Luego me retiraré a la casa donde dormiré. Tendré un tiempo de oración con la familia como ya es mi costumbre, me iré a acostar a eso de las 10:00 pm, me encomendaría a mi Padre celestial para descansar y luego despertaré en la gloria eterna al lado de mi salvador Jesucristo». ¿Puede imaginarse la reacción de aquella dama? Y es que así debiera ser la respuesta de alguien que no solamente está seguro que trabaja para un Dios eterno, sino que sabe cuál será su destino final después que deje este cuerpo. Pedro fue un hombre tan convencido del nuevo retorno de Cristo que dedicó su segunda carta como un verdadero comentario apologético, no solo para refutar a los que estaban poniendo en duda semejante doctrina bíblica, sino que presenta la importancia de una preparación espiritual adecuada para cuando esto acontezca (2 Pedro 3:1-14). Nosotros sabemos que, «el fin de todas las cosas se acerca» v.7, y ninguna verdad ha sido tan cierta como ésta al final de estos tiempos. ¿Cómo actuar o vivir estos últimos días que nos restan?
ORACION DE TRANSICION: Tracemos el significado de la pregunta de hoy.
I. ARMANDONOS CON EL PENSAMIENTO DE JESUS v. 1
La Biblia nos asegura, que «las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para destrucción de fortalezas.. «(2 Cor. 10:4). Sin duda que el combate más grande que libramos todos los días es el que tiene que ver con la naturaleza pecaminosa. El pecado es un enemigo derrotado pero es una presencia todavía real y nos mantenemos en una batalla constante contra el. El tiempo que nos resta por vivir nos plantea el mismo combate, la misma lucha, de allí que debiéramos armarnos con los pensamientos que Jesús tuvo en relación al pecado «para no vivir el tiempo que nos resta en la carne». Pedro nos dice que «Cristo ha padecido por nosotros en la carne» v.1, lo que nos hace ver la forma cómo encaró el pecado para derrotarlo y para que nosotros lo derrotáramos también. Cristo nos mostró una vida de sacrificio. Se privó de las cosas que más altamente anhelan los hombres como la comida, el descanso y la vida hogareña. No pudo disfrutar del ambiente de su hogar al lado de su madre Maria, de José y de sus hermanos. Se declaró sin bienes terrales y ni siquiera tenía «dónde recostar su cabeza». Tuvo noches enteras de vigilia cuando oraba por la condición del mundo. Lloró sobre Jerusalén y tuvo compasión de la humanidad a quienes veía «como ovejas que no tienen pastor». La última semana de su vida es considerada como de «pasión» por los indescriptibles sufrimientos que padeció. Si Cristo hizo todo eso por nosotros, nuestra actitud no debiera ser menos cuando se trata de lidiar con el pecado y no seguir viviendo «conforme a la concupiscencia de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios» v.2b. Los sufrimientos de Cristo acabaron con el pecado. ¿Cuál es, entonces, el pensamiento con debemos armarnos? ¿Cómo vivir el tiempo que nos resta? Pablo nos da la siguiente recomendación: «Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para con Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro» Ro. 6:11. Debe haber un «funeral» continuo en nuestras vidas en lo que respecta al pecado. Al pecado no hay que darle chance sino mantenerlo en su «sepultura».
II. PONIENDOLE FIN A LAS TENDENCIAS PASADAS v.3
Las pasiones humanas que batallan en el alma han sido parte de una naturaleza desprovista de la acción de Dios y de la obra continua del Espíritu Santo. Parece que Pedro estuviera diciendo, «¡Ya es suficiente!». El tiempo de la vida como un «gentil», caracterizado por esos pecados que eran un culto a la carne y un culto a las criaturas antes que el Creador, hay que ponerle fin. La vida antes de conocer a Cristo tuvo esas tendencias, pero ahora que estamos en él y que somos nuevas criaturas, «las cosas viejas pasaron y he aquí todas son hechas nuevas». La palabra «baste» en este texto es la equivalente a «suficiente», lo que nos hace ver que cualquier conducta que se parezca a lo descrito por el apóstol en este texto, ha sido demasiado. Hay una demanda al radicalismo en el pensamiento de Pedro. La no repetición de estos seis pecados tenía que constituirse en una señal de auténtica madurez cristiana. Estos pecados mencionados por el apóstol, a los que el pide que se le pongan fin en la vida espiritual, estaban muy relacionados con los tres grandes granes males que caracterizan a nuestra sociedad: 1. La perversión sexual fuera del contexto matrimonial, en sus diferentes manifestaciones de sensualidad tales como, la «lascivias y concupiscencias»; 2. El consumo de alcohol en»embriagueces y disipación» y 3. La substitución de la adoración a Dios con «abominables idolatrías». El creyente en Cristo debe vigilar la tendencia de su corazón porque pudiera quedar atrapado en algún deseo de la carne que lo conduzca a practicar lo que ya ha sido desechado de su vida. El mismo Pedro nos da una buena recomendación sobre como vivir el tiempo que nos resta: «Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir..! (2 Pe. 3:11)
