Reforma significa cambio, renovación de la iglesia. Pensar en la Navidad es comenzar a preparar nuestro corazón para esos cambios.
Esta renovación no se trata de los edificios, de nuevos muros, alfombras, más luz o lámparas. No se trata de un cambio de guardarropa o de nuevo peinado. Aquí se habla de nosotros mismos en nuestro interior. Nosotros somos la iglesia y necesitamos ser alumbrada cada día con la luz de Cristo. Es así como los que fueron hombres y mujeres de avance y trabajo en la obra del Señor y ahora se encuentran ajenos a todo tipo de cambio, desanimados, cansados o pasivos, entienden que no pueden permanecer igual.
La renovación efectiva de la iglesia esta puesta en marcha, pero no surge de nosotros, sino de Dios. Dice Juan: «Aquella luz verdadera…» Esto es la muestra de que la luz del Amor de Dios debe iluminarnos para que se efectúe algo realmente nuevo.
¿Pero que es lo que hace ese amor?
Hace que donde hay tinieblas, donde hay dureza, donde no puede existir perdón sino venganza y condenación, abunde la gracia y el amor. El juicio final de Dios sobre el ser humano es la muerte, la condenación eterna y la separación total de Dios y el ser humano, pero Dios decide tomar su lugar, llevar esa maldición y condenar a su hijo bajo la sentencia de la muerte “para que el ser humano no se pierda sino que tenga vida eterna». Este es el amor de Dios y estos son los efectos de la luz sobre las tinieblas.
Por eso es necesario que Dios ilumine nuestras vidas, para que seamos una lucecita en la noche infinita, luminares de su amor en el mundo por el cual él dio su vida.
La pregunta que nos hace el Espíritu Santo en su palabra es, si nosotros, los cristianos de hoy, estamos «brillando ante la gente»
Es necesario que examinemos nuestras relaciones hacia aquel que nos ama. Martín Lutero nos ayuda a ello y nos dice: «aquello de donde haces que dependa o cuelgue tu corazón y a lo que tu te entregas, eso es verdaderamente tu Dios»
Si no me equivoco, muy fácilmente, a nosotros nos atraen tres luces falsas o dioses falsos que nos distraen de «ver aquella luz verdadera»
A la primera, la denominamos la luz del dinero y las posesiones. El que ve esta luz, se sabe seguro, está alegre, tranquilo, como si se hallara en el paraíso, sin embargo, cuando esta luz se va desvaneciendo, comienza a vacilar, desesperarse, a dudar, como si no tuviera ningún dios. Es el ídolo que arrojó Jesús del templo, porque ronda peligrosamente a nuestro alrededor y nos seduce con su luz.
La segunda luz es la de las obras, la fama y el prestigio. Es un ídolo muy ético, muy legalista y muy preocupado por el renombre. Es el mismo ídolo que Jesús rechazaba cuando los fariseos olvidaban que la misericordia, el amor, la necesidad de los demás eran prioridad. Es el ídolo que Pablo rechaza de la sinagoga que no permite que todos participen de la Santa cena. Es el ídolo que Lutero denunciaba en la práctica de las indulgencias.
La tercera luz es el poder. Es el ídolo más respetable. Calvino lo veía en el papado de su época, que trataba, por un lado, de servirse de los poderes políticos y por el otro, de querer tener todo bajo control.
En el transcurso del tiempo los seres humanos, la iglesia misma, se ha expuesto a este tipo de resplandores, galanteando y utilizándolos y nadie puede negarlo. Estas tres luces son unas de tantas que se convierten en luces falsas cuando se les coloca por encima de «la luz verdadera»
Por esto pienso que nuestra iglesia, que cada uno de nosotros, necesitamos la luz que transforma nuestras mentes y corazones.(Cita..)
Es esta luz que ve que nos perdemos en las frías tinieblas y viene a iluminar nuestras tristes vidas, de tal manera que podemos arder del amor de Dios que irradia en nuestros corazones.
Todos podemos resbalar y andar por caminos peligrosos, pero no podemos apagar la luz del amor de Dios. Y dado que ese amor es eficaz y activo, creer en Dios significa al mismo tiempo creer en la renovación de la iglesia y de mi vida. Y porque él actúa en nosotros, no se puede apagar.
No se puede creer en el Dios poderoso de la Biblia y al mismo tiempo quejarse y llorar todo el tiempo(Pensando que siempre es la misma canción o siempre me ocurre lo mismo) Cuando Dios esta obrando en nosotros y estamos atentos a su mensaje, no podemos seguir siendo los mismos y seguir viviendo más o menos. Si esto pasa, es señal de que algo anda mal.
