 31: 12 ) “y vendrán con gritos de gozo en lo alto de Sión, y correrán al bien de Jehová, al pan, al vino, al aceite, y al ganado de las ovejas, y de las vacas; y su alma será como huerto de riego, y nunca mas tendrán dolor”.
La familia cristiana se caracteriza por tener un alma piadosa, virtuosa, amorosa, servicial, recta, llena de fe y de templanza. Vemos en (Ef. 3:14 – 15) “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra”.
Por ello, es deseable que cada miembro de la familia cristiana haya aceptado a Jesucristo, o en todo caso, la mayoría de ellos, aunque esta felicidad ciertamente, no suele generalizarse en todos los hogares.
El hogar cristiano es el gran laboratorio experimental de la palabra de Dios. Y el primer ministerio de la familia es el ministerio de la Educación Cristiana a los hijos; (Lc. 2:40 ) “Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él”.
En el hogar cristiano debe morar el Espíritu Santo, para que él dirija la vida del hogar y la educación cristiana de la familia. Recordemos la cantidad de veces que Jesús es llamado Maestro, Rabí, en la Biblia; ello denota la importancia de la enseñanza de la palabra en la vida de las familias cristianas.
Las raíces para la formación de un bosque fértil familiar, es la educación cristiana familiar, esa es la verdadera herencia familiar que se transmitirá de generación en generación, porque de la palabra de Dios dice en (1Pe 1:24-25) “Porque toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca y la flor se cae; mas la palabra del Señor permanece para siempre”.
Existen familias numerosas por la cantidad de hijos; 6, 8, o 10 hijos, Dios bendice a las parejas con sus hijos. Sin embargo, las dificultades son para darles a todos las mismas oportunidades de madurar, los medios para superarse; el compartir el amor, la dedicación, y la formación para todos.
Otras familias son pequeñas, con 1, o 2 hijos, en esos casos hay mas tiempo para dispensar y atender a los hijos, y las oportunidades para ellos de lograrse con éxito también serán mayores.
Desde hace algunas décadas, las madres han empezado a salir a trabajar fuera de los hogares, a colaborar con la vida económica del hogar, y han aprendido también a participar en condiciones parejas con el esposo en muchas actividades de la vida económica y social de la familia.
La mujer no solo fue hecha por Dios para ser la maravillosa madre, la hizo además de ello, una preciosa compañera, soporte para el hogar, la mujer en verdad es una gran parte del alma familiar, su futuro esta en compartir lugares de liderazgo con el hombre en diversos roles sociales; el Señor bendiga su ser maravilloso. (1 Pe. 3:8-12.) “Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición”.
Las tradiciones y costumbres culturales tienen además un lugar en el alma familiar, ello forma la idiosincrasia de la familia, su manera de pensar y de actuar; cuando esta idiosincrasia heredada no va en comunión con la palabra de Dios, entonces, la mente y la conducta de la familia se tuerce y distorsiona; estos hábitos y costumbres tendrán que ser dejados de lado porque no aportan progreso al carácter cristiano de la familia, y deben ser reemplazados por nuevas costumbres que se amparen en la idiosincrasia Bíblica, sin llegar por cierto al legalismo, que tanto confunde en vez de edificar al pueblo cristiano.
El hombre tiene libre albedrío, y la voz de su conciencia le dirá cuando ciertas costumbres son contrarias a los principios de la Biblia, así como los niveles de tolerancia que están en juego.
Habrá que tener buen tino y cuidado en discernir que cosas pueden tener una connotación de levadura para aplicar (Gá. 5:9) “Un poco de levadura leuda toda la masa”.
Los roles y patrones de conducta son otro aspecto que deben tomarse en cuenta en la estructura del carácter familiar cristiano; se sabe que la modificación de los roles han repercutido en la desenvoltura de la sociedad; actualmente se ven crímenes y cosas extrañas en seno de la sociedad; gentes queriendo cambiar sus sexos, o teniendo actitudes extrañas, y muchas veces exigiendo derechos para que sus inmoralidades sean contempladas por las leyes. (Lc. 12:19-21) “Y diré a mi alma: alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, de quien será?. Así es el que hace para sí tesoro y no es rico para con Dios”.
La vida cristiana es el alma de la familia, toda costumbre, tradición, rol, función, identidad, carácter, idiosincrasia, deben estar macerados en la palabra de Dios, y enjugados con el fruto del Espíritu Santo.
El espíritu de la familia es, además la personalidad de la familia, viene a ser la herencia, el bien no tangible de la familia, pero que a su vez tiene el mas alto valor de representatividad; no es la estirpe, el abolengo, ni los bienes, ni las riquezas, ni las relaciones sociales, ni el status profesional.
Estamos hablando y entendiendo de la sangre de Jesucristo, de lo que su muerte nos ha permitido adquirir, una herencia incorruptible, gloriosa; al recibir una gracia gratuita, blanca como la nieve, inmensa como la eternidad, brillante y resplandeciente mas que el Sol.
Nuestra alma familiar cristiana es la esperanza, de que algún día le veremos, la confianza de que aun caídos nos levantara, la felicidad de compartir este amor que por dentro es un brasero de gozo, y que en los demás al salir es paz y éxtasis en el Espíritu de Dios. Aleluya, Gloria a su majestad, Él es por siempre llama viva del universo, aliento de todo lo que respira. Porque Él vive, vive, Él vive.
¿Cómo hacer para formar el alma familiar?. Pues diremos que comenzando y terminando en el hogar, en el calor de padres e hijos unidos.
Practique semanalmente el culto familiar, no tiene que ser extenso, estructúrelo en partes, aquí le sugerimos una idea de como hacerlo:
1 Oración de apertura.
2 Lectura devocional con algún ejemplo importante o mejor testimonial.
3 Pequeño comentario al respecto.
4 oración final de cada miembro, pidiendo por cada necesidad de la familia.
Afirmaremos este tema en el corazón del alma familiar con (Pr. 11:30) “El fruto del justo es árbol de vida; y el que gana almas es sabio”.
Amados hermanos en Cristo, el Señor nos provea lo necesario para formar el alma familiar cristiana en nuestros hogares.
Recordando, que es necesario un cambio de estructuras morales en la sociedad, y ello puede intentarse con Jesucristo; nombre de victoria, de integración, de seguridad, de progreso, de amor, de fe, de esperanza, de caridad. Si, Jesucristo, en él hay unidad de amor y en su Santo Espíritu
poder de triunfo; como dice (Filipenses 2:2) “Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa”. Aunque sabemos de antemano, que el hombre es corazón de disputa y de divisionismo por naturaleza.