III. SEPARANDOSE DE LA CARRERA v. 4
Una de las cosas que le sucede a todos los seguidores de Cristo es el gran cambio de dirección en su vida. Aquella complacencia de los deseos de la carne ahora han quedado sujetos a la voluntad de Jesucristo. Seguramente muchas de nuestras amistades nos han conducido a un estilo de vida donde ha estado presente un cierto «desenfreno» del que hace alusión el apóstol Pedro. La nueva vida en Cristo significa una búsqueda para complacer al que nos ha salvado y es muy probable que se plantee un rompimiento con aquello que él no sólo aborrece, sino que nos ayudará espiritualmente. Para muchos llega a ser una sorpresa lo que somos ahora en relación con lo que éramos antes. Los compañeros de «parranda y de banquetes» ahora han visto una nueva vida alejada de todo esto. El verbo que se aquí se traduce por «corráis» es un participio activo presente de un verbo compuesto que literalmente se pudiera traducir como «correr juntos como un gran tumulto». A lo mejor lo que Pedro quiso decir fue algo así como: ‘Ellos se sorprenden de que ya ustedes no se mantengan corriendo con esa misma multitud’. El que nos separemos de ese «tumulto» con quienes corríamos antes, no es señal de mala voluntad o de menosprecio hacia los demás, más bien es encarar la salvación y el destino eterno frente a lo que es temporal y pasajero. El dejar de correr con el mismo mundo se puede constituir en un testimonio para los que les «parece cosa extraña» todo esto. Conocidos son los testimonios de muchas de nuestras amistades que han sido alcanzadas por nuestra nueva vida en Cristo. Aquí es bueno acotar que los hechos deberán ser más fuerte que las palabras para que esto acontezca. Algunas veces sucede lo contrario. El mal testimonio de un creyente llega a ser piedra de tropiezo para que otros crean.
IV. CONSCIENTES QUE EL JUICIO VIENE v. 5
Estoy bien claro que el tema del juicio final no es el más favorito para nuestra sociedad que no quiere que se le moleste con esta «religiosidad». Es más, algunos creen que tocarlos es crear un gran miedo, por lo tanto mientras menos se hable de el, la gente se «sentirá mejor». Resulta más confortable y como que llegan mejor los temas que se basan en el amor, la esperanza, la fe, el gozo, la prosperidad, la sanidad y todos los que apunten hacia el bienestar y la calma , que los que hablan del juicio final. Sin embargo, no hablar de esto por los temores que infunda es presentar la mitad del evangelio. Sería como si un médico nos prescribiera una pastilla de Tylenol frente a un cáncer que requiere de una cirugía radical. No hacerlo, es facilitarle el trabajo a Aquel que anda buscando compañeros para que se le unan a su castigo eterno. De allí la necesidad de advertirles oportunamente. De modo que Pedro presenta una de las más solemnes advertencias sobre los que se mantienen en el mismo «desenfreno, y os ultrajan», rechazando así la oportunidad que ofrece la gracia. El día de rendir cuentas llegará. La hora para que los vivos y los muertos se presenten delante del «que está preparado para juzgar», es tan pronto y tan cierto, como que sabemos que después del día sigue una densa noche. Una preparación espiritual adecuada no sólo nos excluye del tal juicio eterno sino que nos hace vivir confiados y llenos de esperanza para cuando ese día acontezca. Sólo los que se burlan, rechazan y tienen en poco la muerte de Cristo para su salvación, el juicio eterno llega a ser el tema del rechazo y del miedo. Pero usted no fue creado para vivir en otro sitio que no sea el cielo después de esta vida. Sólo que es aquí donde usted tiene que decidir cómo pasará la eternidad. ¿Cómo se prepara para el tiempo que nos resta?
CONCLUSION: Definitivamente el tiempo que nos resta es muy corto. Sin tener que ser un profeta o estar ubicado en cualquier escuela escatológica, las cosas que estamos viendo al final de este milenio, nos confirman que pronto escucharemos el gran toque de trompeta. Estamos persuadidos por las Escritura mismas que el creyente debiera estar envuelto, mientras se «acerca el fin de las cosas», en una vida de trabajo y en una de santidad. Por lo tanto, armémonos del pensamiento de Cristo, pongámosle fin a las tendencias de la carne, separémonos de los que corren en el desenfreno de sus propios deseos y vivamos conscientes que este mundo está bajo el juicio eterno y procuremos con nuestra actitud y trabajo alejar a los hombres de esa sentencia divina.