Si no vivimos del amor de Dios, comenzamos a apagarnos y nuestro amor comienza a enfriarse
Qué triste es perdernos en las tinieblas, sin dinero o con dinero, con o sin poder, con o sin prestigio, pero lo más terrible es Vivir sin Dios.
Todos lo sabemos, porque alguna vez o en ocasiones hemos estado así
Hermanos y hermanas, la buena nueva es lo que nos dice Juan 1:9 “que alumbra a todo hombre”, nosotros sabemos que tenemos el amor de Dios que supera todo, entonces todo nuestro panorama cambia y no podemos permanecer igual, porque un corazón agradecido con su Señor comienza a alabar a Dios desde el interior.
¿Cómo recibimos este mensaje?
La palabra comienza a actuar en silencio dentro de nosotros, y así como Lutero, con una sola vida se renovó la iglesia, pero esto no es gracias a él, sino a aquel que es «la luz del mundo»
¿Por qué no ha de suceder también esto entre nosotros?
Debemos renunciar a estas tres luces falsas: Dinero, prestigio y poder, porque no nos permiten recibir La luz del Señor en nuestras vidas.
«a lo suyo vino, y los suyos no le recibieron»
No sé si les impresiona saber toda la riqueza que se encuentran en este breve pasaje, no son solo palabras, sino que nos trata de resumir la historia de Jesús, que nos recuerda la estrella, los pastores, los magos, los ángeles, el pesebre y el pequeño Jesús. Pero Dios no nos habla con un mero relato o sermón, sino con hechos acerca de una promesa. (Dios sabe *****plir sus propósitos) La promesa de una nueva historia humana, de una nueva creación, de un nuevo Kosmos.
En el pasaje majestuoso de Gn 1:1 dice: «y dijo Dios sea la luz y fue la luz» y cuando se trató de estar junto a los seres humanos, Dios mismo se acerca al milagro portentoso de la vida y dijo Dios: «seré un ser humano»
«Jesús es la luz del Cosmos» Luz de todo lo creado, la luz del mundo, luz de la vida.
Cuando Dios entra en la vida produce una experiencia viva, su luz crea nuevas expectativas, renueva nuestro pensamiento, nuestro corazón.
María canta de Gozo el Magnificat, Los pastores corren presurosos, la estrella brilla, los ángeles en coro declaran la buena nueva, los magos se maravillan, Zacarías, Simeón y Ana cantan de gozo en el templo porque vieron esa luz en su vida.
Y si nos detenemos un poco, ¿Cómo hemos de celebrar esta navidad y año nuevo?
Cacahuates, ponche, pavo, pierna al horno, romeritos, bacalao, sidra, uvas.
Este es un tiempo trascendente para todos nosotros, un tiempo de celebrar,
Y agrega: «pero los suyos no le recibieron»
José toca a la puerta, y Lucas nos dice con tristeza «no hubo lugar para ellos»
Y la bienvenida se la dieron unos animales. Yo como papá, iría al hospital los ángeles, al inglés, pero tocando, nadie, ni el pueblo como pueblo escogido porque cerró su corazón.
«a lo suyo vino y los suyos no le recibieron»
Pero aquí nos dice algo importante: «mas a todos a los que le recibieron, a los que creen en su nombre les dio exousía, el derecho, la oportunidad de ser hechos hijos de Dios» (Y ahora somos millones)
¿Qué experimentas hoy en tu corazón?
¿Comienzas a sentir cómo la luz comienza a invadir tu vida?
Todos los que vieron esta luz experimentaron gran gozo y entonces vieron lo que otros no vieron ni percibieron.
Este tiempo es de alegría. Por la noche nos daremos abrazos, ¡feliz navidad y próspero año nuevo!, pero el motivo principal de nuestro gozo es «la luz verdadera que vino a este mundo»
Su nombre es Jesús. La Biblia nos dice que para poder vivir bien la vida, necesitamos creer que él es el camino, la verdad y la vida.
Así es como quiere Dios ayudarnos para que hallemos la alegría en él. Viviendo en la luz de su amor.
Y un amor así, nos dice Mt 5:14-16, no puede permanecer oculto, apagado o debajo de un almud. Tiene que ser evidente, puesta sobre el candelero para que ilumine a los de la casa.
El Señor es la luz de esta gran casa en la que habitamos que es el cosmos. Como dice el Poeta de aquel himno hermoso del HEP: «Quiere Jesús que yo brille cual ryo de alba luz como brilló aquí en el mundo mi Salvador Jesús.
Como dice el v.16: “para que nuestros actos los vean buenos, procurando que la luz de su amor brille en nosotros y todos alaben al Padre que está en los cielos”.